I N T R O I T
O
El flagelo del
sayón se contoneaba al viento,
un aire
primaveral azotaba su columna
y una mirada de
Bondad se reflejaba
en cuarenta
latigazos y una espalda flagelada.
Cuarenta y ocho
hombres costaleros
enfajados de
labor por su Madre del Consuelo,
se citaban en su
Reino bajo el peso del madero
para pasear al
mismo Dios por la tierra y por el cielo.
Numerosas
túnicas blancas de hermanos en compañía
derramaban gota
a gota oraciones por las calles
dando luz y
testimonio de hermandad y cofradía
al misterio de
Bondad y al Consuelo de María.
En la Iglesia de
San Pedro y en la Plaza Mayor
se arremolina la
gente a ver la Flagelación.
Ejemplo de
cofradía, discurrir con emoción,
se oyen cantos
de saeta y levantás de corazón.
El
pregonero fue presentado por el Secretario de la Cofradía y Capataz del paso de
misterio, D. José Luis Serrano Herrera
Y llega el Señor
al Pasaje entre izquierdos y costeros,
suenan llantos
de corneta y racheo de costaleros.
En la bulla se
presiente la grandeza del momento:
la misma cara
que yo veo cuando rezo el Padre Nuestro.
Una madre con su
hija y una abuela fallecida
que lo mira
desde arriba y hasta le acaricia el pelo
y le limpia con
sus manos su humilde rostro moreno
mientras le
susurra al oído sus duquelas y desvelos.
Y bajo palio una
Madre dolorosa en llanto eterno
va repartiendo
su nombre al afligido y al enfermo,
porque entre
cielo y tierra solo hay Bondad
y entre tierra y
cielo solo hay Consuelo.
S
A L U D A T I O
Excelentísimas
autoridades, Señor Consiliario, Hermano Mayor y miembros de la Junta de
Gobierno de nuestra Ilustre, Humilde y Fervorosa Hermandad y Cofradía de
Nazarenos de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María
Santísima del Consuelo, hermanos, costaleros, señoras, señores, cofrades,
familiares y amigos todos:
Es para mí un orgullo, un privilegio y
un sueño ocupar el lugar que hoy disfruto en nuestra hermandad: hermano de la
corporación desde hace más de dos décadas, costalero del paso de misterio que
lleva vividas veintidós lunas de Parasceve desde los respiraderos y hoy,
además, pregonero de nuestra cofradía. Pero yo no tengo mérito alguno. El
mérito es del Señor de la Bondad y de su Madre del Consuelo, son quienes lo han
querido y así me lo han permitido. ¡Cuántas oraciones habrán recogido sus manos
atadas! ¡Cuántas lágrimas habrán visto sus ojos de consuelo mientras su
mirada contempla como su Hijo de Bondad
aguanta impasible los latigazos que le propinan y sus retinas se afanan en
calmar las nuestras! Y cuantas veces me habrán oído rezarles…
Y L L E G Ó
E L L A
Yo conocí al Señor allí donde los
vencejos vuelan al claudicar la primavera, allí donde la Virgen del Consuelo
con su manto granate procesionaba aún sin palio que la cobijara y allí donde
antaño se hiciera la tertulia cofrade Martillo y Trabajadera. En el corazón de
la antigua judería de esta ciudad nuestra, no podía ser de otra manera, allí
donde confluyen las calles Lirio, Inmaculada Concepción y la Calatrava más perchelera:
en la Plaza de las Terreras. Allí, todavía sin que existiera, yo conocí al
Señor. Era el Miércoles Santo de 1991. Lo recuerdo como si fuera ayer. Era un
niño de 10 años que cursaba la E.G.B. y con las vacaciones recién entregadas,
pues entonces hubo unos años que teníamos clase Lunes y Martes Santo por la
mañana y por la tarde y Miércoles Santo hasta mediodía, corrí por la tarde
raudo y veloz a ver la hermandad nueva. Encontré su cortejo en la dicha Plaza
de las Terreras. Unas túnicas blancas, con capillo de igual color, botonadura y
fajín granate y por calzado unas sandalias franciscanas eran la indumentaria de
aquellos nazarenos que dieron vida a un Miércoles Santo que antes estaba
dormido.
Y Ella. Por supuesto. Ella de la forma
más humilde y callada posible impregnó de Consuelo cualquier rincón de la
ciudad. Era su estreno y presentación y no pudo ser más radiante. Y fue
entonces cuando me enteré que esa hermandad iba a tener un Cristo. Me gustó
tanto aquella cofradía y disfruté tanto con la noticia que ya soñaba con Él. Ya
lo esperaba, ya lo quería, ya le rezaba, ya lo sentía… Así conocí al Señor. Sin
ni siquiera saber su nombre.
Y llegó. Llegó ya derrochando poderío.
