El Miércoles Santo, José Luis Serrano llamará con sus característicos cuatro toques de martillo al paso de misterio de Jesús de la Bondad, y tendrá a sus dos hijos, a Jorge y a Carlos, a sus órdenes, a la voz del capataz.
Desde hace dos décadas, José Luis Serrano dirige el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Bondad en Ciudad Real. Cada Miércoles Santo, su voz marca el compás de la cuadrilla que guía al Señor por las calles de la ciudad. Pero este año, la emoción adquiere una nueva profundidad: sus hijos, Jorge y Carlos, ya forman parte del mundo costalero. Uno bajo el paso. El otro, a su lado, aprendiendo. Es la historia de una herencia que no se impone, sino que se transmite con devoción, admiración y orgullo familiar.
Desde hace dos décadas, José Luis Serrano dirige el paso de misterio de Nuestro Padre Jesús de la Bondad en Ciudad Real. Cada Miércoles Santo, su voz marca el compás de una cuadrilla que guía al Señor por las calles de la ciudad. Pero desde el año pasado, su papel como capataz tiene un significado aún más profundo: bajo las trabajaderas camina su hijo Jorge (2007), y junto a él, en el cuerpo de capataces, su hijo menor, Carlos (2009), absorbe cada detalle. Es la historia de una devoción compartida, de una herencia que no se impone, sino que se vive y se transmite con naturalidad.
José Luis (1974) conoce bien el mundo del costal. Su primera salida como capataz fue en 1997. En 2005 asumió el mando del paso de la Bondad, y desde entonces, el Señor al que venera ha marcado su camino cofrade. «He tenido la suerte de haber podido mandar los dos pasos de mi cofradía. Son mis dos devociones y me siento afortunado de tomar decisiones que marcan la personalidad de la hermandad en la calle», explica con emoción.
Sus hijos han crecido entre alpargatas,
ensayos y el murmullo devoto del Miércoles Santo. Jorge, nacido en 2007, ya se
ha estrenado como costalero. «Me motivó la huella que dejó en mí desde niño. No
era solo ver a mi padre dirigiendo un paso, era contemplar la pasión, la
entrega, la fe que lo envolvían en cada chicotá», cuenta. En la desarmá del año
pasado, un veterano le cedió su sitio y pudo cumplir su sueño. «Es una
satisfacción indescriptible que tus hijos hereden tus pasiones», confiesa José
Luis. «Ver cómo mis propios amigos se hacen amigos de mis hijos, compartir
tiempo, inquietudes y momentos únicos... es algo impagable», narra.
Costal y terno negro. Carlos, de 16 años, aún no puede entrar bajo el paso, pero este año ya forma parte del cuerpo de capataces. Observa, aprende y se prepara. «Salir delante del paso aprendiendo del oficio más bonito del mundo junto a mi mayor devoción, Nuestro Padre Jesús de la Bondad, y acompañado de mi padre, va a ser un momento, una experiencia y un sentimiento único e inigualable», asegura.
La familia vive la cuaresma con intensidad. Los ensayos, los traslados, los cultos y los preparativos ocupan buena parte de su tiempo. «En casa se habla de cómo va la cuadrilla, si hay bajas, cómo se va a hacer una cosa u otra», dice Carlos. Para Jorge, cada ensayo es un paso más hacia lo que más espera en el año. «La cuaresma es una época muy bonita. Disfrutamos de cada ensayo con los amigos, de cada actividad, sabiendo que se acerca lo mejor». Pero más allá del trabajo físico, lo importante es lo que se transmite: valores. José Luis lo tiene claro: «El mundo del costal enseña empatía, sacrificio, generosidad, trabajo en equipo, humildad». Jorge añade que ha aprendido a cuidar la salud, a respetar el oficio, pero sobre todo, a valorar lo humano. «Mi padre me ha enseñado que lo más importante es rodearse de buena gente», resume.
Ambos hijos coinciden en que su devoción por Jesús de la Bondad es algo que va más allá de lo estético o lo tradicional. «Ha estado a mi lado siempre, en los días de luz y en los de sombra», dice Jorge. Carlos comparte esa fe profunda: «Es la mayor devoción de nuestra familia. Cada vez que lo miro a los ojos y le rezo me siento una persona privilegiada», añade. Y si algún padre o hijo duda en compartir esta experiencia si pueden, Jorge lo tiene claro: «Que no lo dude. Vivir la Semana Santa juntos crea un vínculo que no se puede explicar con palabras. Te atrapa y lo vives con una intensidad única». El Miércoles Santo, José Luis llamará con sus característicos cuatro toques de martillo al paso de misterio de Jesús de la Bondad, y tendrá a sus dos hijos a sus órdenes, a la voz del capataz.