viernes, 9 de marzo de 2018

XXIII PREGÓN DE LA COFRADÍA PRONUNCIADO POR EL RVDO. SR. D. ÁNGEL PUENTES ARENAL



A MIS PADRES JULIO Y ANA POR TODO.
A MI TIA ADELA POR SU TESTIMONIO,
A D. ANTONIO VERGARA, PÁRROCO DEL ESPIRÍTU SANTO DE MAIRENA DEL ALJARAFE,
A OLVIDO,
A TODAS LAS PERSONAS QUE COLABAMOS DE MANERA ESPECIAL PARA EL GLORIOSO MAYO, EPECIALMENTE A MIS AMIGOS FRANCISCO JAVIER MOYANO, RAÚL Y ANTONIO TERCERO,
Y A TI, QUE NUNCA ME ABANDONAS Y TANTO ME AYUDAS, DOY LAS GRACIAS A DIOS POR HABERTE CONOCIDO Y PIDO POR TI TODOS LOS DÍAS,

“La que viene a mi memoria
Es una historia de amor
Estando amando al amado
Atención al interior
Que quiere abrirse esta tarde
Y cantar en el pregón
Como comienza este viaje
Loado seas Señor.
En todo amar y servir
Y la sal que da sabor
Como los capirotes altos
Que anuncian que ya llegó
El miércoles anhelado
Que empieza a darle color
Al asfalto de las calles
Que Ciudad Real dibujó
Para nuestros sinsabores
Para nuestro corazón
Que el médico de las almas
Viene como un pescador
En la barca que es su altar
Y que su hermandad le dio
Para que navegue en las aguas
Y al pasaje  dio candor
Y por la plaza de Santiago
Con los ángeles de Dios.
La que viene a mi memoria
Es una historia de amor
Que solo contarla tú sabes,
Que fuiste mi bendición
Con tus cinco lagrimitas
Con tu singular olor
Que con nardos y violetas
Perfumas al mismo sol
Que amanece en noche oscura
Arrebatado del calor
En mi singular columna
Buscando la curación
De los males corporales
 Y de mi tribulación
Cuando siento los flagelos
De la lengua y del rencor
De la envidia que es dañina
La mentira y la traición.

La que viene a mi memoria
Es una historia de amor
Que habla de parque y mayo
De mi pequeña oración,
De canciones y de canto,
De palillos y tambor,
Del rosario matutino
De hospitales y de flor
Que florecen al Consuelo
Y a esa Bondad de Dios
Que pronunció mi nombre
Del pueblo guía y pastor
Estando siempre conmigo
Nunca de mí se olvidó
Y la Bondad Soberana
Y Consuelo, Consolación
La que riega con sus lágrimas
Para que el prado de frescor
A ese glorioso Agosto
Que nos da tanto calor.
Por eso…
La que viene a mi memoria
Es una historia de amor
La sangre que se derrama
Por nuestra Redención,
La Bondad que siempre está amando
Y amor Él nunca encontró
No viendo el amor que nos tiene
Desde el momento que se encarnó
Y miramos a muchos rostros
Buscando consolación


El egoísmo y el narcisismo
En nuestro corazón posó
Y viendo el Amor tan grande
Preferimos el dolor
De una vida casi vacía
Que nos aleja de Dios
Y de la felicidad bella y tangible
Que nos regala el Señor.
La que viene a mi memoria
Es una historia de amor
De varales y de incienso
De llameante carbón,
De le cera que se funde
Del vestido del sayón
Del candelabro de cola
De la cruz y del farol
Y de tu candelería
A golpe de llamador
Y de la soga que ata
Al Divino Redentor
Y del manto que nos acoge
Y del fanal que es un primor.
De tu siempre camarera
Que el alfiler te pinchó
Al encaje de bolillos
Que acaricia y engalana
A la misma Madre de Dios.
De oro es tu corona
Que el orfebre te labró
Y las potencias de plata
Que lleva nuestro Salvador.
La peana de la Reina
Y el pañuelo que bordo
Las lágrimas de su hijo
Que a su amparo se acogió
Y el Rosario que balancea
Y la barca que no naufragó
A pesar de las corrientes
Sin  remos no le dejó.
Y en esta singular historia
Que arranca este pregón
Que nadie pregunte él porque
Del sentido, de la emoción,
De los nervios y de mi llanto,
De mi sonrisa y de mi ilusión
Ya que  a la memoria viene
Una preciosa historia de amor”

Saludos:

Estimado Señor cura párroco de Santo Tomás de Villanueva D. Antonio, hermano mío.
Estimado D. Francisco del Campo, Canónigo de la Catedral de la Ciudad y predicador del quinario de nuestro titular, hermano mío,
Señor Hermano Mayor y miembros de la Junta de gobierno de la Ilustre, humilde y fervorosa Hermandad y cofradía de Nazarenos de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María Santísima del Consuelo,
Hermanos Mayores de diferentes Hermandades,
Autoridades presentes,
Queridos hermanos y hermanas:

Todo tiene su momento. Aunque queramos mover las agujas del reloj para un lado o para otro o incluso detenerlas, aunque queramos adueñarnos de lo que no nos pertenece porque nuestra soberbia se crea algo incluso con la osadía de mover las hojas del calendario aprendemos en esta vida que el tiempo de Dios no es nuestro tiempo y si no entendemos el porqué de muchas cosas, no nos importa, porque sabemos perfectamente que si Él permite en nuestras vida, detalles, miradas, conversaciones, actitudes… siempre será para nuestro bien.
Todo recobra sentido cuando uno se acerca a su mirada serena y cansada. A la luz de tus ojos del color de los prados de nuestra tierra nuestra tierra reseca y sin agua empieza a florecer porque tu mirada es tan penetrante y portentosa que hace al hombre más hombre y tu “Luz nos hace ver la luz” cuando nos cegamos en tantas ocasiones y que sin querer, aunque sea un mar de Bondad, nos llevamos a tantas personas que en este diálogo entre tu yo empiezan a florecer.