¿Qué imagen de Ciudad Real ha tenido antes siquiera de existir una cuadrilla de
costaleros? Ninguna. Sólo el Señor de la Bondad. Antes de que fuese tallado ya
había un grupo de hombres ensayando para pasearlo. No se puede ser más grande.
Y este año celebramos el XXV Aniversario de su hechura. Cómo pasa el tiempo…
Pero aquella tarde en las Terreras la ví
a Ella. Si el Señor llegó derrochando poderío, Ella llegó derrochando arte.
Para empezar llenaba un día de la Semana Grande que carecía totalmente de ser
parte de la Semana Santa si no fuera por su nombre: Miércoles Santo. Pero un
Miércoles Santo vacío y gris, sin cirios por las calles, sin incienso
perfumando, sin vaivén de las mecías y sin sonar marchas de fondo. Hasta que
llegó Ella y todo cambió. Una nueva cofradía salía a la calle con una imagen
mariana. Tenía manto granate y no llevaba palio. Se llamaba Amor Fraterno,
residía en Santiago y era todo de prestado menos el puchero de su cara y su
nombre de Consuelo. Y ya conquistó corazones y se hizo un hueco en esta tierra.
Santiago presumía de novedad pero Santo Tomás me contó un día que le ganó la
partida y que habló con Ella y me contó lo que le decía y cómo se quedó con
aquella cofradía y con aquella Virgen nueva que salía…
Por las calles
avanzando
con paso firme y
sereno
no le hacía
falta más palio
que el azul del
cielo abierto.
Por varales
llevaba oraciones,
petalás de
llantos y emociones
las que formaban
su peana
de sentir y
peticiones.
Revuelo de
nazarenos,
por el barrio
perchelero
se entregaban a
tu nombre:
Reina y Madre
del Consuelo.
En la calle de
Altagracia
sonrisas en los
balcones
con aromas de
torrijas
y redobles de
tambores.
Una Virgen bella
y nueva
con carita de
azucena
va quitando de
las calles
los dolores y
las penas,
consolando al
afligido,
despertando
sentimientos
y acunando con
su manto
a un bebé recién
nacido
que ya sueña
desde niño
con crecer bajo
su amparo
para ser su
costalero
y pasearla de la
mano.
Y al verle esa
cara
de Madre, reina
y soberana,
la gente del
pueblo la aclama
y Santo Tomás le
exclama:
¡Vente a mí
casa, señora!
Que aquí pondré
tu peana
y estarás junto
a tu Hijo,
el de la espalda
flagelada.
Te prometo un
barrio obrero,
te prometo
sentimientos,
te prometo los
perfumes
del mejor de los
inciensos,
te prometo
costaleros
que te mezan con
esmero.
Te prometo,
Madre mía,
la mejor de las
poesías.
Vente a mi casa,
¡por Dios!
haremos sitio
para el Cristo
que aún está sin
encargar
y haremos
altares de cultos
y Bolsa de
Caridad
y también
haremos triduos
al Señor de la
Bondad.
Y rezaremos el
rosario
con aire
primaveral
y serás junto a
la aurora
Reina y Madre de
verdad.
Y te haremos una
corona
hecha de amor y
metal
y te vestiremos
de Hebrea
en el tiempo
cuaresmal.
Te pondremos
bajo palio
y presidirás el
altar
y te haremos
besamanos
que no puedes ni
soñar.
¡Te lo ruego,
Madre mía!
¡Vente a mi casa
ya!
Lo que he visto
por las calles
no lo ha visto
nadie más.
Hoy he visto
sentimientos,
oraciones sin
igual,
hoy he visto tu
Consuelo
a la voz del
capataz.
Hoy he visto en
nuevas caras
tu reflejo al
caminar,
y hoy he visto
en los ancianos
una ilusión
especial.
También he visto
una semilla
que germina con
Bondad,
y echa brotes y
raíces
de grandeza y
de humildad.
Ya se fragua la
leyenda
desde el Parque
a más allá.
Te lo juro, mi
Consuelo,
es que tiemblo
de emoción
recordando tus
inicios:
Hermandad
Flagelación.
T
U C U A D R I L L A, S E Ñ O R
Y yo quise ser su costalero. Pero Él no
lo quiso. Yo quise ser costalero de aquella Virgen del Consuelo de la hermandad
que cambió la historia de nuestra Semana Santa en Ciudad Real. Pero Él no lo
quiso. No me perdía ninguno de los ensayos de las cuadrillas y así pasaron
cuatro años soñando en Cuaresma que me calzaba de esparto, me encintaba la faja
y me metía bajo el paso. No veía el momento de que llegara mi tiempo. Y entremedias
crecía y me hice hermano de esta cofradía. Y fui por primera vez a Sevilla
entre hermanos y cofrades. Y gracias a nuestra hermandad conocí a una Madre que
vive en San Gil a la que Joselito le trajera cinco verdes esmeraldas del otro
confín del mundo para realzar su belleza. Y me quedé embobado viéndola porque como Ella…, en fin, porque como Tú
ninguna, Macarena. Y me llené de Esperanza. Y compré mi primer costal porque yo
quería ser su costalero. Pero Él no lo quiso. Y llegó de nuevo la Cuaresma. Mi
pasión no podía detenerse. Los Reyes Magos me habían traído mi primera faja y
por capricho del destino encontré una morcilla en el portal de mis abuelos.
