Aunque ya se habían hecho a la idea, dadas las previsiones meteorológicas, queda la frustración de no poder salir a la calle con Jesús de la Bondad y la Virgen del Consuelo en el “día grande” de la Flagelación.
“El año que viene será…”, comentó Emilio
Martín, Hermano Mayor de la Cofradía que iba a poner a unos trecientos
penitentes en la calle en la tarde del Miércoles Santo. Con estoicismo lo
afrontaron unos, otros con lágrimas en los ojos, y fueron multitud los abrazos
precisamente de consuelo, advocación de la Virgen de la Hermandad, los que se
repartieron entre los hermanos para dar ánimos.
Ya a mediodía, la Junta de Gobierno de la
Cofradía anunció que este año, dadas las inclemencias previstas, se suspendía
la estación de penitencia y, a las 19 horas, se reunieron en el Guardapasos los
hermanos para rezar a los Titulares, de forma previa a la apertura de puertas,
media hora más tarde, a todos los fieles.
“No poder hacer su estación de penitencia es
una de las decisiones más tristes que pueden tomar las hermandades porque
estamos trabajando todo el año para poder salir a la calle, en nuestro caso
todos los Miércoles Santo, pero no podemos luchar contra el viento y la
lluvia”, evidenció Martín.
El sentimiento es de “frustración” porque “no
dejas en casa los pasos, sino la devoción de mucha gente. Nuestros Titulares
están en la iglesia a disposición de quienes lo necesiten y los hermanos
hacemos mucha vida de hermandad, pero hay mucha gente que vive fuera, que viene
especialmente para verlos y acompañarlos en la estación de penitencia”,
describió Cinthya Moyano, miembro de Junta y camarera de la Virgen, para quien
no queda otra que hacerse a la idea, intentando siempre “tomar la mejor
decisión ya que pones en la calle no sólo patrimonio material, que es mucho,
sino humano, pensando en niños y personas mayores que van dentro del cortejo y
hay que cuidarlos”.
El paso de la Flagelación iba a estrenar en la calle las vestimentas del sanedrita y un sayón y el palio dos faroles a ambos lados de la imagen de la Virgen que, con saya azul pavo real, luce nuevo tocado de mantilla bordada en oro fino regalo de un grupo de hermanos.
También se cumplen los veinticinco años de José
María Pastor como capataz del paso de la Virgen, cuyo avance, con 49
costaleros, dos relevos por trabajadera, se caracteriza por un estilo clásico,
elegante y siempre de frente, sobre los pies. Sin movimientos bruscos ni
estridencias.
A lo largo de estos veinticinco años, se ha ido
creando “una gran familia que es lo que te llena, poder compartirlo con gente
que aprecias, que hay unión y cariño”, resume Pastor, que como capataz reconoce
que está “muy pendiente de la técnica. Me gusta que el costalero sea anónimo,
humilde, que sepa para qué se mete debajo de un paso. El protagonismo lo deben
tener las imágenes. La función del costalero es que Jesús y la Virgen lleguen a
la gente. Buscamos la excelencia máxima para transmitir ese buen hacer fuera,
de manera que se queden pendientes de las imágenes, les recen y pidan”.