Queridos ciudadrealeños devotos de
Nuestra Señora la Virgen del Prado:
Ya nos vamos acercando a la fiesta de la
Virgen del Prado el día 15 de agosto. Todos los años, este día, los devotos lo
celebramos con auténtica fe y alegría, todos los ciudadrealeños hacemos fiesta,
porque es la festividad de nuestra patrona, la patrona de nuestra ciudad,
Nuestra Señora la Virgen del Prado.
Han sido muchos los actos y
acontecimientos que hemos vivido en el año que ha durado la celebración del
cincuentenario de la coronación de nuestra Señora la Virgen del Prado. La
celebración solemne de este cincuenta aniversario de su coronación, ha debido
ser un motivo para que, como devotos, hiciéramos una balance, una revisión de
nuestra vida y de nuestra devoción personal, para comprobar la autenticidad de
la misma y tomar conciencia de las exigencias que debe suponer para nosotros y
la exigencia de nuestra devoción a la Virgen bajo esta advocación.
Cuando nos disponemos a celebrar la
fiesta de nuestra patrona el día 15 de agosto, se me ocurre que no podemos
celebrarla únicamente centrándonos en lo puramente exterior y vistoso, que, por
experiencia, sabemos que no tiene una mayor repercusión en nuestra vida como
cristianos, ni en una devoción más auténtica a la Virgen.
La celebración de nuestra patrona, la
Virgen del Prado, debería llevarnos a un planteamiento mucho más auténtico de
nuestra devoción mariana y de nuestra vida cristiana; debería llevarnos a un
cambio y a una auténtica vivencia interior de su significado; a una conversión
y a una fe más auténtica al estilo de la suya.
Nuestra identidad cristiana no puede
estar cimentada en actos esporádicos y externos que no interpelan nuestra vida
cristiana, ni nuestro crecimiento y maduración de tal identidad. La fe es una
vida y la vivimos cuando estamos siendo coherentes con nuestra identidad de
seguidores de Cristo, con un estilo propio y peculiar del verdadero discípulo
del Señor que trata de vivir cada día, sin reducir la fe a lo que está bien
visto o a lo que es más vistoso o nos resulta más cómodo.
Una vez más, la festividad de nuestra
patrona la Virgen del Prado nos invita a clavar nuestra mirada en su persona y
en su vida, para descubrir cuáles son sus virtudes, las actitudes más
sobresalientes que ella vivió en su vida y tratar de imitarla nosotros en la
nuestra.
Pongamos a la par las principales actitudes
más sobresalientes de nuestra Madre, como primera y la mejor discípula de su
Hijo, y las actitudes personales nuestras como cristianos y seguidores del
mismo Cristo, para concienciarnos de las diferencias entre Ella y nosotros. No
para desanimarnos ni condenarnos a nosotros mismos, sino para sentir en nuestro
corazón la llamada que María, por medio de su vida, de sus actitudes vitales y
personales, nos hace a cada uno de nosotros, especialmente a los que más cerca
de ella nos consideramos; una llamada a cambiar nuestras carencias y defectos y
a convertir nuestra vida según el modelo que vemos en ella; porque imitándola a
ella, que fue la primera y la mejor seguidora y discípula de su Hijo, también
nosotros seremos sus discípulos y seguidores auténticos.
Sintamos esta llamada de la Virgen del
Prado y tratemos de encarnar en nosotros sus mismas actitudes, y vivir nuestra
fe como ella la vivió. Ella se preguntó, en todo momento, lo que Dios le pedía
y respondió siempre con generosidad y disponibilidad al plan salvífico de Dios
sobre toda la humanidad, dando su sí a lo que a ella le correspondía dentro de
ese plan de Dios.
Ojalá que, ante la contemplación de
nuestra Madre, sepamos todos responder con nuestra disponibilidad al plan de
Dios, diciéndole con el corazón y con la vida: Aquí estoy, cuenta conmigo.
¡Feliz fiesta de la Virgen del Prado!
Gerardo
Melgar Viciosa, Obispo-Prior de Ciudad Real