Todavía era muy joven y mis padres no querían que ya fuera costalero pero
conforme empezaron los ensayos allí me presenté con mi atuendo. Antes no era
como ahora y sabía que lo conseguiría. Yo quería ser su costalero, de esa
Virgen del Consuelo, pero Él no lo quiso. Me pasaba de alto y fui a recalar en
las trabajaderas de Nuestro Padre Jesús de la Bondad. Y Él así lo quiso.
Y desde entonces hasta hoy fui y soy su
costalero y formo parte de la cuadrilla del paso de misterio de nuestra
hermandad. ¡Y qué cuadrilla! Me atrevería a decir que es la más característica
de la Semana Santa de Ciudad Real dentro de los andares de los pasos de Cristo.
Fue la primera en lanzar un izquierdo y quedarse de costero. Fue la primera en
salir a los sones de una banda de cornetas y tambores situada tras el paso. Fue
la primera en pasar por calle Lanza. Y fue la primera en pasar por el Pasaje de
la Merced. Anda que no tiene historia y sueños cumplidos la cuadrilla del
Señor. La Fábrica de los Sueños es esa cuadrilla que tiene por costaleros a
trabajadores que convierten en realidad los sueños de Miércoles Santo: los
sueños de repartir Bondad verdaderamente, los sueños de consolar a una Madre,
los sueños de pasear al Señor, los sueños de honrarle con faja y costal, la
cuadrilla de Nuestro Padre Jesús de la Bondad los hace realidad. Ese grupo de
hombres ha sido referencia de la grandeza de nuestra hermandad. Un grupo de
amigos, de hermanos, de costaleros que estando más o menos en número son fieles
a su titular y no dudan ni un segundo de seguir con ese anhelo de llevarlo, si
hace falta, de rodillas hasta el Cielo.
La cuadrilla del misterio de la Flagelación
ha sido puntera en esta capital, hasta tal punto que decir Miércoles Santo es
decir Señor de la Bondad en la Merced. Si con la llegada de la Virgen del
Consuelo el Miércoles Santo cobró vida, con la llegada del Cristo flagelado el
Miércoles Santo se convirtió en el día más esperado de la Semana Mayor. Por
algo ser de la Flagelación es un orgullo, ser de sus cuadrillas un título y ser
los pies del Señor de la Bondad un privilegio.
Y este pregonero que es un trabajador de
esa Fábrica de los Sueños no deja de soñar y soñar con nuevas generaciones
costaleras que quieran ser los pies del Señor. Yo lo soñaba de niño, ser los
pies de Cristo, y ahora lo veo cumplido en los jóvenes costaleros con los que
comparto este bendito oficio de pasear la fe cada Miércoles Santo. Los que ya
llevamos muchos años debajo de las trabajaderas y más que sumar años los vamos
descontando, nos alegramos de ver caras nuevas y jóvenes que siguen soñando y
recordando nuestros inicios. Vosotros, compañeros noveles, sois el futuro de
esta cuadrilla, sois la nueva generación, sois los pies de Dios en la tierra y
seguiréis siéndolo cuando muchos ya no estemos en las trabajaderas.
Vosotros sois nada más y nada menos que
la cuadrilla del Señor de la Bondad. Y cuando tengáis hijos inculcadles el amor
del oficio costalero y, si podéis, compartid con ellos el paso. Seguro que es
lo más bonito que hay en el mundo del costal y más aún si es siendo costalero
de la Flagelación y transmitiendo el sentimiento de generación en generación en
la cuadrilla más integra que hay. Yo creo que no podré cumplirlo, pero algunos
de vosotros sí.
Y así la Fábrica de los Sueños seguirá
teniendo a los mejores trabajadores en la cuadrilla del Señor. No lo dudéis.
Soñadlo. Soñadlo y hacedlo realidad. Haced realidad mi sueño y que el amor del
costalero siga vivo.
Soñaba sueños de
infancia y soñando despertó.
Eran las siete
en el alba y las siete en el reloj.
Amanecía en la
vida y en este mundo nació.
Ya de pequeñito
soñaba con hacerse mayor
y soñando que te
sueña creciendo creció.
Su mente forjaba
sueños de ser los pies del Señor
y anhelaba con
esmero poder realizar su función.
A primera hora
de la mañana su primera igualá lo llamó
y calzándose los
botines en la misma se presentó.
Pasaba el
listero mirando las caras y novedades
y se sorprendió
al ver al joven tan joven pedir trabajo.
