lunes, 7 de septiembre de 2015

SOLEMNE FUNCIÓN EN HONOR A MARÍA SANTÍSIMA DEL CONSUELO



El Sábado a las 20.00 horas, se oficio la Solemne Función en honor a María Santísima del Consuelo, que estuvo presidida por el Párroco de Santo Tomás de Villanueva y Consiliario de la Cofradía, Rvdo. Sr. D. Antonio Ruiz Pozo, y concelebrada por los sacerdotes, Rvdo. Sr. D. Antonio Guzmán Martínez y D. Vicente Gómez Zamora. Al servicio del altar como acólito estuvo el Presidente del Grupo Joven, D. Antonio Tercero Cerro.

La Coral Laminium de Daimiel fue quien puso música a la celebración, acompañada al órgano de D. Pedro Pablo López Hervas. Las lecturas de la Santa Misa y la oración de los fieles, estuvieron a cargo de miembros de la cuadrilla del paso de palio, que ofrecieron la Función en Acción de Gracias, con motivo de su XXV Aniversario.


D. Antonio Ruiz Pozo realizó la siguiente homilía:

En el Evangelio hemos escuchado el anuncio del Ángel a María que le dice: “Alégrate, llena de gracia. El Señor está contigo”. Ella no entendía lo que quería decir ni sabía lo que estaba sucediendo. Pero supo que venía de parte de Dios y dijo “Sí” a los planes de Dios. María es la Madre del “Sí”, al sueño de Dios; sí, al proyecto de Dios; sí, a la voluntad de Dios.

Un sí que no fue nada fácil y que no llenó de privilegios, sino que, como le diría Simeón en su profecía: “A ti una espada te va travesar el corazón”. Y vaya que se lo atravesó. Por eso la queremos tanto y encontramos en ella una verdadera Madre que nos ayuda a mantener viva la fe y la esperanza en medio de situaciones complicadas. Recordamos momentos difíciles en la vida de María:


1.- El nacimiento de Jesús. “No había lugar para ellos” (Lc. 2,7). Sin casa, ni lugar, ni espacio para dar a luz y acoger su hijo. Tampoco familia, en soledad. El único lugar disponible, una cueva destinada a los animales. Y en su memoria, las palabras del ángel: “Alégrate, el Señor está contigo”. Y ella podría haberse preguntado. “Donde está ahora Dios”.

2.- La huída a Egipto. Exiliados con un bebé por el temor a un asesino. Emigrantes a tierras desconocidas, perseguidos por la codicia de un emperador. También allí podría haberse preguntado: “Y dónde está lo que me dijo el ángel”.

3.- La muerte de su hijo en la cruz. Los momentos más desgarradores para una madre, acompañar y ver desde la impotencia el brutal asesinato de su hijo en el suplicio de una cruz. María, al pie de la cruz, firme, sin abandonarlo, acompañando a su hijo hasta el extremo de la muerte y muerte en cruz. Y allí también podrá haber preguntado: “¿Dónde está lo que me dijo el ángel?”


Contemplamos su vida y nos podemos identificar con ella en muchas situaciones de su vida. Contarle nuestras realidades, porque ella las comprende. Ella es la mujer de fe, es la Madre de la Iglesia, ella creyó. Su vida es testimonio de que Dios no defrauda, que Dios no abandona a su pueblo, aunque existan momentos o situaciones en que parece que Él no está. María es nuestra Madre que está siempre al lado de sus hijos.

Seguramente que todos, vosotros especialmente, habéis vivido situaciones muy difíciles que, desde una lógica común, serían contrarias a la fe. Pero vosotros, al contrario, impulsados y sostenidos por la Virgen, seguís siendo creyentes, incluso “confiando contra toda esperanza”. Y cuando en vuestra vida todo parece derrumbarse, junto a la Virgen decís: “No temamos: el Señor está con nosotros, está con nuestra familia; hagamos lo que Él nos diga”. Así es como muchos de vosotros mantenéis vuestra fe. Dios bendiga vuestro tesón.


Como hijos fieles, como devotos amantísimos de la Virgen del Consuelo, habéis venido hoy a su presencia en esta Parroquia a escuchar una vez más esas palabras que tanto bien nos hacen: “Alégrate, el Señor está contigo”. Es una llamada a no perder las raíces de nuestra fe, a no perder la memoria de que somos creyentes, a renovar nuestros compromisos de testimoniar la fe en todo tiempo de ambientes y circunstancias.

Que vosotros, portadores del paso de palio de la Virgen del Consuelo, seáis los portadores de esta fe, de esta vida, de esta esperanza y, lo mismo que sudáis a chorros y sufrís cuando portáis por las calles, que también sudéis tinta, si hace falta, por defenderla, amarla y proclamarla.