viernes, 24 de marzo de 2017

XXII PREGÓN DE LA COFRADÍA PRONUNCIADO POR D. CARLOS LILLO TALAVERA



I N T R O I  T O

El flagelo del sayón se contoneaba al viento,
un aire primaveral azotaba su columna
y una mirada de Bondad se reflejaba
en cuarenta latigazos y una espalda flagelada.
Cuarenta y ocho hombres costaleros
enfajados de labor por su Madre del Consuelo,
se citaban en su Reino bajo el peso del madero
para pasear al mismo Dios por la tierra y por el cielo.

Numerosas túnicas blancas de hermanos en compañía
derramaban gota a gota oraciones por las calles
dando luz y testimonio de hermandad y cofradía
al misterio de Bondad y al Consuelo de María.
En la Iglesia de San Pedro y en la Plaza Mayor
se arremolina la gente a ver la Flagelación.
Ejemplo de cofradía, discurrir con emoción,
se oyen cantos de saeta y levantás de corazón.

 
El pregonero fue presentado por el Secretario de la Cofradía y Capataz del paso de misterio, D. José Luis Serrano Herrera

Y llega el Señor al Pasaje entre izquierdos y costeros,
suenan llantos de corneta y racheo de costaleros.
En la bulla se presiente la grandeza del momento:
la misma cara que yo veo cuando rezo el Padre Nuestro.

Una madre con su hija y una abuela fallecida
que lo mira desde arriba y hasta le acaricia el pelo
y le limpia con sus manos su humilde rostro moreno
mientras le susurra al oído sus duquelas y desvelos.

Y bajo palio una Madre dolorosa en llanto eterno
va repartiendo su nombre al afligido y al enfermo,
porque entre cielo y tierra solo hay Bondad
y entre tierra y cielo solo hay Consuelo.


S A L U D A T I O

Excelentísimas autoridades, Señor Consiliario, Hermano Mayor y miembros de la Junta de Gobierno de nuestra Ilustre, Humilde y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María Santísima del Consuelo, hermanos, costaleros, señoras, señores, cofrades, familiares y amigos todos:

Es para mí un orgullo, un privilegio y un sueño ocupar el lugar que hoy disfruto en nuestra hermandad: hermano de la corporación desde hace más de dos décadas, costalero del paso de misterio que lleva vividas veintidós lunas de Parasceve desde los respiraderos y hoy, además, pregonero de nuestra cofradía. Pero yo no tengo mérito alguno. El mérito es del Señor de la Bondad y de su Madre del Consuelo, son quienes lo han querido y así me lo han permitido. ¡Cuántas oraciones habrán recogido sus manos atadas! ¡Cuántas lágrimas habrán visto sus ojos de consuelo mientras su mirada  contempla como su Hijo de Bondad aguanta impasible los latigazos que le propinan y sus retinas se afanan en calmar las nuestras! Y cuantas veces me habrán oído rezarles…


Y   L L E G Ó   E L L A

Yo conocí al Señor allí donde los vencejos vuelan al claudicar la primavera, allí donde la Virgen del Consuelo con su manto granate procesionaba aún sin palio que la cobijara y allí donde antaño se hiciera la tertulia cofrade Martillo y Trabajadera. En el corazón de la antigua judería de esta ciudad nuestra, no podía ser de otra manera, allí donde confluyen las calles Lirio, Inmaculada Concepción y la Calatrava más perchelera: en la Plaza de las Terreras. Allí, todavía sin que existiera, yo conocí al Señor. Era el Miércoles Santo de 1991. Lo recuerdo como si fuera ayer. Era un niño de 10 años que cursaba la E.G.B. y con las vacaciones recién entregadas, pues entonces hubo unos años que teníamos clase Lunes y Martes Santo por la mañana y por la tarde y Miércoles Santo hasta mediodía, corrí por la tarde raudo y veloz a ver la hermandad nueva. Encontré su cortejo en la dicha Plaza de las Terreras. Unas túnicas blancas, con capillo de igual color, botonadura y fajín granate y por calzado unas sandalias franciscanas eran la indumentaria de aquellos nazarenos que dieron vida a un Miércoles Santo que antes estaba dormido.

Y Ella. Por supuesto. Ella de la forma más humilde y callada posible impregnó de Consuelo cualquier rincón de la ciudad. Era su estreno y presentación y no pudo ser más radiante. Y fue entonces cuando me enteré que esa hermandad iba a tener un Cristo. Me gustó tanto aquella cofradía y disfruté tanto con la noticia que ya soñaba con Él. Ya lo esperaba, ya lo quería, ya le rezaba, ya lo sentía… Así conocí al Señor. Sin ni siquiera saber su nombre.


