domingo, 26 de abril de 2020

HERMANAS DE LA CRUZ EN CIUDAD REAL: 66 AÑOS DE ENTREGA Y AMOR A LOS POBRES



La Compañía de la Cruz es una Congregación religiosa católica conocida también como Hermanas de la Cruz que fue fundada en Sevilla el 2 de agosto de 1875 por Sor Ángela de la Cruz. Su llegada a Ciudad Real se remonta al año 1954, en concreto al 11 de mayo día en el que fue bendecido su convento por el obispo Echeverría, siendo la fundación número 46 de España. Por primera vez la comunidad, son ocho hermanas, abre sus puertas a un medio de comunicación para explicar la labor que desarrollan en Ciudad Real, siguiendo el camino marcado por la fundadora, visitando enfermos y necesitados en sus casas. La puerta de su convento está siempre abierta para atender a los que nada tienen, y con su vida de amor y su entrega son sal en el mundo, testimonio de pobreza, de desprendimiento, de humildad, de vida religiosa íntegra y coherente

Prefieren no decir sus nombres. Quieren permanecer en el anonimato y huir de cualquier protagonismo personal. La comunidad de las Hermanas de la Cruz de Ciudad Real la integran en la actualidad ocho hermanas, todas españolas y de todas las edades. Y permanecen, 145 años después de su fundación, fieles al camino de Sor Ángela de la Cruz “hacerse pobre con los pobres para llevarlos a Cristo”.

La presencia de las Hermanas de la Cruz en Ciudad Real se remonta al año 1954, en concreto, al 11 de mayo, día en el que el obispo Emeterio Echeverría bendijo el nuevo convento que siempre ha estado, y está, en la Plaza de Santiago, enfrente de la parroquia del mismo nombre. Llegaron a nuestra ciudad de la mano del Padre Castro, párroco de Santiago, siendo esta fundación la número 46 de España. Al frente de ella, entonces, Sor María de la Cruz que fue la primera superiora de las Hermanas de la Cruz en nuestra ciudad.

La comunidad de las Hermanas de la Cruz es una de las más queridas en nuestra ciudad, llevan a cabo una enorme labor social en favor de los más necesitados. Cabe recordar que fue distinguida por el Ayuntamiento, en el año 1997, con el título de “Ciudadano Ejemplar”.


Visita a los enfermos en sus domicilios

Su misión principal es la visita a los enfermos y asistirlos en sus domicilios. Fieles al carisma del Instituto, y continuando el camino marcado por la fundadora, estas ochos hermanas siguen visitando enfermos y necesitados en sus casas, en la actualidad son más de 15 las mujeres que atienden. Si es necesario les preparan la comida, las velan, las curan, las asean y les llevan “el consuelo de Cristo que los ama y se preocupa por ellos”. Además, tienen pequeñas residencias para ancianas desvalidas, con alrededor de 15 plazas, en Alcázar de San Juan y Puertollano.

Hasta hace muy poco, ahora no pueden hacerlo por falta de hermanas jóvenes, acompañaban también a los enfermos por la noche en sus domicilios o en los hospitales.

Afirman que en esta ciudad hay mucha soledad y muchos enfermos que, por falta de personal, no pueden visitar como quisieran. La lista de personas que necesitan ayuda y compañía es amplia, quisieran llegar a más, pero son las que son, ocho.

Hasta los servicios sociales han recurrido a ellas en algunas ocasiones. La más reciente, para atender a una mujer mayor, un caso ‘desastrado’, que no abría la puerta a nadie en su domicilio. Tras varios intentos, las Hermanas de la Cruz lograron que les dejaran entrar y poder atenderla. La bañaron, la pudieron arreglar, le cortaron las uñas que hacía dos años que no se las cortaba, limpiaron y arreglaron la casa. “Era una mujer muy linda, ahora está en una residencia”.

Las personas a las que visitan, fundamentalmente mujeres, saben que en las Hermanas de la Cruz no sólo tienen una ayuda material o física, también espiritual, saben que pueden contar con ellas para todo.


Atención a los pobres

La puerta de su convento está siempre abierta para atender a los que menos tienen y con su vida de amor y su entrega son sal en el mundo, testimonio de pobreza, de desprendimiento, de humildad, de vida religiosa íntegra y coherente.

“Hay muchísima gente pidiendo. Por alimentos viene mucha gente”. Sólo en Navidad han atendido a más de 250 familias de la capital. También dan mantas, se paga la luz, el agua, el alquiler, “lo que buenamente se puede”, siempre conociendo los casos, las situaciones personales y familiares… 28 familias reciben a diario, en el convento, leche y pan. Cada persona que acude a pedir ayuda tiene detrás una historia de sufrimiento, aseguran.

