miércoles, 18 de febrero de 2015

“CUARESMA SIN MAQUILLAJE”. PALABRAS DE NUESTRO CONSILARIO PARA LA CUARESMA QUE HOY COMENZAMOS



La Cuaresma –como sabemos- es el tiempo propicio para cambiar de vida y acercarse a Jesús pidiendo perdón, arrepentidos y dispuestos a testimoniar su luz ocupándonos de los necesitados. Tiempo para acercarnos más al Señor y a nuestros hermanos, los pobres. Cuaresma es sinónimo de conversión, y es lo que necesitamos para vivirla con autenticidad.

¿Quién tiene la osadía y la soberbia de decir que no necesita conversión? Es inútil decir “que yo no soy pecador”. ¿A quién pretende engañar quien dice esa afirmación? A todos se nos “ve el plumero de nuestras debilidades”. Y ante Dios, no digamos: nada está oculto para Él. Ante Dios sólo nos queda decir: “Tú me sondeas y me conoces… ¿a dónde escaparé de tu mirada”? y reconocer lo que dice el Salmo 50: “Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado…”

La cuaresma es tiempo –en primer lugar- para afrontar nuestra realidad tal como es, sin maquillaje. No seamos como los hipócritas: se maquillan de buenos, ponen “cara de estampa” (dice el Papa Francisco), presumen de ser más justos que nadie…, y por dentro, llenos de maldad y podredumbre. Para curarse de una enfermedad hay que aceptar que se tiene. Pues -en segundo lugar- para convertirse, reconocer humildemente que estamos “enfermos de pecado” y acercarnos serenamente a Dios. Un acercamiento sincero, auténtico. Dios es Padre, nos espera para perdonarnos e invitarnos a cambiar de vida.

La señal de que estamos en el buen camino de la conversión –dice la sagrada Escritura- es socorrer al oprimido, cuidar al prójimo, al enfermo, al pobre, a quien tiene necesidad, al ignorante. Los “maquillados de buenos” no pueden hacer esto, porque están llenos de sí mismo, son ciegos para mirar a los demás.

Conversión: encuentro sincero con el Señor, y la señal de que estamos con el Señor es que atendemos a nuestro prójimo.

Antonio Ruiz Pozo. Consiliario