Y llegó. Llegó ya derrochando poderío. ¿Qué imagen de Ciudad Real ha tenido antes siquiera de existir una cuadrilla de costaleros? Ninguna. Sólo el Señor de la Bondad. Antes de que fuese tallado ya había un grupo de hombres ensayando para pasearlo. No se puede ser más grande. Y este año celebramos el XXV Aniversario de su hechura. Cómo pasa el tiempo…

Pero aquella tarde en las Terreras la ví a Ella. Si el Señor llegó derrochando poderío, Ella llegó derrochando arte. Para empezar llenaba un día de la Semana Grande que carecía totalmente de ser parte de la Semana Santa si no fuera por su nombre: Miércoles Santo. Pero un Miércoles Santo vacío y gris, sin cirios por las calles, sin incienso perfumando, sin vaivén de las mecías y sin sonar marchas de fondo. Hasta que llegó Ella y todo cambió. Una nueva cofradía salía a la calle con una imagen mariana. Tenía manto granate y no llevaba palio. Se llamaba Amor Fraterno, residía en Santiago y era todo de prestado menos el puchero de su cara y su nombre de Consuelo. Y ya conquistó corazones y se hizo un hueco en esta tierra. Santiago presumía de novedad pero Santo Tomás me contó un día que le ganó la partida y que habló con Ella y me contó lo que le decía y cómo se quedó con aquella cofradía y con aquella Virgen nueva que salía…


Por las calles avanzando
con paso firme y sereno
no le hacía falta más palio
que el azul del cielo abierto.
Por varales llevaba oraciones,
petalás de llantos y emociones
las que formaban su peana
de sentir y peticiones.

Revuelo de nazarenos,
por el barrio perchelero
se entregaban a tu nombre:
Reina y Madre del Consuelo.
En la calle de Altagracia
sonrisas en los balcones
con aromas de torrijas
y redobles de tambores.
Una Virgen bella y nueva
con carita de azucena
va quitando de las calles
los dolores y las penas,
consolando al afligido,
despertando sentimientos
y acunando con su manto
a un bebé recién nacido
que ya sueña desde niño
con crecer bajo su amparo
para ser su costalero
y pasearla de la mano.

Y al verle esa cara
de Madre, reina y soberana,
la gente del pueblo la aclama
y Santo Tomás le exclama:
¡Vente a mí casa, señora!
Que aquí pondré tu peana
y estarás junto a tu Hijo,
el de la espalda flagelada.
Te prometo un barrio obrero,
te prometo sentimientos,
te prometo los perfumes
del mejor de los inciensos,
te prometo costaleros
que te mezan con esmero.
Te prometo, Madre mía,
la mejor de las poesías.


Vente a mi casa, ¡por Dios!
haremos sitio para el Cristo
que aún está sin encargar
y haremos altares de cultos
y Bolsa de Caridad
y también haremos triduos
al Señor de la Bondad.
Y rezaremos el rosario
con aire primaveral
y serás junto a la aurora
Reina y Madre de verdad.
Y te haremos una corona
hecha de amor y metal
y te vestiremos de Hebrea
en el tiempo cuaresmal.
Te pondremos bajo palio
y presidirás el altar
y te haremos besamanos
que no puedes ni soñar.
¡Te lo ruego, Madre mía!
¡Vente a mi casa ya!
Lo que he visto por las calles
no lo ha visto nadie más.
Hoy he visto sentimientos,
oraciones sin igual,
hoy he visto tu Consuelo
a la voz del capataz.
Hoy he visto en nuevas caras
tu reflejo al caminar,
y hoy he visto en los ancianos
una ilusión especial.

También he visto una semilla
que germina con Bondad,
y echa brotes y raíces
de grandeza y de  humildad.
Ya se fragua la leyenda
desde el Parque a más allá.
Te lo juro, mi Consuelo,
es que tiemblo de emoción
recordando tus inicios:
Hermandad Flagelación.