Su mente
entonces la historia de su padre le recordó…
Soñaba sueños de
infancia y soñando despertó.
Que eran ya las
nueve en su alma y las nueve en el reloj.
Y recordó como
en su infancia, sueña que te sueña soñó,
que algún día
sería de los hombres que pasean al Señor.
Y en su
adolescencia eran las diez en su espíritu y las diez en el reloj.
Y recién
iniciada su vida a la igualá se presentó.
El listero
pasaba mirando los huecos y en él se fijó.
El capataz lo
igualó y dándole la bienvenida en la cuadrilla entró:
ya formaba parte
de los hombres que pasean al Señor.
Eran las once en
su vida y las once en el reloj
y soñando que te
sueña media vida allí gastó
paseando con
afecto a su amado Titular,
viviendo lo que
había soñado, no dejando de soñar
y esperando con
anhelo de su hijo el debutar.
Pasaron los años
unos más rápidos y otros más lentos
hasta que al fin
llegó el preciado momento
y padre e hijo
se unieron fajándose la labor,
ajustándose bien
la ropa y levantando con primor.
Que son kilos de
oro y ahora es cuando puedo yo
cumplir con mi
sueño de infancia de ser los pies del Señor
y de la mano de
mi hijo trabajar con emoción.
El tiempo siguió
pasando y las agujas del reloj
llegaron a dar
las siete en el calendario del vividor.
Su espalda ya no
podía soñar con lo que soñó
aunque su mente
le impedía alejarse del Señor.
Pero, ¡ay! del
reloj de la vida que avanza sin detención.
Padre e hijo
vivieron lo que soñaron de corazón:
Compartir juntos
trabajo, cuadrilla y devoción
hasta que el
reloj volvió a las doce y del sueño despertó.
Con todo el
dolor de su alma aquello ya se cumplió
y ese padre no
volvió a cruzarse con su hijo en el faldón
pero los dos
inculcaron su fuerza, su ímpetu y su tesón
a retoños que ya
soñaban ser de la Flagelación.
Y años y años
pasaron y hoy los dos con emoción
acunan entre sus
brazos a su hijo y nieto mayor
y ven que la
savia nueva sigue teniendo ilusión:
nuevos hombres
valientes que ya nacieron soñando…
…con ser los
pies del Señor…
P
R E G O N A R A M I
H E R M A N D A D
¡Qué bonito es ser de la Flagelación!
¡Qué bonito es volver la vista atrás y ver la preciosa trayectoria que tiene
nuestra hermandad! Y qué ilusionante es recordar nuestra historia, lo que está
por venir y saber que somos partícipes de ello, sabernos historia viva de unos
logros y de unas líneas que quedarán por siempre narradas en el paso del
tiempo. ¡Viva el Señor de la Bondad! ¡Viva la Virgen del Consuelo! ¡Y viva
nuestra hermandad! ¡Qué bonito es ser pregonero de tu cofradía! ¡Qué bonito es
ser la voz de toda la familia que formamos! Porque todos los hermanos queremos
a nuestros Titulares y queremos ensalzarlos y mis palabras son vuestras pues
Ellos son la verdad de todo esto. De nada servimos los nazarenos, los
costaleros, los acólitos, los músicos de bandas… si no estuvieran Ellos. Con
qué alegría venimos agotando la Cuaresma el día del traslado a llevar a nuestro
Cristo y nuestra Virgen por la calle. Con qué nervios aguardamos el Miércoles
Santo. Con qué pasión vivimos nuestro día grande. Y con qué orgullo pasamos los
años sabiéndonos hermanos de la Flagelación. Y hoy yo lo puedo pregonar: los
hermanos de mi cofradía estamos orgullosos de serlo.
Pregonar es, tan simple, como publicitar
en voz alta una noticia o un hecho para que sea conocido por todos. Y eso es lo
que hago: deciros que mi hermandad es grande y que sus hermanos somos
partícipes de ello y estamos orgullosos. Y que resuene mi voz en el eco del
tiempo y se repita y sigan los versos envolviendo en grandeza al Señor de la
Bondad y a su Madre del Consuelo. Porque nosotros pasaremos pero Ellos seguirán
siempre ahí año tras año.
Éste es el XXV Aniversario de la hechura
del Señor. Quizás no sean muchos años pero ya os digo que cuando nosotros no
estemos, Él seguirá. De hecho, ¿habéis pensado cuántos hermanos de nuestra
cofradía se han ido de entre nosotros y cuántos recién nacidos ha habido en
estos veinticinco años? ¿Sabéis cuántos costaleros han pasado por las
trabajaderas del Señor en este cuarto de siglo? ¿Sabéis la cantidad de
oraciones, rezos, súplicas y plegarias que ha recibido Nuestro Padre Jesús de
la Bondad en estos cinco lustros? ¿Es mucha historia o es poca? Sea la que sea
sólo es el principio porque Él es eterno. Y este año es especial. Santo Tomás
cumplió su palabra y a la Virgen del Consuelo y a su Hijo juntó aquí en su
morada. Y los dotó de una hermandad soberana y recayó en mí el pregonar en este
año tan peculiar, para todos en general y para mí en particular.
