Siempre nos habían hablado de lo efímero de la belleza, de lo inexorable del paso del tiempo, que todo lo arrastra hacia la caducidad y el ocaso… Ese tempus fugit del barroco que como una norma inexorable todo lo hostiga…
Siempre, también, nos habían hablado de
tantas leyes irrefutables sobre el devenir de las cosas, y yo, ahora, detenido
ante Ti, ante tu belleza inalterable, compruebo que, como en tantas ocasiones,
nada en esta vida es absoluto y definitivo.
Lo absoluto y lo definitivo nos llegará…
pero en esta vida, Tu te alzas contra los códigos del tiempo y del espacio para
decirle a nuestros días que aún existe lo inalterablemente bello, lo bueno, la
verdad imperecedera que se resume en el suspiro de Tus labios.
No puede el tiempo con Tu belleza, ya
existente antes incluso de Tu presencia entre nosotros, Tu hermosura ya vivía
allí donde te soñábamos, en la brisa fresca del estío, en el aroma fresco de
las rosas, en la luz nueva de la mañana… Y un día, sin saber apenas como,
pudimos contemplar todas las virtudes resumidas en el brillo de Tus ojos.
Quisimos regalarte un Nombre, y no nos
dimos cuenta que éste ya colgaba del tacto de Tus Manos. El amor se nos quedaba
pequeño en las preseas que te coronaban, los terciopelos que te cubrían y las
flores que se ponían a tus pies, y no nos percatábamos que todo se dignificaba
en Tu presencia, que en nada se estimaban esos presentes, sino fuera porque Tu
amor, y no el nuestro, era el que convertía las ofrendas en alianzas que
juraban amor eterno.
Y hoy, queremos contar Tus años, sin
darnos cuenta de Tu presencia intemporal entre nosotros. Más allá, diríamos que
contamos nuestro tiempo contigo, sin percatarnos tampoco de que nuestra contingencia
sólo queda superada por Tu amor…
A veces las flores duran más de una
primavera. A veces, la primavera dura más de una estación. A veces el tiempo se
detiene y en un suspiro pasan veinticinco años…
Celebramos entonces un suspiro, pero que
suspiro… Un suspiro de brisas, de luz, de flores, de tactos aterciopelados y
brillos de nácar y de miel. Un suspiro en los que están y en los que parecieron
marcharse y en realidad se acercaron a Tu presencia plena. Un suspiro de los
que llegaron, un suspiro que empieza a contar generaciones de fe, un suspiro
que alivia nuestras miserias, que alienta nuestros trabajos, que roza lo más íntimo
del ser de cada uno de nosotros… Un
suspiro en ocho letras que marca el devenir de nuestros días. Un suspiro que
nace y no muere nunca, porque como dijo el poeta: “el amor, si es verdadero no
tiene edad, siempre está naciendo…”.
Que nunca te falte nuestro amor, porque
en esta primavera de la vida, sabemos que el Tuyo, nunca nos faltará a
nosotros, aunque sólo sea en un suspiro, aunque sólo sea en una primavera que
dura ya veinticinco años…
Siempre tuyo, Consuelo…
Miguel
Barba Ortiz (Ciudad Real Cofrade 2015)