  
T U   C U A D R I L L A,   S E Ñ O R

Y yo quise ser su costalero. Pero Él no lo quiso. Yo quise ser costalero de aquella Virgen del Consuelo de la hermandad que cambió la historia de nuestra Semana Santa en Ciudad Real. Pero Él no lo quiso. No me perdía ninguno de los ensayos de las cuadrillas y así pasaron cuatro años soñando en Cuaresma que me calzaba de esparto, me encintaba la faja y me metía bajo el paso. No veía el momento de que llegara mi tiempo. Y entremedias crecía y me hice hermano de esta cofradía. Y fui por primera vez a Sevilla entre hermanos y cofrades. Y gracias a nuestra hermandad conocí a una Madre que vive en San Gil a la que Joselito le trajera cinco verdes esmeraldas del otro confín del mundo para realzar su belleza. Y me quedé embobado viéndola  porque como Ella…, en fin, porque como Tú ninguna, Macarena. Y me llené de Esperanza. Y compré mi primer costal porque yo quería ser su costalero. Pero Él no lo quiso. Y llegó de nuevo la Cuaresma. Mi pasión no podía detenerse. Los Reyes Magos me habían traído mi primera faja y por capricho del destino encontré una morcilla en el portal de mis abuelos. Todavía era muy joven y mis padres no querían que ya fuera costalero pero conforme empezaron los ensayos allí me presenté con mi atuendo. Antes no era como ahora y sabía que lo conseguiría. Yo quería ser su costalero, de esa Virgen del Consuelo, pero Él no lo quiso. Me pasaba de alto y fui a recalar en las trabajaderas de Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Y Él así lo quiso.

Y desde entonces hasta hoy fui y soy su costalero y formo parte de la cuadrilla del paso de misterio de nuestra hermandad. ¡Y qué cuadrilla! Me atrevería a decir que es la más característica de la Semana Santa de Ciudad Real dentro de los andares de los pasos de Cristo. Fue la primera en lanzar un izquierdo y quedarse de costero. Fue la primera en salir a los sones de una banda de cornetas y tambores situada tras el paso. Fue la primera en pasar por calle Lanza. Y fue la primera en pasar por el Pasaje de la Merced. Anda que no tiene historia y sueños cumplidos la cuadrilla del Señor. La Fábrica de los Sueños es esa cuadrilla que tiene por costaleros a trabajadores que convierten en realidad los sueños de Miércoles Santo: los sueños de repartir Bondad verdaderamente, los sueños de consolar a una Madre, los sueños de pasear al Señor, los sueños de honrarle con faja y costal, la cuadrilla de Nuestro Padre Jesús de la Bondad los hace realidad. Ese grupo de hombres ha sido referencia de la grandeza de nuestra hermandad. Un grupo de amigos, de hermanos, de costaleros que estando más o menos en número son fieles a su titular y no dudan ni un segundo de seguir con ese anhelo de llevarlo, si hace falta, de rodillas hasta el Cielo.


La cuadrilla del misterio de la Flagelación ha sido puntera en esta capital, hasta tal punto que decir Miércoles Santo es decir Señor de la Bondad en la Merced. Si con la llegada de la Virgen del Consuelo el Miércoles Santo cobró vida, con la llegada del Cristo flagelado el Miércoles Santo se convirtió en el día más esperado de la Semana Mayor. Por algo ser de la Flagelación es un orgullo, ser de sus cuadrillas un título y ser los pies del Señor de la Bondad un privilegio.

Y este pregonero que es un trabajador de esa Fábrica de los Sueños no deja de soñar y soñar con nuevas generaciones costaleras que quieran ser los pies del Señor. Yo lo soñaba de niño, ser los pies de Cristo, y ahora lo veo cumplido en los jóvenes costaleros con los que comparto este bendito oficio de pasear la fe cada Miércoles Santo. Los que ya llevamos muchos años debajo de las trabajaderas y más que sumar años los vamos descontando, nos alegramos de ver caras nuevas y jóvenes que siguen soñando y recordando nuestros inicios. Vosotros, compañeros noveles, sois el futuro de esta cuadrilla, sois la nueva generación, sois los pies de Dios en la tierra y seguiréis siéndolo cuando muchos ya no estemos en las trabajaderas.

Vosotros sois nada más y nada menos que la cuadrilla del Señor de la Bondad. Y cuando tengáis hijos inculcadles el amor del oficio costalero y, si podéis, compartid con ellos el paso. Seguro que es lo más bonito que hay en el mundo del costal y más aún si es siendo costalero de la Flagelación y transmitiendo el sentimiento de generación en generación en la cuadrilla más integra que hay. Yo creo que no podré cumplirlo, pero algunos de vosotros sí.


Y así la Fábrica de los Sueños seguirá teniendo a los mejores trabajadores en la cuadrilla del Señor. No lo dudéis. Soñadlo. Soñadlo y hacedlo realidad. Haced realidad mi sueño y que el amor del costalero siga vivo.

Soñaba sueños de infancia y soñando despertó.
Eran las siete en el alba y las siete en el reloj.
Amanecía en la vida y en este mundo nació.
Ya de pequeñito soñaba con hacerse mayor
y soñando que te sueña creciendo creció.
Su mente forjaba sueños de ser los pies del Señor
y anhelaba con esmero poder realizar su función.