Sé que me dejas hablar y me escuchas aunque “No está aún mi palabra en mi lengua, y tú, Señor, ya la conoces” pero prefiero contártelas yo. Como te las he contado, bien en una humilde habitación que como en un pobre pesebre se mostraba tu rostro y me hablabas en el silencio, o bien en esta tu casa donde pasas tantas horas solo deseando escuchar y hablar en el silencio de este templo, o bien en una tarde amorosa que bajo el antifaz y en anonimato me haces elevar la mirada hacia el cielo donde allí yo te encuentro entre los candelabros que te alumbran y dan calor a ese frío patio donde eres golpeado, azotado, humillado… todo Jesús mío porque me amas.

Ni los candelabros son capaces de acariciar tu bella imagen, solo pretenden rodearte para que seamos nosotros como tú en medio de la oscuridad de una noche que nos envuelve y que impide que tu bello rostro brille en medio de tantas tinieblas…

Pero sigo hablándote, porque me gusta estar tanto contigo a solas que solo con tu mirada recobra vida mi campo seco, el agua vuelve a fluir en mi pequeño riachuelo, mi paso inquieto e inmóvil vuelve andar con paso firme incluso se atreve hacer costeros, ¡cambios! Igual que tu cuadrilla te va mimando todos los miércoles santos con su maestría, con la blancura de sus costales y la sabiduría de la humildad, donde aunque no se vea se ve tanto y aunque no se sepa no hace falta.


Sé que tengo que atravesar mi peculiar Calle Jacinto después de la explosión de la Merced esta calle se me hace larga e interminable, me faltan las fuerzas, parece que todo me viene de repente el agobio, el cansancio e incluso mis labios resecos piden unas gotas de agua fresca que no llegaran hasta que el capataz detenga el paso en esta chicotá que se me está haciendo interminable.

Qué curioso, de repente se me viene a la memoria tantos acontecimientos en mi vida que como si de las cuentas de un rosario se tratara todas unidas y enlazadas han venido de golpe, como esa Calle Jacinto… sin embargo, una fuerza que no sé de donde brota me hace traer a la memoria a mi Criador, me hace estar atento a mi interior y me hace que te ame cada vez más.

Ese es mi alivio hasta que escucho “pararse ahí”, entonces descanso, bebo, oigo una palabra de aliento… y de nuevo el martillo que me llevará hacia las mismas puertas del cielo.

Cuanta gente ha querido acariciar tus trabajaderas, en ellas se han quedado y aunque físicamente no estén si están grabados con letras de oro cada uno de sus nombres en la madera que la forman.

De la Virgen del Consuelo
Quisiera ser su trabajadera
Que comienzan a trabajarse
En una eterna cuaresma
Y a golpe de llamador
Cuando llega primavera
Van rezando Ave Marías
Por calles y plazoletas,
En el paso de Misterio
Cristo entre romanos llega,
Ya no reza en un olivo
Ni Judas su mejilla besa
Ha sido negado por Pedro
Después de compartir su Mesa
Cenado con sus amigos,
Los dos costeros a tierra
La Iglesia ya está en salida
Y nuestro pueblo contempla
Como atado a la columna
Entre lirios y saetas
El Hijo de Dios hecho hombre
Ilumina la calleja
Y va caminado al compás
De los hombres que le rezan.

De la Virgen del Consuelo
Estos hombres son sus velas,
Cuando azotado y calumniado
O en el joyel de la Reina
Con esos doce varales
Meciendo su parihuela
Aliviando su martirio
En un enjambre de abejas
Que forman su candelería
Encendida siempre la cera
Entre el humo del Incienso
La faja de penitencia
Bambalinas son suspiros
Que van suspirando con Ella
A la voz del capataz
Para la Madre más bella
El sonido del racheo,
El aguaor que se acerca
Aliviando su camino
De nuestras vidas sedientas
De un agua que solo calma
Y ofrece la vida eterna
De las entrañas de María
Que es la Madre de la Iglesia.

De la Virgen del Consuelo
Estos hombres son sus velas,
Rosario que nunca acaba
Cuando se hace aquí en la tierra
Un costal como la nieve
Unido a la trabajadera
Del enfermo y del parado
Del que vive la pobreza
El llamador que nos llama
A quitar esas fronteras
Que hacen al hombre esclavo
De rencores y miserias.
El paso siempre de frente,
Que alivie todas las penas
De aquellos que no lo conocen
Lleguemos a las periferias
Donde están esperando a Cristo
Que entre compases llega.