El Banco de Alimentos de Ciudad Real les da con mucha frecuencia, siempre que lo necesitan. Y lo demás, proviene de las limosnas. “La gente de Ciudad Real es muy generosa con nosotras, pedimos limosna de puerta en puerta y son muchos los que se acercan hasta nuestro convento para darnos su donativo que nos permite comprar alimentos, ropa, útiles de aseo y limpieza…., lo que sea necesario”.

Además, esta pasada Navidad numerosas instituciones, empresas, colegios, asociaciones, hermandades y hasta partidos políticos, como PP y VOX, han llevado a las Hermanas de la Cruz los alimentos recogidos en las diversas campañas solidarias promovidas.

“En Ciudad Real la gente nos quiere, somos muy queridas; puede haber alguien que diga que damos a quien no lo necesita pero nuestra labor es sembrar y el fruto que lo recoja quien quiera”.


El día a día de las 8 Hermanas de la Cruz

La Compañía de la Cruz es una congregación religiosa de vida mixta, son “contemplativas en la acción”, como le gustaba decir a su fundadora Son Ángela de la Cruz. La congregación, de marcada impronta franciscana, presenta un espíritu fuertemente contemplativo: Santa Misa, Oficio Divino, dos horas diarias de oración, rosario, prácticas devocionales comunitarias y personales… De este modo “vivimos intensamente unidas a Dios para poder darlo con palabras y obras a los demás, tenemos una vida llena de oración”.

A las 6 de la mañana ya están en pie. Y hasta las once de la noche rezan, atienden enfermos y mayores, piden limosna, están volcadas en los pobres, viviendo como ellos, desprendidas de todo. En el convento no hay calefacción, a excepción de la capilla, ni televisor, ni internet… El dormitorio es un cuarto común donde descansan, juntas, las hermanas.

“Nuestra vida de comunidad es muy importante para nosotras. Tenemos ratos de recreo en los que cosemos, hablamos, nos reímos…, somos felices, tenemos la alegría de los hijos de Dios, no hace falta tener muchas cosas materiales para ser feliz, le felicidad no consiste en tener sino en dar, cuanto más se da más feliz se es, esto es una realidad”.

Su vida es muy de comunidad, de hecho no salen solas a ningún sitio, siempre de dos en dos. Decía Santa Ángela que debían de ser una el ángel de la guarda de la otra. “Mientras vamos por la calle siempre hay una hermana que va hablando, haciendo el apostolado, y la otra se dedica a rezar por su compañera”.

A priori parece una vida dura pero ellas la aman. “Yo la amo, es mi vida, es mi vocación, es un regalo de Dios, una gracia que el Señor me ha dado. También es duro una familia y unos hijos pero como existe el amor se hace muy llevadero; pues eso pasa también con nuestra vida religiosa. Nadie sabe lo feliz que se es cuando de verdad se quiere y se ama a Dios, quien mejor que Él nos puede dar la felicidad”.

Siguen, al pie de la letra, el carisma de su fundadora que, 145 años después, sigue estando actual, respondiendo a las necesidades de la sociedad y viviendo el Evangelio de forma radical. “Esto es posible porque el carisma viene de Dios, es Él quien mantiene el Instituto, igual que las vocaciones”.


Falta de vocaciones

Al igual que en otras muchas congregaciones religiosas las Hermanas de la Cruz también afirman que faltan vocaciones. “La familia no existe, éste es uno de los primeros motivos y una realidad, hoy sólo se tiene un hijo, como mucho dos”. Además, subrayan, la sociedad “tiene mucho ruido y la gente no quiere escuchar a Dios”.

“También es cierto que hay gente muy buena y una juventud extraordinaria que quiere radicalidad, no les gusta lo light, quieren vivir de verdad, pero vivimos en una sociedad en la que no se habla de Dios y así no lo pueden conocer”.

Lamentan que entre todos se esté construyendo una sociedad negativa, sin esperanza, sin valores, sin futuro “y todo porque no queremos que Dios exista pero en cada persona siempre pesa más lo bueno que lo negativo”.

La conversación dura poco más de una hora y el timbre de la puerta del convento no ha parado de sonar. “La gente viene aquí a buscar consuelo, a hablar de Dios, a pedir y a traer”. Estas ocho hermanas, con el amor y la humildad por bandera, están volcadas en los pobres, viviendo como ellos y desprendidas de todo, llamadas a una vida de abnegación, penitencia y caridad, teniendo como base la fe y el amor a Dios y a los demás.