A primera hora de la mañana su primera igualá lo llamó
y calzándose los botines en la misma se presentó.
Pasaba el listero mirando las caras y novedades
y se sorprendió al ver al joven tan joven pedir trabajo.
Su mente entonces la historia de su padre le recordó…

Soñaba sueños de infancia y soñando despertó.
Que eran ya las nueve en su alma y las nueve en el reloj.
Y recordó como en su infancia, sueña que te sueña soñó,
que algún día sería de los hombres que pasean al Señor.
Y en su adolescencia eran las diez en su espíritu y las diez en el reloj.
Y recién iniciada su vida a la igualá se presentó.
El listero pasaba mirando los huecos y en él se fijó.
El capataz lo igualó y dándole la bienvenida en la cuadrilla entró:
ya formaba parte de los hombres que pasean al Señor.

Eran las once en su vida y las once en el reloj
y soñando que te sueña media vida allí gastó
paseando con afecto a su amado Titular,
viviendo lo que había soñado, no dejando de soñar
y esperando con anhelo de su hijo el debutar.


Pasaron los años unos más rápidos y otros más lentos
hasta que al fin llegó el preciado momento
y padre e hijo se unieron fajándose la labor,
ajustándose bien la ropa y levantando con primor.

Que son kilos de oro y ahora es cuando puedo yo
cumplir con mi sueño de infancia de ser los pies del Señor
y de la mano de mi hijo trabajar con emoción.

El tiempo siguió pasando y las agujas del reloj
llegaron a dar las siete en el calendario del vividor.
Su espalda ya no podía soñar con lo que soñó
aunque su mente le impedía alejarse del Señor.

Pero, ¡ay! del reloj de la vida que avanza sin detención.
Padre e hijo vivieron lo que soñaron de corazón:
Compartir juntos trabajo, cuadrilla y devoción
hasta que el reloj volvió a las doce y del sueño despertó.
Con todo el dolor de su alma aquello ya se cumplió
y ese padre no volvió a cruzarse con su hijo en el faldón
pero los dos inculcaron su fuerza, su ímpetu y su tesón
a retoños que ya soñaban ser de la Flagelación.
Y años y años pasaron y hoy los dos con emoción
acunan entre sus brazos a su hijo y nieto mayor
y ven que la savia nueva sigue teniendo ilusión:
nuevos hombres valientes que ya nacieron soñando…
…con ser los pies del Señor…


P R E G O N A R   A   M I   H E R M A N D A D

¡Qué bonito es ser de la Flagelación! ¡Qué bonito es volver la vista atrás y ver la preciosa trayectoria que tiene nuestra hermandad! Y qué ilusionante es recordar nuestra historia, lo que está por venir y saber que somos partícipes de ello, sabernos historia viva de unos logros y de unas líneas que quedarán por siempre narradas en el paso del tiempo. ¡Viva el Señor de la Bondad! ¡Viva la Virgen del Consuelo! ¡Y viva nuestra hermandad! ¡Qué bonito es ser pregonero de tu cofradía! ¡Qué bonito es ser la voz de toda la familia que formamos! Porque todos los hermanos queremos a nuestros Titulares y queremos ensalzarlos y mis palabras son vuestras pues Ellos son la verdad de todo esto. De nada servimos los nazarenos, los costaleros, los acólitos, los músicos de bandas… si no estuvieran Ellos. Con qué alegría venimos agotando la Cuaresma el día del traslado a llevar a nuestro Cristo y nuestra Virgen por la calle. Con qué nervios aguardamos el Miércoles Santo. Con qué pasión vivimos nuestro día grande. Y con qué orgullo pasamos los años sabiéndonos hermanos de la Flagelación. Y hoy yo lo puedo pregonar: los hermanos de mi cofradía estamos orgullosos de serlo.

Pregonar es, tan simple, como publicitar en voz alta una noticia o un hecho para que sea conocido por todos. Y eso es lo que hago: deciros que mi hermandad es grande y que sus hermanos somos partícipes de ello y estamos orgullosos. Y que resuene mi voz en el eco del tiempo y se repita y sigan los versos envolviendo en grandeza al Señor de la Bondad y a su Madre del Consuelo. Porque nosotros pasaremos pero Ellos seguirán siempre ahí año tras año.

Éste es el XXV Aniversario de la hechura del Señor. Quizás no sean muchos años pero ya os digo que cuando nosotros no estemos, Él seguirá. De hecho, ¿habéis pensado cuántos hermanos de nuestra cofradía se han ido de entre nosotros y cuántos recién nacidos ha habido en estos veinticinco años? ¿Sabéis cuántos costaleros han pasado por las trabajaderas del Señor en este cuarto de siglo? ¿Sabéis la cantidad de oraciones, rezos, súplicas y plegarias que ha recibido Nuestro Padre Jesús de la Bondad en estos cinco lustros? ¿Es mucha historia o es poca? Sea la que sea sólo es el principio porque Él es eterno. Y este año es especial. Santo Tomás cumplió su palabra y a la Virgen del Consuelo y a su Hijo juntó aquí en su morada. Y los dotó de una hermandad soberana y recayó en mí el pregonar en este año tan peculiar, para todos en general y para mí en particular.