De la Virgen del Consuelo
Estos hombres son sus velas,
Como el rosario que rezó
Una mujer valverdeña
Un 8 del mes de Junio
Para que unido a la trabajadera
Diera lo mejor de si
Y aunque este año no llega
A mecerte gran Señora
A llevar tu parihuela
Te digo yo Madre mía
Te digo yo bella perla
Que estará siempre contigo


Que te fundirá la cera
Que te subirá a tu trono
Que te aliviará tu pena
Porque es hermano de aquel
Que se agarra a la manigueta
Y de aquella que se ofrece
A vestir a la azucena.
Está llorando la torre
De la Iglesia Perchelera
Lagrimas que solo sabe
El que a caballo me llega
Y quiere frenar la ira
Del sayón que te flagela.
Y no me puedo olvidar,
Verdaderas costaleras
Son las Hijas de Sor Ángela
Que mi casulla cosieran
Y que caminan unidas
Y por nosotros rezan.
Es mi Cristo de la Bondad,
El Cristo que a todos llega
Por eso te pido esta tarde
Costalero de casta manchega
Que le lleves un buen vino
de calidad y solera.
Busca tu sitio hermano,
Busca una buena tierra,
que el costal sin ser trabajado
no vale para la faena.
Quita todos los pedruscos,
la cizaña que haya en ella
y limpia el costal costalero
para una Madre tan buena.
El sol tiene que lucir
y alimentar la materia,
los rayos de la oración
que van de frente con Ella.
Y riega el campo costalero
que la vendimia se acerca
y hay que prensar la uva
con esas trabajaderas.
El agua viene del cielo,
y le llega a la primera,
al patero, a la corriente
terminando en la trasera,
que hay que suspender los cuerpos
venga de frente con ella
que el agua es nuestro Bautismo
para los sacramentos puerta.
Y después del soleado,
y después de nuestra riega,
toca agacharse hermano
para la uva cogerla.
No te canses de coger
la uva en la trabajadera
ayuda al que llevas al lado
que le va faltando las fuerzas
y a todo el que necesite
de tu ayuda costalera.
Una vez en el remolque,
seleccionar yo quisiera
lo mejor de nuestra uva,
lo mejor de nuestra Iglesia
y llevarla ante la Virgen
la que en el guarda pasos queda
y que se prense en su salida
en mi cerviz, en mi trabajadera.
Hay que dejarse pisar,
y si tu orgullo hiriera
ves a pedirle perdón
que van faltando las fuerzas
en la eterna chicotá
del campo hasta la bodega
y hay que prensar sentimientos
que a mal puerto nos lleva.
Y cuando llegue la revirá
que nos lleva a la plazuela
izquierda alante, derecha atrás
y si el capataz insistiera
se obediente y goza
de la fria trabajadera
que es la cruz de tus hermanos
aunque sea dura madera.
Parase ahi nos han dicho,
las piernas ya se fermentan
no te olvides costalero
que eres manchego de cepa
y da todo con amor
como hijo de esta tierra.
Tos por igual valientes
clarificado queda
el vino de tu vendimia,
el vino de tu cosecha,
el vino de tu alegría,
y de tu fe costalera.


Y va durmiendo la noche,
no quiere la luna llena
dejar de alumbrar el cielo
aunque oscuro se presenta.
Y termina la peregrinación,
de nuevo estáis en la Iglesia,
todo lo grande termina
y lo pequeño se queda
contando los días te veo
para que de nuevo veas
al Señor de la Bondad,
y a la Humilde Nazarena
que está esperando el vino
de tu raza costalera.

Por eso queridos hermanos
En esta tierra manchega
De la Virgen del Consuelo
¡Estos hombres son sus velas!

De las Flores el Convento

Quizás sepan más de Amarguras que Manuel Font de Anta esas piedras que rodean como si de una alfombra se tratara los muros de la casa de Madre Angelita.

Y aunque el Miércoles Santo se deje caer a las horas en que la Cofradía la atraviesa, no importa que el bordado de realce se deje acariciar en los pies de esa bella sinfonía que cada Miércoles Santo Dios interpreta en nuestra Ciudad Real.

Si en la “revirá” de la Calle que lleva el nombre de este humilde servidor ya nos hablan de Sacrificio parece que nos resistimos adentrarnos en la Plaza Perchelera que tanto sabe de nuestras vidas. Sin embargo, una vez adentrados en ella, nuestra mirada se dirige hacia esa pequeña puerta que nos hace hacernos pequeños para ser grandes. Nos cuesta, incluso muchos lo considera una utopía, pero no es así.

Es posible que bajemos para que subamos, es posible que deslumbremos esas miradas que parecen que no saben nada y todo lo saben y que por unos momentos nuestra historia pase por nuestra mente brevemente y nos haga recitar ante ese espectáculo el Confiteor.

Como si de un idilio se tratara, las Hermanas de la Cruz y esta hermandad en mi vida toman total equilibrio. Incluso en mi túnica nazarena, realizada por una de las hijas de Sor Ángela, la cual tengo el privilegio único en esta ciudad, de cubrir mi persona tras las puntadas y las oraciones que esta hermana tan querida por mi puso en la confección de la misma.

“Quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo” nos dice San Juan de la Cruz, haciendo eco del evangelio de San Marcos donde nos dice Jesús aquello que será una constante en la vida de los Santos “Quien pierda su vida por mí y por el evangelio, la salvará”. Mc 9,35.

Así lo enseña el Señor de la Bondad, cuando su imponente paso de Misterio es vuelto en la noche del Miércoles Santo hacia esa puerta que ante su mirada El mismo la abre, como se abrieron las aguas del río para que el pueblo pasara y viera el gran poder de Dios sobre aquello que para los ojos del hombre es imposible.

Las puertas se abren para que pase Cristo. Las puertas del corazón de cada hija de Sor Ángela siempre están abiertas porque el Señor de la Bondad continuamente pasa por sus  corazones y los llena de fortaleza y porque él, como en aquel triste y frío patio donde se llevó a cabo la flagelación necesita no flagelos ni sayones, sino vendas y algodones para aliviar su martirio y cicatrizar sus heridas abiertas en nuestro mundo.

Son sus miradas y su mirada, son sus llagas, son sus heridas, son sus tormentos… ellas lo saben porque un día bajo el lagarto de la Catedral hispalense, una jovencita trabajadora de un taller de calzado se lo confesó a un canónigo en olor de santidad. Ellas lo saben, porque en la placita de Santa Marta lo dejó escrito aquella que poco sabía escribir.


Y no se quedan en palabras vacías, sino que lo hacen vida. Cubren diariamente de amor las heridas del Señor de la Bondad abiertas en nuestra sociedad tras la historia que llama al convento con su singular timbre los tienen como sus amos y señores.

“El patio se convierte en plaza
Los latigazos se oyen
Mi Cristo llora en la noche
Y la luna lo acompaña.
De la Cruz ellas son hermanas
Y te curan las heridas
De  tus almas preferidas
Que sufren la soledad
El paro o la enfermedad
En la pobreza sumida.
¡No me llores Cristo mío!
¡Oh Señor de la Bondad!
Que te da Ciudad Real
Frescas gotas de Rocío.
Para aliviar tú tormento
Presente en nuestros días
De Sor Ángela sus hijas
Vienen a ser tu Consuelo.
Sor Ángela llora en el cielo
Y quiere ser un costal
Con su canto celestial
Aliviando a los enfermos.
Y con suma caridad
Cicatrizar tus heridas
De las personas hundidas
Que tiene la sociedad.
¡Costalero, lleva a  Cristo!
Sin medir, sin contar, sin pensar
Y aprende de la Humildad
De las hermanas de la Cruz
Que vienen a ser la luz
De tu Cristo de la Bondad”.


Esa Virgen que enamora.

Tenía once añitos cuando me crucé con tu mirada. Curiosamente, aquella mirada infantil que caminaba hacia grandes cambios no te contemplaron en un templo sino en una sala de exposiciones. Corría el año 1991 cuando esta hermosa nazarena se presentaba por primera vez ante el pueblo de Ciudad Real. Yo no tenía nada que ver con la corte que te rodeaba por aquel entonces, sin embargo sé que tú ya contabas conmigo para nunca dejarme solo y experimentar emociones y sentimientos propios de la edad, siempre de tu mano.

Tus aledaños se convirtieron en mis propiedades, ya que Tú has permitido que fuera así. Y a pesar de las muchas dificultades que se presentan en la vida, a pesar de que la cruz de cada día puede llevar varios nombres todavía esa cruz la llevo en pos de tu Hijo Jesucristo.

Sin embargo, me consuela saber que la Cruz es la prueba manifiesta del Amor, “Nos amó hasta el extremo” nos dice el evangelio joánico y todavía me das la fuerza para seguir amando como si fuera aquel momento en que nuestra historia empezó.

Ya nos habíamos visto pero no tuve la oportunidad de hablar, de sentirte, de quererte… e incluso de acariciarte, como aquel momento de traslado, hoy para nosotros inimaginable, cuando se paralizaron mis piernas porque en una furgoneta te llevábamos aquel mismo lugar donde recordé nuestro amor primero.

Nunca he dejado de amarte, basta cerrar mis ojos y traer a mi memoria tu mirada, tu llanto, tus manos… muchas veces no sé porque lloras por eso te pido en esta tarde que ilumines mi entendimiento para saber de dónde brota tu llanto, no para engrandecer mis conocimientos sino para llevar tu bendito nombre y servirte de pañuelo a pesar de mis muchas faltas.

¡Ay Señora del Consuelo! En esta vida nadie nos conoce como nuestras Madres, si mi Madre sabe leer mis miradas y mis gestos quien mejor que Tu, que eres mi Madre del cielo.

¡Ay Señora del Consuelo! ¡Cuántos horizontes se abrieron en mi vida! Mi voz te servía para endulzar los sinsabores de la vida, el repique de mis palillos y la seca pandereta ponía alegría y júbilo ante el llanto de una madre.

Empezó a crecer la primavera de mi juventud, una juventud preciosa, un auténtico regalo tuyo y que no cambio por ninguna. Siempre tú me has regalado las mejores flores de tu jardín, a todos les doy las gracias desde este atril porque me siento privilegiado, gracias por dejarme ser una pequeña línea de vuestras vidas, aunque sea cargadas de ortografía.

