Transito por este gélido enero, sin
apenas poder articular palabras que me acerquen a la calidez de otros tiempos.
Siento entumecidos los versos, y las flores apenas parecen querer adivinarse en
el horizonte de mis días.
Otra vez la luz frágil de la tarde leve
parece, exánime, no poder remontar los plazos de lo que está por venir, y los
días se arrastran lentos y cansados, sin apenas dejar espacio a la dicha de un
porvenir gozoso.
Y como siempre, entre las sombras de
esta apatía de hielo y abandono, escucho Tu voz suave, apenas imperceptible,
que me llama a la cercanía del brillo de las rosas.
Parece que, hoy como ayer, quieres que
camine por los valles de la duda y el temor, para levantarte enhiesta como un
faro de candores que me recuerde quien soy, a quien me debo; y convierta de nuevo el azul tenue de mis
horas en una paleta de colores encendidos al abrigo de Tu mirada.
Me regalas miedos, para luego acunarme
en Tu regazo, dejas que divague por cañadas oscuras para después cegarme con el
mediodía de Tu resplandor. Debe ser así. Si Tú lo quieres, sea. Sabes que yo no
tengo más que plegarme a Ti y reposar Tus susurros en mi corazón.
Ahora, en este enero que no pasa, me
regalas el abril de la esperanza, y el calor de un junio que se antoja
primavera. Me aferro a Ti en este frío y se que tú me abrigas con Tus besos.
Cuando el sol perezca, acudiré al arrullo de Tu resplandor… Como cada enero
gélido, como cada primavera anunciada…
Miguel
Barba Ortiz (http://elincensario.blogspot.com.es/2015/01/en-este-enero-que-no-pasa.html)