¡Y qué precioso es pregonarte, Flagelación! Qué precioso y qué difícil. Porque, ¿qué queréis que yo pregone de nuestra querida hermandad? Si ya está todo dicho y lo que yo no dijera otros los dirán. ¿Qué queréis que os diga si todos lo sabéis ya? ¿Que admiro a los nazarenos y su fuerza de voluntad? ¿Que admiro a los costaleros y su zancada al rachear? ¿Que admiro a los titulares de una hermandad sin par? ¿Qué admiro nuestra historia y lo que está por llegar?

Yo quisiera, hermanos míos, dar un pregón sin igual. Que pasen y pasen los años y se recuerde mi recitar. Pero qué complejo es lo que necesito expresar. Todavía no sé quién, mi hermandad, te pregone que tenga buen pregonar y queden sus palabras flotando por el altar. Porque pregonarte te han pregonado muchos ya y otros tantos que lo harán y yo sólo soy un osado que escribe de su hermandad, pero quisiera que mis palabras no se dejen olvidar y perduren en el tiempo como el Consuelo y la Bondad. Complicada misión y preciosa es aquella de pregonar. Y como todo pasa en el tiempo y lo escrito se quedará, quiero que haya mil pregones que ensalcen nuestra hermandad, pero hoy soy yo quien pregona y me toca recitar y también voy a deciros que me gustaría escuchar, cuando yo esté ya en el Cielo con el Dios de la Bondad, decir algún día en mi memoria que hubo una vez, tiempo atrás, un pregonero que sin saber pregonar buscó toda su vida alguien que pudiese alabar estando a la altura de tan magnífica hermandad, porque nosotros nos iremos pero Ellos… seguirán.


¿Y quién, mi hermandad, te pregone
que  tenga buen pregonar?
Soñando palios e imaginando pregones,
tallando misterios entre oraciones,
engalanando con poesías nuestros balcones
mientras remueve recuerdos por los cajones,
va pasando la Cuaresma de aquel viejo pregonero
que salió siendo niño de nazareno,
en su edad madura de costalero
y repitiendo su pregunta por el mundo entero
hoy avanza ya por Marzo despidiendo otro Febrero.

Aquel viejo pregonero qué amor no le tendría
a la Flagelación, su cofradía,
que no dejó de buscar gente
que tuviera el don para alabar
como realmente merecía
la más preciosa hermandad.

No hallaba palabras que se ajustasen
a los pies de su Cristo, a los llantos de María,
a las revirás de ida y las vueltas de recogía.
Nada le gustaba cómo definían
los cultos de tarde, los traslados de día,
los faldones del paso y las velas de la candelería.
Y por más que buscaba y que buscaría
nadie le parecía a la altura
de ensalzar su cofradía
a la más sublime hermosura
y a todas las horas del día
en su mente se repetía
una duda transcendental:
¿Quién, mi hermandad, te pregone
que tenga buen pregonar?


Pasará el tiempo y otros pregonarán
y dirán cosas preciosas que a todos nos gustarán
pero para ese pregonero nadie será capaz
de alabar como se debe a tan grandiosa hermandad
porque todos somos pequeños,
si nos ponemos a hablar,
nada más y nada menos
que del Consuelo y la Bondad.

Y volarán los meses y las Cuaresmas volverán
y aquel viejo pregonero en la memoria quedará,
se mantendrá su duda flotando, volando por el altar:
¿Quién, mi hermandad, te pregone,
que tenga buen pregonar?

Y que remueva sentimientos de cofrades sin igual,
que prenda la viva mecha del alma y la caridad,
que iguale de primera a última chicotá tras chicotá,
que meza misterio y palio con un mismo rachear,
que exalte las emociones de una hermandad sin par,
que toque la fibra interna del que va a procesionar,
que perdure por las Cuaresmas año tras año al pasar
y que haga que en los pregones que se van a recitar
siga surgiendo la duda y se vuelva de nuevo a escuchar
que no hay nadie que esté por encima
de esta bendita hermandad.

Y por eso lo digo de nuevo y vuelvo fuerte a exclamar:
¿Quién, mi hermandad, te pregone,
que tenga buen pregonar?