Muchos nombres, muchos rostros, muchas situaciones… unos se marcharon, otros perseveran… de un modo o de otro, ellos pertenecen a esta singular historia que Dios empezó a escribir desde aquel momento en que tu mirada se clavó en mi corazón.

Dime Madre como hiciste
Y a qué escuela de llanto fuiste
Que llorando tu no heriste
Ni el parpado ni el lacrimal.
Más que quisiera yo llorar
Como tú, Virgen del Consuelo
Tus lágrimas desde el cielo
Me vuelven a consolar.
Mis manos no han de temblar
Porque tú, mi gran señora
Me enseñas como se llora
Sin dañar ese rosal.
Ese rosal donde aprendo
Que aunque cuente con espinas
Va cicatrizando heridas
Y ya no se vuelve tormento.
Dime Madre como hiciste
Y a qué escuela de llanto fuiste
Que llorando tu no dañas
Ni tu hermosura se empaña
Con la tristeza y el llanto,
La desesperación y el quebranto
Del corazón de una Madre
Cuando el miércoles por la tarde
Ve perder la vida al hijo.
Por eso a ti me dirijo
En forma de petición
Que antes de llevarte a Ella
Me lleves a mí junto a Dios
Porque yo no aguantaría
No tenerla aquí en mi vida
Ni a tu escuela yo podría
Aprender para llorar,
Oh Señor de la Bondad
Que gran regalo me hiciste
Cuando por Madre me diste
Ese nardo virginal
Que el miércoles en Ciudad Real
Del Consuelo le añadió
Y aquí en la tierra me dio
El calor que nunca acaba
El del corazón de mi Madre,
La que lleva por nombre Ana.

Tu silencio es mi silencio.

Siempre me ha gustado escuchar el susurro de tu voz maternal en los silencios que tú me ofreces. Sé que estamos ante una Hermandad que llena el andar de su cortejo con el llanto de los tambores y las cornetas que lamentan el martirio del Cristo de la Bondad o de los instrumentos de la Banda de Música que acompañan el caminar silente de María del Consuelo.

No obstante,  a pesar de que el cofrade de hoy intente llenar de ruidos ese silencio donde la Reina del Consuelo nos habla a voces, sigues ofreciéndome la conversación hermosa entre una Madre y un Hijo en ocasiones que verdaderamente emocionan y te sentimos de una manera especial.


Y es que me siento un privilegiado, no por méritos propios sino por tu mano amorosa que no me deja. He sentido y siento mi hermandad en todos los años de formación y de sacerdocio. Sé que es una locura recorrer los kilómetros que distan desde mis destinos y que me llevan a ti. Pero merece la pena darte gracias y hacer penitencia. No he dejado de señalar de rojo en mi agenda particular dos fechas: la primera el miércoles santo y la segunda el quince de agosto.

Y me gusta guardar silencio bajo el antifaz nazareno, en definitiva el Sacerdote es un hombre de silencio. No tenemos otra escuela, la del silencio de Cristo. Así nos lo enseñan los modelos sacerdotales, uno de los más importantes para mí el del Beato D. Narciso Esternaga. Fijaros bien que el silencio de su martirio es la gran catedra para un sacerdote y la escuela de cómo se ama verdaderamente entregando la vida por Cristo en el silencio, sin hacer ruidos, sin vanaglorias…

Y antes de que las cinco de la mañana llegue quiere subir la Gran Señora a su paso de palio pero antes nos ofrece en silencio su bendita mano para que se la llenemos de beso. Eso es la gran joya que luce por las calles de la ciudad, los besos de todos sus hermanos.

Es el silencio cuando la Virgen del Consuelo paseaba por el mejor de los Paseos y como estaba la casa de fiesta por las Bodas de oro de coronación las lágrimas y la sonrisa se juntaron en el silencio.

Sirva este pequeño gesto, para mi querido capataz del paso de palio y para esa cuadrilla de valientes para que no se pierda esta reverencia ante la Madre, reina, Patrona, Orgullo de la Mancha como es el milagro de amor que para todos nosotros es la Virgen del Prado.

Que me gusta a mí el silencio de la recogía cuando mi hermandad se apiña y una voz quiere consolar a una Madre que viene cansada después de tantas horas de itinerario y en forma de oración le susurra una nana en el guarda pasos para que la Madre de Dios deje de sufrir por unos instantes.

Es el silencio de cada uno de sus hermanos y de aquellos que compartieron los momentos más cruciales en mi vida.

Es el silencio de mi túnica blanca que con mi medalla llegaron hasta el Divino Salvador de Carmona o de aquella noche de vísperas donde las flores blancas empezaban a dibujar una ciudad en pleno mes de mayo.

Gracias a los hermanos que me acompañaron en estas dos fechas cruciales, en el silencio de la Primera Eucarística y en el silencio de las Vísperas del medio siglo de las mejores coronaciones canónicas.