¡Y qué precioso es pregonarte,
Flagelación! Qué precioso y qué difícil. Porque, ¿qué queréis que yo pregone de
nuestra querida hermandad? Si ya está todo dicho y lo que yo no dijera otros
los dirán. ¿Qué queréis que os diga si todos lo sabéis ya? ¿Que admiro a los
nazarenos y su fuerza de voluntad? ¿Que admiro a los costaleros y su zancada al
rachear? ¿Que admiro a los titulares de una hermandad sin par? ¿Qué admiro
nuestra historia y lo que está por llegar?
Yo quisiera, hermanos míos, dar un
pregón sin igual. Que pasen y pasen los años y se recuerde mi recitar. Pero qué
complejo es lo que necesito expresar. Todavía no sé quién, mi hermandad, te
pregone que tenga buen pregonar y queden sus palabras flotando por el altar.
Porque pregonarte te han pregonado muchos ya y otros tantos que lo harán y yo
sólo soy un osado que escribe de su hermandad, pero quisiera que mis palabras
no se dejen olvidar y perduren en el tiempo como el Consuelo y la Bondad.
Complicada misión y preciosa es aquella de pregonar. Y como todo pasa en el
tiempo y lo escrito se quedará, quiero que haya mil pregones que ensalcen
nuestra hermandad, pero hoy soy yo quien pregona y me toca recitar y también
voy a deciros que me gustaría escuchar, cuando yo esté ya en el Cielo con el
Dios de la Bondad, decir algún día en mi memoria que hubo una vez, tiempo
atrás, un pregonero que sin saber pregonar buscó toda su vida alguien que
pudiese alabar estando a la altura de tan magnífica hermandad, porque nosotros
nos iremos pero Ellos… seguirán.
¿Y quién, mi
hermandad, te pregone
que tenga buen pregonar?
Soñando palios e
imaginando pregones,
tallando
misterios entre oraciones,
engalanando con
poesías nuestros balcones
mientras remueve
recuerdos por los cajones,
va pasando la
Cuaresma de aquel viejo pregonero
que salió siendo
niño de nazareno,
en su edad
madura de costalero
y repitiendo su
pregunta por el mundo entero
hoy avanza ya
por Marzo despidiendo otro Febrero.
Aquel viejo
pregonero qué amor no le tendría
a la
Flagelación, su cofradía,
que no dejó de
buscar gente
que tuviera el
don para alabar
como realmente
merecía
la más preciosa
hermandad.
No hallaba
palabras que se ajustasen
a los pies de su
Cristo, a los llantos de María,
a las revirás de
ida y las vueltas de recogía.
Nada le gustaba
cómo definían
los cultos de
tarde, los traslados de día,
los faldones del
paso y las velas de la candelería.
Y por más que
buscaba y que buscaría
nadie le parecía
a la altura
de ensalzar su
cofradía
a la más sublime
hermosura
y a todas las
horas del día
en su mente se
repetía
una duda
transcendental:
¿Quién, mi
hermandad, te pregone
que tenga buen
pregonar?
Pasará el tiempo
y otros pregonarán
y dirán cosas
preciosas que a todos nos gustarán
pero para ese
pregonero nadie será capaz
de alabar como
se debe a tan grandiosa hermandad
porque todos
somos pequeños,
si nos ponemos a
hablar,
nada más y nada
menos
que del Consuelo
y la Bondad.
Y volarán los
meses y las Cuaresmas volverán
y aquel viejo
pregonero en la memoria quedará,
se mantendrá su
duda flotando, volando por el altar:
¿Quién, mi
hermandad, te pregone,
que tenga buen
pregonar?
Y que remueva
sentimientos de cofrades sin igual,
que prenda la
viva mecha del alma y la caridad,
que iguale de
primera a última chicotá tras chicotá,
que meza
misterio y palio con un mismo rachear,
que exalte las
emociones de una hermandad sin par,
que toque la
fibra interna del que va a procesionar,
que perdure por
las Cuaresmas año tras año al pasar
y que haga que
en los pregones que se van a recitar
siga surgiendo
la duda y se vuelva de nuevo a escuchar
que no hay nadie
que esté por encima
de esta bendita
hermandad.
Y por eso lo
digo de nuevo y vuelvo fuerte a exclamar:
¿Quién, mi
hermandad, te pregone,
que tenga buen
pregonar?