L A   C O F R A D Í A   E N   L A   C A L L E

Cuando amanece el Miércoles Santo la ciudad está distinta. Todas las calles por donde va a pasar la cofradía se ponen coquetas para ser testigos de la Bondad y el Consuelo que se va a repartir por ellas cuando llegue la tarde. Y se compenetran a la perfección con la hermandad cuando las transita. Y así pasa. Cada Miércoles Santo a las 19;00 horas de la tarde se cumple la maravilla y fluye el encanto en cada rincón y conversan Ciudad Real y la Flagelación.

Quevedo, Corazón de María y Conde de la Cañada estiran sus geranios al sol del atardecer para tornar sus flores en grana como los faldones de los pasos de nuestra hermandad.

Lanza luce pétrea y limpia dando poderío a un San Pedro que recogerá en sus muros izquierdos y costeros con aroma de incensario y sudor de costalero.

Cuchillería se adecenta y filtra la imagen de la Bondad adentrándose en una Plaza Mayor engalanada que sonríe aliviada al concluir la espera y recibir el Consuelo de su Madre. ¿Has visto qué guapa viene?, le pregunta el Ayuntamiento a la fuente. Está radiante, como siempre. Lista para pasar por María Cristina y revirar por Feria en su vuelta mágica de la esquina de la Virgen.

En el Paseo del Prado aguardan los árboles luciendo sus más bellos brotes primaverales y salen a la calle anocheciendo como los grandes señores de capa y sombrero. Algunos son centenarios y hay que hablarles de usted, como a la Morena del Prado.  Pero por su savia corre ternura cuando oyen el galope de un caballo que los lleva a la locura. ¡Ya se acerca el Señor de la Bondad! ¡Venid, venid! ¡Qué poderío! ¡Qué elegancia ver como el paso avanza!

Y en la Catedral al oírlos la Patrona se asoma a la ventana de su Camarín para ver la cofradía. ¡Hola hijo, mío! Otra vez por aquí. ¡Qué ganas tenía de verte! Hoy me he puesto guapa para darte un beso en la frente cuando te levanten al Cielo. ¡Tú siempre estás guapa, Madre! Voy a pararme un poquito y rezamos juntos una Salve.


Mientras la Cruz de Guía avanza por Camarín y despeja las esperas de la gente que ya aguarda en Caballeros. Vaya calle más señorial, con rejas que reflejan impactos de historia y miradas de años atrás que dan lugar a la última revirá antes del momento cumbre de la estación de penitencia.

¡Ay, Pasaje de la Merced! Siempre luces hermoso pero hoy lo estás más. ¿Será porque quien se refleja en el azulejo de tu entrada hoy pasará de veras derrochando su zancada? ¿O será porque el Consuelo que trae la Reina en su mirada llenará de amor fraterno tus paredes y fachadas? Disfrútalo, amigo mío, vívelo intensamente, que llegando a la Plaza que también lleva tu nombre es cuando verás llenarse la ciudad a la que amas del Consuelo y la Bondad y empezará la retirada. Otra vez un año entero aguardando su llegada.

Ya es de noche cerrada cuando en Toledo y Jacinto avanza la hermandad para meterse en calles más humildes pero igualmente engalanadas. El misterio ya busca adentrarse en el Perchel y saludar a Santa Ángela y el palio avanza saleroso despidiendo la Diputación.

Y dejando atrás la Placita de Agustín Salido y la pequeña y peleona calle del Ángel llega la cofradía a la Plaza de Santiago y se detiene en el número dos. En las mismas Puertas del Cielo. Allí habitan la humildad y las Hermanas de una mujer que fue la hija de un zapatero y que ordenó a su compañía hacerse pobre con los pobres y velar por los enfermos. Allí no hacen falta galones.

El convento de las Hermanas de la Cruz luce radiante siempre, allí el Miércoles Santo es eterno y todo el que va por el empedrado de Santiago se contagia de la bondad y el consuelo que reparten esas benditas mujeres. Allí es donde empezó la historia de la Fábrica de los Sueños…

Y ya vamos de vuelta a casa y sigue Ciudad Real preciosa. Norte, Calatrava y San Antonio nos llevan a las Terreras a recordar cuando Consuelo aún sin palio lucía hermosa. Llora Santiago de nuevo despidiéndose de la Señora. Y sonríe Santo Tomás con picardía. Vosotros sabéis por qué. Ya os he contado la historia.

Las estrellas brillan muy alto cuando el Señor camina por Cañas y enfila Felipe II. Los balcones que por la tarde lucían radiantes por el sol ahora reflejan los brillos de la candelería del paso de la Virgen mientras se bañan de plata refulgente donada por la luna del Parasceve.