“Mañana es quince de agosto,
Vente conmigo hermano
Las aguas de aquel pantano
Vieron el amor en su rostro.
Quiero llegar a tu casa
Con mi juventud y alegría
Celebrar la Eucaristía
Donde mi alma descansa.
Y a pesar de los pesares
Puedo decir con orgullo
Que este Sacerdote es tuyo
Aunque vengan mil vendavales.
Cicatrizas todos los males
De la Mancha, Señora y Reina
Y el miércoles tú remedias
Cuando a tu ventana sales.
Mi Cristo a ti te saluda
Amor de Madre ya suena
Quieres aliviar su pena
En la noche más oscura,
Cuando la Virgen del Prado
Baja de su camarín
Y con un paño de jazmín
Recoge la sangre llorando.
¡Que paren esta tortura!
¡Que está su Madre a su lado!
El centurión a caballo
Quiere endulzar su amargura.
¿De dónde eres? le pregunta
Aquel que presuroso llega
El caballo inquieto queda
Ante el sanedrín y su duda.
Corona de espinas yo traigo
Órdenes yo obedezco
De valentía carezco
Para coronarlo de nardos.
¿Tú qué sabes Centurión?
¿Conoces a su Madre acaso?
Si la Conozco buen hombre,
Porque soy de Ciudad Real
¡Y no quiero ver llorar
A Nuestra Señora del Prado!

Prefiero verte.

Somos unos privilegiados por el día a día que Dios nos regala. Quizás la monotonía del mismo y el no saber apreciar algo tan importante como la salud hace volcarnos en pequeñeces y de este modo perder el tiempo, se nos va la vida…

Cuando uno palpa tantos corazones rotos o como de la noche a la mañana cambia la vida debido a una ardua enfermedad que de manera repentina aparece en tu vida o un accidente de tráfico que ante una llamada telefónica te comunican que aquel a quien por la mañana estaba compartiendo contigo el café que tanto espabila se le está apagando la luz, al ser humano solo le queda mirar al cielo y confiar plenamente en la Divina Providencia que de un modo admirable se hace presente no solo en el enfermo sino también en la familia.


No penséis que el pregonero se está perdiendo en teorías sino que todo lo anteriormente escrito está basado en su pobre experiencia en el hospital.

Nunca he visto la bella imagen de la Virgen del Consuelo en su capilla pero sin embargo he sentido su protección y su advocación en la UCI, paritorios, unidad de neonatos, cuidados paliativos, quirófanos, unidad de salud mental...

Hablando de la casa del dolor, aprovecho esta tesitura para agradecer enormemente las palabras inmerecidas de mi presentador. Cuando tú me preguntaste por un lugar yo te respondí el hospital, no porque me gustara su construcción y por lo que he vivido allí haya sido de mi agrado, sino porque ha sido toda una verdadera escuela no solo sacerdotal, sino también humana donde he aprendido a dar gracias a Dios por todo lo que me concede, especialmente por la salud que en muchas ocasiones pasa desapercibida y a relativizar, aunque todavía me queda mucho por aprender.

Querido José Antonio, gracias por todo y por tanto, es un placer y al mismo tiempo tan complicado contar en mi vida con personas tan nobles como tú que tiene siempre la palabra oportuna que te anima para seguir caminando.

Y hablando de nobleza, de amistad y de cariño dar las gracias públicamente a todo el personal sanitario del hospital general universitario de Ciudad Real, os llevo en el alma y os agradezco todo lo que en mi nombre hacéis. Pido todos los días por vosotros y os recuerdo aquello que en tantas ocasiones repetía junto con San Francisco Javier: “Donde no llegue yo, llegue Jesucristo”.
A ti, amigo mío, que continuas tu lucha en un hospital de Madrid quiero que sepas que prefiero verte echando pétalos un domingo de ramos, o a ti, el primer hermano de esta hermandad que conocí cuando era niño cuento los dias para verte vestido de costalero, aunque este año vayamos los dos por primera vez hacia el guarda pasos vestidos de nazarenos.

A vosotras, sus madres, no quiero acordarme Chon de tu desesperación y de tu dolor tan grande que aparecía en tu rostro maternal ante lo que más quieres tu y que la sombra de la hermana muerte aparecía en esa mañana trágica.

Y a ti, Guadalupe, ante el reloj que aparecía inmóvil ante las largas horas de operación y de frío quirófano.

O a vosotros, sus hermanos, Antonio que llegaste desde Madrid aferrado a las estampas del Cristo de la Bondad y de la Virgen del Consuelo con los ojos arrasados en lágrimas o a mi querido Fernando, mi querido Eloy, que en aquella mañana de nieve poníais el calor a ese corredor frío e interminable que servía como ante sala donde se encontraba aquel que lleva vuestra sangre.
O a tantos padres, que después de tanto amor, la vida os dejó contemplar por unos momentos el fruto de vuestro amor y que perdió la tierra pero la ganó el cielo…lo sabe Prado Alcázar, Tania, Ana, Prado, Cynthia, Chon... por cierto, os quiero mucho... y sobre todo tu manto Virgen del Consuelo.

Tantas y tantas ocasiones…

Sirvan las espaldas del Señor de la Bondad como manantial donde todos vayamos a beber y a pesar de todo, Ellos nos ayudan y están, que nadie lo ponga en duda y nos dan las fuerzas necesarias para soportar las cruces de cada día.