L
A C O F R A D Í A E N
L A C A L L E
Cuando amanece el Miércoles Santo la
ciudad está distinta. Todas las calles por donde va a pasar la cofradía se
ponen coquetas para ser testigos de la Bondad y el Consuelo que se va a
repartir por ellas cuando llegue la tarde. Y se compenetran a la perfección con
la hermandad cuando las transita. Y así pasa. Cada Miércoles Santo a las 19;00
horas de la tarde se cumple la maravilla y fluye el encanto en cada rincón y
conversan Ciudad Real y la Flagelación.
Quevedo, Corazón de María y Conde de la
Cañada estiran sus geranios al sol del atardecer para tornar sus flores en
grana como los faldones de los pasos de nuestra hermandad.
Lanza luce pétrea y limpia dando poderío
a un San Pedro que recogerá en sus muros izquierdos y costeros con aroma de
incensario y sudor de costalero.
Cuchillería se adecenta y filtra la
imagen de la Bondad adentrándose en una Plaza Mayor engalanada que sonríe
aliviada al concluir la espera y recibir el Consuelo de su Madre. ¿Has visto
qué guapa viene?, le pregunta el Ayuntamiento a la fuente. Está radiante, como
siempre. Lista para pasar por María Cristina y revirar por Feria en su vuelta
mágica de la esquina de la Virgen.
En el Paseo del Prado aguardan los
árboles luciendo sus más bellos brotes primaverales y salen a la calle anocheciendo
como los grandes señores de capa y sombrero. Algunos son centenarios y hay que
hablarles de usted, como a la Morena del Prado.
Pero por su savia corre ternura cuando oyen el galope de un caballo que
los lleva a la locura. ¡Ya se acerca el Señor de la Bondad! ¡Venid, venid! ¡Qué
poderío! ¡Qué elegancia ver como el paso avanza!
Y en la Catedral al oírlos la Patrona se
asoma a la ventana de su Camarín para ver la cofradía. ¡Hola hijo, mío! Otra
vez por aquí. ¡Qué ganas tenía de verte! Hoy me he puesto guapa para darte un
beso en la frente cuando te levanten al Cielo. ¡Tú siempre estás guapa, Madre!
Voy a pararme un poquito y rezamos juntos una Salve.
Mientras la Cruz de Guía avanza por
Camarín y despeja las esperas de la gente que ya aguarda en Caballeros. Vaya
calle más señorial, con rejas que reflejan impactos de historia y miradas de
años atrás que dan lugar a la última revirá antes del momento cumbre de la
estación de penitencia.
¡Ay, Pasaje de la Merced! Siempre luces
hermoso pero hoy lo estás más. ¿Será porque quien se refleja en el azulejo de
tu entrada hoy pasará de veras derrochando su zancada? ¿O será porque el
Consuelo que trae la Reina en su mirada llenará de amor fraterno tus paredes y
fachadas? Disfrútalo, amigo mío, vívelo intensamente, que llegando a la Plaza
que también lleva tu nombre es cuando verás llenarse la ciudad a la que amas
del Consuelo y la Bondad y empezará la retirada. Otra vez un año entero
aguardando su llegada.
Ya es de noche cerrada cuando en Toledo
y Jacinto avanza la hermandad para meterse en calles más humildes pero
igualmente engalanadas. El misterio ya busca adentrarse en el Perchel y saludar
a Santa Ángela y el palio avanza saleroso despidiendo la Diputación.
Y dejando atrás la Placita de Agustín
Salido y la pequeña y peleona calle del Ángel llega la cofradía a la Plaza de
Santiago y se detiene en el número dos. En las mismas Puertas del Cielo. Allí
habitan la humildad y las Hermanas de una mujer que fue la hija de un zapatero
y que ordenó a su compañía hacerse pobre con los pobres y velar por los
enfermos. Allí no hacen falta galones.
El convento de las Hermanas de la Cruz
luce radiante siempre, allí el Miércoles Santo es eterno y todo el que va por
el empedrado de Santiago se contagia de la bondad y el consuelo que reparten
esas benditas mujeres. Allí es donde empezó la historia de la Fábrica de los
Sueños…
Y ya vamos de vuelta a casa y sigue
Ciudad Real preciosa. Norte, Calatrava y San Antonio nos llevan a las Terreras
a recordar cuando Consuelo aún sin palio lucía hermosa. Llora Santiago de nuevo
despidiéndose de la Señora. Y sonríe Santo Tomás con picardía. Vosotros sabéis
por qué. Ya os he contado la historia.
Las estrellas brillan muy alto cuando el
Señor camina por Cañas y enfila Felipe II. Los balcones que por la tarde lucían
radiantes por el sol ahora reflejan los brillos de la candelería del paso de la
Virgen mientras se bañan de plata refulgente donada por la luna del Parasceve.