Las esquinas de San Juan de Ávila presencian las últimas revirás de los pasos de la cofradía antes de terminar de nuevo la estación de penitencia anual. Los geranios privilegiados que habían visto la salida desde la calle Quevedo se han vestido como los galanes de noche y dan aroma a la calle y charlan con las buganvillas de las casas de la acera de enfrente hasta que una saeta irrumpe y les manda callar. Y se oye el martinete y avanzando despacito el Señor de la Bondad mientras su Madre del alma llora mucho y de verdad.

Suena la Marcha Real, suena el Himno Nacional. Se ha terminado el reparto del Consuelo y de la Bondad. Y puedes quitarte las galas, ya puedes dormir en paz. Se ha acabado el Miércoles Santo y todo vuelve a la normalidad. Puedes soñar lo vivido y esperarlo una vez más. ¡Hasta el año que viene querida! ¡Nos vemos, Ciudad Real!

E L   H E R M A N O   D E   L A   F L A G E L A C I Ó N

Ser hermano de nuestra cofradía no se puede explicar. No es ser penitente o nazareno un solo día. No. Es mucho más. Es pasarse toda una vida mirando a los ojos y hablando de tú a tú a Nuestro Padre Jesús de la Bondad y a María Santísima del Consuelo. Desde que uno ingresa en la hermandad se convierte en un Hermano de la Flagelación. Un hermano con mayúsculas porque así lo somos los que formamos parte de esta familia. Y para que existan personas que son hermanas entre sí es porque existen unos padres de todos ellos. Y el hermano de la Flagelación no puede tener mejores padres: el Rey de Reyes y la Reina del Consuelo. Y no puede tener mejor casa que una hermandad donde todo el mundo cabe.

El Hermano de la Flagelación vive en un Miércoles Santo eterno donde el Señor de la Bondad pese a ser flagelado día tras día nos impregna con su nombre y donde la Virgen del Consuelo siempre seca nuestras lágrimas tan sólo con su recuerdo. Vestir la túnica, además, es el culmen del amor por su cofradía: convertirse en nazareno de luz para sus Titulares, alumbrando con la mecha del cirio el camino por donde Ellos han de pasar, mientras oculto tras el antifaz de su capillo y con la única compañía de ir uno consigo mismo, camina anónimamente por la ciudad. El Miércoles Santo aunque es el día más grande de la hermandad, es sin lugar a dudas el día más duro del Hermano de la Flagelación. La procesión se convierte en lo que realmente hacen los penitentes y nazarenos: una Estación de Penitencia. ¡Cuánto os admiro, hermanos nazarenos!


Salir de casa con la túnica y el capillo puesto y dirigiros a realizar la estación de penitencia por el trayecto más corto, sin entreteneros ni poder hablar con nadie, canjear vuestra papeleta de sitio por el cirio, localizar vuestro tramo, alumbrar en soledad el camino por donde han de pasear el Señor y María y, concluido todo, regresar a casa igualmente ocultos bajo las vestimentas de nuestra hermandad. Repito: ¡Cuánto os admiro!


Y qué bonito es para un Hermano de la Flagelación pasarse la vida entera disfrutando de su familia y más si la devoción le viene de sus antecesores y la puede inculcar a sus sucesores. Qué bonito es aprender  de nuestros mayores a querer al Señor y a la Virgen y transmitirlo a nuestros hijos y nietos. Qué bonito es volver a volver. Volver a recordar a tus abuelos contándote que te bautizaron en Santo Tomás siendo testigo el Dios de la Bondad. Volver a querer ser niño para vestir la túnica en los brazos de tu madre y llevar un cesto con caramelos y estampas. Volver a soñar con que estrenas antifaz y por primera vez llevas un cirio y jugueteas con las gotas de cera y, gustarte tanto la experiencia, que pides en casa que te planchen la túnica por si mañana es Miércoles Santo de nuevo. Volver a soñar que vas ganando puestos en los tramos hacia atrás y rezas con tus sandalias muy cercano al capataz, allí donde el Consuelo va imprimiendo su pisar. Volver a desear pasar por el empedrado de Santiago en tu soledad de nazareno y que se abran las Puertas del Cielo y escuchar como las Hermanitas de la Cruz le cantan al Dios moreno. Volver a llorar cuando el palio arríe sus zancos de nuevo y volver a casa, cansado, con el trabajo bien hecho.

Ser de nuestra hermandad es algo que nos acompaña siempre. No hay día que no nos acordemos en algún momento de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y de María Santísima del Consuelo.

