Esta Cuaresma está siendo distinta. Y
sin duda ha sido Dios quien lo ha querido. Me consta que mi nombre llevaba
sonando un tiempo en el seno interno de mi Hermandad de la Flagelación para ser
elegido pregonero. E igualmente llevaba un tiempo aguardando la llegada de mi
paternidad y por unas cosas o por otras no ha sido hasta este mismo año. Y aquí
juega el Señor de la Bondad que es quien ha tejido las entretelas del destino
para que algo tan maravilloso para un cofrade se hiciera realidad en mi
persona: mi hija Claudia con apenas un mes y una semana de vida se convertía en
la hermana más pequeña de la cofradía el día que su padre subía al atril a
pregonar su hermandad. No hay palabras para explicar la grandeza que ello
conlleva a quien es un cofrade convencido y empapado de su sentir como yo. No
me canso ni me cansaré de recordarlo jamás: mi hija juró reglas minutos antes
de que yo tuviera el honor de pregonar nuestra hermandad. Grande, enorme,
inmenso, incalificable e indescriptible lo que ello significó para mi humilde
persona.
El día que me llamó el Hermano Mayor para
comunicarme que la Junta de Gobierno había elegido mi nombre para ser el
pregonero no supe decir que sí a la primera. He tenido ciertos problemas de
enfrentarme al atril y además la responsabilidad de pregonar a la hermandad en
un año tan especial como era éste, XXV Aniversario de la hechura y llegada de
Nuestro Padre Jesús de la Bondad, era muy grande. Pasé el día dándole vueltas y
pensando que no había nada más bonito que pregonar a la hermandad de uno mismo,
que muchos querrían estar en mi posición y, sobre todo, que otros muchos
merecían que yo rompiera miedos y ataduras y lo hiciera por ellos y por
aquellos que ya no están. Por la tarde le dije a los más cercanos que lo haría.
Y al día siguiente llamé a Emilio, nuestro Hermano Mayor, y le comuniqué que
contase conmigo. Pregonaría a mi cofradía el día 18 de Marzo de 2017 a las 20:00
horas de la tarde en la Iglesia de Santo Tomás de Villanueva. Y así fue.
No podía tener mejor compañía en el
altar de la parroquia que el mismo Dios de la Bondad y su Madre del Consuelo.
Me puse frente a Ellos un ratito antes de la misa y les brindé una oración.
Después celebramos la eucaristía en hermandad y al comulgar me llené de Ti, de
la cara que yo veo cuando rezo el Padre Nuestro. Siguió el acto con la Jura de
Reglas de nuevos hermanos y comenzaron las palabras a salir tras el atril.
Primero el mantenedor del acto dio lugar a la presentación del cartel de la
cofradía para este año 2017, segundo mi presentador como pregonero, Chefo, mi
capataz y amigo, quien dedicó a mi persona unas palabras y halagos que
considero inmerecidos y al que desde estas líneas del Rincón agradezco de nuevo
y, tercero y último, mi humilde pregón y yo, anudados con un atado lazo de
nervios, subimos al atril y se obró la maravilla. Pregoné a mi cofradía de la
mejor manera que supe y pude: con sentimiento a flor de piel, rozando el llanto
en ocasiones y exaltando el sentir personal y general. Sin duda disfruté e hice
disfrutar. Esa era mi tarea autoimpuesta desde que acepté ser el pregonero. A
más de romper mis miedos, claro está. Y lo hice. Y la satisfacción fue y es
enorme. Todavía no me creo el haberlo superado y, como dicen los capataces para
cerrar una chicotá, ahí quedó.
Y a juzgar por las palabras y gestos que
me abrazaron al terminar de elevar la voz en nombre de toda la hermandad, debió
ser bueno lo que hice y, cuanto menos, emotivo. Pero ya lo dije en el pregón y
lo vuelvo a repetir: yo no tengo mérito alguno. ¿Quién, mi hermandad, te pregone
que tenga buen pregonar? Este año recayó en mí la labor y me considero un
afortunado por haber podido estar a la altura de lo que se me encargó y haber
seguido la estela de muchos de mis hermanos que han sido magníficos
predecesores en el pregón de la hermandad. La Flagelación es la hermandad en la
que me he hecho cofrade, en la que he sabido lo que es hacerse costalero, en la
que he tenido sonrisas y lágrimas y en la que mi alma se ha hecho conciencia de
fe al mirar a la cara a Nuestro Padre Jesús de la Bondad y a María Santísima
del Consuelo. Y me honra decirlo y ser su hermano, su costalero y haber hecho
hermana a mi hija, porque no sé si habrá día más bonito para mí que el día que
pregoné a mi cofradía y mi hija Claudia formó a engrosar nuestra nómina de
hermanos. Siento el haberlo repetido, pero ya he anunciado al principio de
estas líneas que no me canso ni me cansaré de decirlo. Y, es más, ojalá
estuviera en mi mano el poder concederos a todos los que esta entrada leáis el
mismo caudal de de sentimientos desmedidos que yo tuve ese día en este arrabal
de la ciudad llamado Santo Tomás. Muchos pregoneros que tuvieron el don de
pregonar a su hermandad me lo dijeron y lo pude comprobar y hoy lo digo a pecho
abierto: qué grande es pregonar a tu cofradía.
Gracias al Hermano Mayor, a la Junta de
Gobierno, a mis hermanos y mis compañeros costaleros de la Fábrica de los
Sueños por confiar en mí para esta misión de ser la voz de toda la cofradía en
un año tan señalado como en el que celebramos el XXV Aniversario de la Hechura
del Señor de la Bondad. No lo olvidaré jamás. Y gracias a mi familia y mis
amigos por aguantar a este loco cofrade que soñaba todos los días del año con
retazos de pregón que se hicieron realidad en esta inolvidable cuaresma del año
2017. ¡¡Gracias!!
...Y si Dios, el
Padre bueno,
te da la
oportunidad
de decir si te
reencarnas,
no lo hagas
esperar.
Dile que te
mande presto
de nuevo a Santo
Tomás,
a volver a jurar
las reglas
de una grandiosa
hermandad
donde siempre
serán eternos
el Consuelo y la
Bondad.
He dicho.