Las esquinas de San Juan de Ávila
presencian las últimas revirás de los pasos de la cofradía antes de terminar de
nuevo la estación de penitencia anual. Los geranios privilegiados que habían
visto la salida desde la calle Quevedo se han vestido como los galanes de noche
y dan aroma a la calle y charlan con las buganvillas de las casas de la acera
de enfrente hasta que una saeta irrumpe y les manda callar. Y se oye el
martinete y avanzando despacito el Señor de la Bondad mientras su Madre del
alma llora mucho y de verdad.
Suena la Marcha Real, suena el Himno
Nacional. Se ha terminado el reparto del Consuelo y de la Bondad. Y puedes
quitarte las galas, ya puedes dormir en paz. Se ha acabado el Miércoles Santo y
todo vuelve a la normalidad. Puedes soñar lo vivido y esperarlo una vez más.
¡Hasta el año que viene querida! ¡Nos vemos, Ciudad Real!
E
L H E R M A N O D E
L A F L A G E L A C I Ó N
Ser hermano de nuestra cofradía no se
puede explicar. No es ser penitente o nazareno un solo día. No. Es mucho más.
Es pasarse toda una vida mirando a los ojos y hablando de tú a tú a Nuestro
Padre Jesús de la Bondad y a María Santísima del Consuelo. Desde que uno
ingresa en la hermandad se convierte en un Hermano de la Flagelación. Un
hermano con mayúsculas porque así lo somos los que formamos parte de esta
familia. Y para que existan personas que son hermanas entre sí es porque
existen unos padres de todos ellos. Y el hermano de la Flagelación no puede
tener mejores padres: el Rey de Reyes y la Reina del Consuelo. Y no puede tener
mejor casa que una hermandad donde todo el mundo cabe.
El Hermano de la Flagelación vive en un
Miércoles Santo eterno donde el Señor de la Bondad pese a ser flagelado día
tras día nos impregna con su nombre y donde la Virgen del Consuelo siempre seca
nuestras lágrimas tan sólo con su recuerdo. Vestir la túnica, además, es el
culmen del amor por su cofradía: convertirse en nazareno de luz para sus
Titulares, alumbrando con la mecha del cirio el camino por donde Ellos han de
pasar, mientras oculto tras el antifaz de su capillo y con la única compañía de
ir uno consigo mismo, camina anónimamente por la ciudad. El Miércoles Santo
aunque es el día más grande de la hermandad, es sin lugar a dudas el día más
duro del Hermano de la Flagelación. La procesión se convierte en lo que
realmente hacen los penitentes y nazarenos: una Estación de Penitencia. ¡Cuánto
os admiro, hermanos nazarenos!
Salir de casa con la túnica y el capillo
puesto y dirigiros a realizar la estación de penitencia por el trayecto más
corto, sin entreteneros ni poder hablar con nadie, canjear vuestra papeleta de
sitio por el cirio, localizar vuestro tramo, alumbrar en soledad el camino por
donde han de pasear el Señor y María y, concluido todo, regresar a casa
igualmente ocultos bajo las vestimentas de nuestra hermandad. Repito: ¡Cuánto
os admiro!
Y qué bonito es para un Hermano de la
Flagelación pasarse la vida entera disfrutando de su familia y más si la
devoción le viene de sus antecesores y la puede inculcar a sus sucesores. Qué
bonito es aprender de nuestros mayores a
querer al Señor y a la Virgen y transmitirlo a nuestros hijos y nietos. Qué
bonito es volver a volver. Volver a recordar a tus abuelos contándote que te
bautizaron en Santo Tomás siendo testigo el Dios de la Bondad. Volver a querer
ser niño para vestir la túnica en los brazos de tu madre y llevar un cesto con
caramelos y estampas. Volver a soñar con que estrenas antifaz y por primera vez
llevas un cirio y jugueteas con las gotas de cera y, gustarte tanto la
experiencia, que pides en casa que te planchen la túnica por si mañana es
Miércoles Santo de nuevo. Volver a soñar que vas ganando puestos en los tramos
hacia atrás y rezas con tus sandalias muy cercano al capataz, allí donde el
Consuelo va imprimiendo su pisar. Volver a desear pasar por el empedrado de
Santiago en tu soledad de nazareno y que se abran las Puertas del Cielo y
escuchar como las Hermanitas de la Cruz le cantan al Dios moreno. Volver a
llorar cuando el palio arríe sus zancos de nuevo y volver a casa, cansado, con
el trabajo bien hecho.
Ser de nuestra hermandad es algo que nos
acompaña siempre. No hay día que no nos acordemos en algún momento de Nuestro
Padre Jesús de la Bondad y de María Santísima del Consuelo.
Al abrir la cartera nos encontramos con
su estampa, al mirar el calendario nos topamos con su mirada, al pasar por
Santo Tomás nos sentimos en nuestra casa y al vestir la túnica nazarena
alcanzamos la Bondad, el Consuelo, la nostalgia, la esperanza y el recuerdo.