Al abrir la cartera nos encontramos con su estampa, al mirar el calendario nos topamos con su mirada, al pasar por Santo Tomás nos sentimos en nuestra casa y al vestir la túnica nazarena alcanzamos la Bondad, el Consuelo, la nostalgia, la esperanza y el recuerdo. Toda la vida entera es sentimiento y emoción para aquella persona que sea hermana de la Flagelación y que deshoje margaritas entre oraciones y anhelos para que el calendario señale Miércoles Santos de ensueño. Y hay costaleros, capataces, atributos y Miembros de la junta de Gobierno. Pero la esencia de todo vive y perdura en el hermano nazareno…


Estando tu madre encinta
ya lo empiezas a notar
y sabes que algo grande
en tu vida va a pasar:
bienvenido a esta familia,
bienvenido a esta hermandad
bienvenido, hijo mío,
al Consuelo y la Bondad.

De las manos de tu abuela
tu medalla llegará
y en los brazos de tu abuelo
nuestras reglas jurarás.
Siendo niño, en el carrito,
una estampa llevarás
y a su vera un sonajero
con sonido a chicotá
que tu padre bajo el paso
al escucharlo llorará.
Y cuando ya comiences solo
a dar pasos y a rezar
de pequeño nazareno
tu mamá te vestirá
con una túnica blanquita
y todavía sin antifaz.
¡Darle al niño una varita!
gritará Santo Tomás,
que contemple bien la cara
del Consuelo y la Bondad.

Poquito a poco irás creciendo
con tu cara de chiquillo
llegarás a formar parte
del cuerpo de monaguillos.
Dejarás ya la varita
y el reparto de estampitas.
Y llevarás el incensario,
la naveta y el carbón,
y darás olor al paso
y vibrarás con emoción.

Otra vez Miércoles Santo
y la túnica planchada
que te estrenas con un cirio
y vas muy cerca del Señor
escuchando las cornetas
y el sonar del llamador.

Y te sientes nazareno
que ama al Cristo flagelado
y tras tu capillo tapado,
avanzando en soledad
te sientes bien arropado
por el Consuelo y la Bondad.

Y te apartas de la cera
de la túnica y capillo,
porque te llama la arpillera
y el sonido del martillo.
Y trabajando por derecho
sientes cercano a tu abuelo
ese que ya está en el Cielo
con la Virgen del Consuelo.

Y te acuerdas de tu abuela
que está mayor y muy malita
y que el Señor de la Bondad
ya la quiere muy cerquita.
Y te agarras la medalla
que sus manos te pusieron
y llorando bajo el paso
te haces hombre y costalero
porque en años venideros
ella misma desde el Cielo
será quien te tire la ropa
con todo su amor y su esmero.
Volverás de nuevo al tramo
y ya no serás costalero
y deberás dejar el paso,
levantás y los costeros
y agarrado de tu mano
un pequeño nazareno
que en recuerdo de tu infancia
te dará sus caramelos
y en el brillo de sus ojos,
de ilusión y de humildad
verás destellos de amor,
al Consuelo y la Bondad.

Y alumbrando con tu cirio
verás los tramos pasar
y serás el nazareno
más cercano al Titular.
Ocultado en tu capillo
la nostalgia llegará
escuchando las mecías
y la voz del capataz.

Y cuando veas que ya no puedes
con tu cirio caminar
y que ha llegado la hora
de no poder procesionar,
coge a tu nieto en los brazos
y enséñale la hermandad.

Y dile cómo se les quiere
y cómo les hay que rezar,
cómo les reza su madre,
cómo les rezó su abuela,
cómo les rezarás a la cara
cuando los tengas muy cerca.

Faltarán tus padres a tu lado
y su recuerdo vivirá
en un escudo y una medalla
que en tu cama penderá.
La cofradía seguirá avanzando
con salero y con compás
y tú desde una ventana
contemplando su caminar
pues eres viejo y muy anciano
y en la calle no puedes estar.

Y ves a los niños jugando
y recuerdas los años de atrás.
¡Cuánto habrás disfrutado
en tu querida hermandad!
Vistiendo siempre la túnica
del Consuelo y de la Bondad.

Llegará la hora de irte
y marcharte no querrás,
quieres seguir con tu cirio
muy cerca de la hermandad
y tumbado en el lecho de muerte
balbuceando pedirás
que te pongan una estampa
del Señor de la Bondad.

Y cuando ya cierres los ojos
y estés en el más allá,
sonreirás al ver cercano
a Nuestro Padre celestial
a la Virgen del Consuelo
a tu familia y tu hermandad.

Y si Dios, el Padre Bueno,
te da la oportunidad
de decir si te reencarnas
no lo hagas esperar.
Dile que te mande presto
de nuevo a Santo Tomás
a volver a Jurar Reglas
de una grandiosa hermandad
donde siempre serán eternos
el Consuelo y la Bondad.

He dicho.