“No quiero ver el revuelo
De batas blancas y verdes,
No quiero escuchar el sonido
De una máquina que sostiene
El ritmo, el pulso, el latido
Del corazón que se pierde.
No quiero verte en quirófano,
No quiero que urgentemente
Me digan que necesitas
Un milagro para verte.
No quiero verte en camilla,
No quiero verte inconsciente,
No quiero rozar el frío
No quiero llamadas urgentes.
Pero a pesar de todo
Yo quiero lo que Él quiere
Y aunque no lo quiera permita
Los males para los bienes
Solo te pido una cosa
La fe que a todos sostiene
Y que mi Virgen del Consuelo
A todo enfermo consuele
Y el Señor de la Bondad
Por todo el hospital vele
Y me siga sosteniendo
Dando fuerzas suficientes
Para servir de esperanza
Para acariciar tus sienes
Punzadas por las heridas
De le enfermedad que hiere.
No temas hermano mío
Que venga lo que viniere
Nunca nos dejan solos
El Amor todo lo puede
Que el Señor de la Bondad
En la cruz él nos precede
Y la Virgen del Consuelo
Su pañuelo nos ofrece
Para secar esas lágrimas
Que en un hospital florecen.”

Eterno Miércoles Santo.
“No hay santo sin pasado ni pecador sin futuro”, afirma uno de los grandes teólogos contemporáneos nuestro. Y no tengo que borrar ninguna coma a una constante acción de gracias como ha sido mi propia vida.

Todavía se me viene a la memoria aquellas tardes en casa de mi abuela donde en la calle jugábamos, querido Jesús León.


Y de nuevo la providencia nos unió en esta bendita hermandad, quien les iba a decir aquellos dos chiquitajos que rezarían con el paso del tiempo a un Cristo que por amores muere y a una Madre que atravesada su alma por una espada nos consuela continuamente y nos ancla en la esperanza mas verdadera. En tu caso, con pocas palabras basta.

Y como no, querido Emilio, compartir contigo los frutos secos que en los cajones de la casa hermandad de la calle Atalaya o de la calle Goya siempre tenías. No puedo separar mi vida en esta hermandad de tu persona, mi ser cofrade sin tu ayuda,mi sacerdocio de tu protección,mi amistad de la tuya.

He tenido mi particular San José contigo Antonio, cuantos momentos, cuantas lágrimas pero prefiero quedarme con nuestras sonrisas y nuestras ocurrencias, aunque muchas veces no tengamos conocimiento, como dicen en nuestra tierra, mezclar el agua con la luz.

Alberto Donaire, ¿te acuerdas de los veranos que trabajábamos en el Torreón? ¿Y de aquella primera chicotá donde me enseñaste como se anda bajo un paso? ¿Y el costal que me dejaste para mi primer ensayo? Me alegra enormemente verte tan feliz, Dios te la conserve porque te la mereces.

Y la gente de Pio XII, Miguel, Sergio, las chicas...

Y sigue Dios escribiendo en tu vida y te regala personas como tú, Raúl. Tú me conocías de oídas y yo también. Ahora puedo decir que te conozco personalmente y que te doy las gracias por tus manos generosas siempre abiertas aquello que he necesitado. Qué buena cofradía fundaría con quince personas como tu y eso es imposible porque eres único.

Y los nuevos retoños... mira que disfruto con vosotros... Antonio Tercero, Jorge, Alberto, Sergio, Fernando, Irene, Agustín, Palencia, Alfonso, Javi costalero del Señor pero de los de verdad, Gloria, Pablo, Josema, Ivan, Rocío, Mario, Paquillo... y también os quiero y pido todos los días por vosotros.

No quiero mencionar si quiera aquel que me enseñó tanto y que tan presente lo estoy teniendo esta tarde, Dios y su bendita Madre saben perfectamente la relación intima que me unía a él todos los días de su enfermedad y  muchos de los aquí presentes, con esto ya sabéis lo que pongo de manifiesto que “obras son amores y no buenas razones”.

Y si le doy las gracias a D. Antonio, nuestro Párroco.

Sus palabras D. Antonio acompañan a la Cruz plateada de mi cofradía, tanto al inicio de nuestra estación de penitencia como al final.

Son sus palabras las que inician el andar del paso de mi Cristo de la Bondad y son sus palabras las que levantan los cuatro zancos del palio de mi Virgen del Consuelo para llevarla en una chicotá de ensueño a su retablo en el guarda pasos. Mientras tanto, Jaime, prepara el palermo que van a dar las siete y es Miércoles Santo.

“Que quisiera yo esta tarde
Madre mía del Consuelo,
bordarte tu palio grana,
bordartelo con mil besos
que de Pio XII brotan
y que llegan a San Pedro
cuando sus muros tu rozas
al compás del costalero.
Preparad el bastidor,
por la calle de Quevedo
que empezamos a dar puntás
recortando loneta y fieltro
que resuenen ave marias
al compás de los costeros
que el Señor de la Bondad
quiere extender su reino
y tenemos que bordar
a la Virgen del Consuelo
con el hilo de torzal
los caballetes poniendo
en Corazón de María
seguir bordando yo quiero
en la bambalina delantera
nuestra Puerta de Toledo
que aunque ciñe tu cintura
bordarla allí yo prefiero
y quiero que mi hermandad
haga lo que siempre ha hecho
la puerta por donde se pasa
para conocer el misterio
de Hermandades y Cofradías
con sus humildes maestros.
El hilo se va acabando,
hay que enhebrar de nuevo
puntadas a media honda
que va avanzando el misterio
la calle Lanza ya espera,
al que en la columna encuentro
y uvas y espigas del campo
al escuchar el palermo
bordaremos en su delantera
que es su sublime cortejo.
Y la tijera que corta,
las flores del viejo cerro
que a su sombra yo he vivido
y que esta tarde yo encuentro
con puntadas a zepillo
poneros a todos yo quiero
con hilo de ojilla fina
con pasadores del tiempo.
No se mueva el bastidor,
la plaza mayor no está lejos
da puntadas a doble honda
con tus penas que es el fleco
para que interceda la Reina
por los llantos de mi pueblo