Toda la vida entera es sentimiento y emoción para aquella persona que sea
hermana de la Flagelación y que deshoje margaritas entre oraciones y anhelos
para que el calendario señale Miércoles Santos de ensueño. Y hay costaleros,
capataces, atributos y Miembros de la junta de Gobierno. Pero la esencia de
todo vive y perdura en el hermano nazareno…
Estando tu madre
encinta
ya lo empiezas a
notar
y sabes que algo
grande
en tu vida va a
pasar:
bienvenido a
esta familia,
bienvenido a
esta hermandad
bienvenido, hijo
mío,
al Consuelo y la
Bondad.
De las manos de
tu abuela
tu medalla
llegará
y en los brazos
de tu abuelo
nuestras reglas
jurarás.
Siendo niño, en
el carrito,
una estampa
llevarás
y a su vera un
sonajero
con sonido a
chicotá
que tu padre
bajo el paso
al escucharlo
llorará.
Y cuando ya
comiences solo
a dar pasos y a
rezar
de pequeño
nazareno
tu mamá te
vestirá
con una túnica
blanquita
y todavía sin
antifaz.
¡Darle al niño
una varita!
gritará Santo
Tomás,
que contemple
bien la cara
del Consuelo y
la Bondad.
Poquito a poco
irás creciendo
con tu cara de
chiquillo
llegarás a
formar parte
del cuerpo de
monaguillos.
Dejarás ya la
varita
y el reparto de
estampitas.
Y llevarás el
incensario,
la naveta y el
carbón,
y darás olor al
paso
y vibrarás con
emoción.
Otra vez
Miércoles Santo
y la túnica
planchada
que te estrenas
con un cirio
y vas muy cerca
del Señor
escuchando las
cornetas
y el sonar del
llamador.
Y te sientes
nazareno
que ama al
Cristo flagelado
y tras tu
capillo tapado,
avanzando en
soledad
te sientes bien
arropado
por el Consuelo
y la Bondad.
Y te apartas de
la cera
de la túnica y
capillo,
porque te llama
la arpillera
y el sonido del
martillo.
Y trabajando por
derecho
sientes cercano
a tu abuelo
ese que ya está
en el Cielo
con la Virgen
del Consuelo.
Y te acuerdas de
tu abuela
que está mayor y
muy malita
y que el Señor
de la Bondad
ya la quiere muy
cerquita.
Y te agarras la
medalla
que sus manos te
pusieron
y llorando bajo
el paso
te haces hombre
y costalero
porque en años
venideros
ella misma desde
el Cielo
será quien te
tire la ropa
con todo su amor
y su esmero.
Volverás de
nuevo al tramo
y ya no serás
costalero
y deberás dejar
el paso,
levantás y los
costeros
y agarrado de tu
mano
un pequeño
nazareno
que en recuerdo
de tu infancia
te dará sus
caramelos
y en el brillo
de sus ojos,
de ilusión y de
humildad
verás destellos
de amor,
al Consuelo y la
Bondad.
Y alumbrando con
tu cirio
verás los tramos
pasar
y serás el
nazareno
más cercano al
Titular.
Ocultado en tu
capillo
la nostalgia llegará
escuchando las
mecías
y la voz del
capataz.
Y cuando veas
que ya no puedes
con tu cirio
caminar
y que ha llegado
la hora
de no poder
procesionar,
coge a tu nieto
en los brazos
y enséñale la
hermandad.
Y dile cómo se
les quiere
y cómo les hay
que rezar,
cómo les reza su
madre,
cómo les rezó su
abuela,
cómo les rezarás
a la cara
cuando los
tengas muy cerca.
Faltarán tus
padres a tu lado
y su recuerdo
vivirá
en un escudo y
una medalla
que en tu cama
penderá.
La cofradía
seguirá avanzando
con salero y con
compás
y tú desde una
ventana
contemplando su
caminar
pues eres viejo
y muy anciano
y en la calle no
puedes estar.
Y ves a los
niños jugando
y recuerdas los
años de atrás.
¡Cuánto habrás
disfrutado
en tu querida
hermandad!
Vistiendo
siempre la túnica
del Consuelo y
de la Bondad.
Llegará la hora
de irte
y marcharte no
querrás,
quieres seguir
con tu cirio
muy cerca de la
hermandad
y tumbado en el
lecho de muerte
balbuceando
pedirás
que te pongan
una estampa
del Señor de la
Bondad.
Y cuando ya
cierres los ojos
y estés en el
más allá,
sonreirás al ver
cercano
a Nuestro Padre
celestial
a la Virgen del
Consuelo
a tu familia y
tu hermandad.
Y si Dios, el
Padre Bueno,
te da la
oportunidad
de decir si te
reencarnas
no lo hagas
esperar.
Dile que te
mande presto
de nuevo a Santo
Tomás
a volver a Jurar
Reglas
de una grandiosa
hermandad
donde siempre
serán eternos
el Consuelo y la
Bondad.
He
dicho.