cuando Pastor llame al martillo
y empiece su balanceo.
Tenemos la delantera,
a bordar estamos dispuestos
bambalinas laterales
de este palio del Consuelo
antes de llegar al pasaje
antes de que pase el tiempo
de una calurosa tarde
que quita el frío al invierno.
Caracolas y dragones
y nuestros nombres compuestos
con cada historia de amor
que saben a caramelo
y que han endulzado la vida
de los cofrades añejos
con hilo brizcao se entrecruzan
el laborioso portento.
El Señor de la Bondad
tiene el lacrimal seco
porque los acólitos que obedecen
a la vara del pertiguero
por la calle de la feria
le han bordado un pañuelo
y se han quitado el roquete
para que el encaje de juego
y están dispuestos a todo
cuando se acerque al paseo
que con sal fina tintada
cuando el agosto sea nuestro
pintaran en larga noche
una alfombra de ensueño
para la Madre de Dios,
para la Reina del Cielo,
para la Virgen del Prado,
para el orgullo del pueblo,
para la estrella que luce,
para la salud del enfermo,
para la Madre Coronada
para el Orgullo Manchego
que te verá cara a cara
dentro de unos momentos
y la juventud cofrade
quiere ver tus ojos secos
para que no sufra tu Madre
por eso te hace un pañuelo
y te seca las mejillas
en medio de tus silencios.
Por la esquina de María Cristina
se viene armando un revuelo
las bambalinas laterales
rompen la dureza del hielo
con puntadas a ladrillo
el terciopelo no veo
ojilla  para la Reina
la que se llama Consuelo
torzal de la Caridad
muestra de Amor sincero
brizcao de la oración
oro del Sacramento
oro de Misericordia
canutillo de nuestro anhelo
de iluminar corazones
con el cirio del silencio.
Cuando ya suena el redoble
por Camarín costalero,
espera que todo pase
que la misma tierra es el cielo
que el Señor de la Bondad
se ancla en el que es su puerto
que el pasaje de la Merced
del que es su rey y su dueño.
Que ante la critica dura
porque pasaste el primero
todos nos alegramos
que pasen los demás misterios
y nuestros pasos de palio
y el sentir cofradiero
de toda nuestra ciudad
que cruza el pasaje estrecho.

Se escuchan voces de mando,
ese es mi amigo Chefo
que no quiere que termine
tu faena costalero
pero hay que seguir de frente
levanta el cirio nazareno
que tiene que llegar su Madre,
ilumina su consuelo,
que pasa la Reina y Señora
y los balcones sedientos
quieren calmar su sed
cuando de rosas cubierto
bordan el techo de palio
de rosas y de romero.


No te olvides del primor
ni que te falte el aliento
que falta bordar la trasera
la que queda en el recuerdo,
ese recuerdo tan mio
querido amigo Alfredo
que aunque ya no se vea
ese bordado trasero
forma parte de su palio
y del rachear costalero.
¿Que te bordamos Señora?
¿Para quitar terciopelo?
Pondré bajo tu manto
aquello que yo más quiero
y lo que más quieren tus hijos
el regalo más verdadero
que son todas nuestras madres,
la madre del costalero,
la madre del capataz,
la madre del nazareno,
la madre que al niño acompaña,
tras el paso de misterio,
Cera Virgen necesito
pero que sea de abeja
para que el hijo resbale
y no se haga madeja
que estoy rematando el primor
con lo mas grande en la tierra
y quiero bordarle también
una dalia de lentejuela.
Ya reluce la Señora,
reluce como una reina
que aunque se presente el día
con chubascones y tormentas
reluce por ella misma
la que es de los mares estrella.
Viene ya de recogida
el Hijo al Padre regresa
y de nuevo la Señora,
y de nuevo la trompeta
y el caballo que esta triste
y el sayon cansado queda
pero no queda cansada
esa Bondad verdadera
porque no se cansa el amor
y siempre a ti te espera.
Y llorando por San Juan de Avila
van floreciendo azucenas
a la Virgen del Consuelo
que también fué perchelera
y se ha refrescado su cara
en la fuente de las terreras.
Llega ya la soberana,
bordado su palio queda
y de nuevo te miramos
y tu hermandad te reza
y yo te pido Señora
lo que siempre te pidiera
en ese preciso instante
se me viene a la cabeza
que quiero yo así morir
contigo en la cabecera
en mis manos una estampa
contemplando tu belleza
y si Dios lo permitiera
morir así a tu lado
quiero que mi paraíso
si yo lo lograra alcanzarlo
sea con la que llevas
en la gloria de tu palio
porque para mi el cielo
es seguir contemplando
lo que más quiero en mi vida
¡Esa es mi Virgen del Prado!       

He dicho.