1. Es en el siglo IV, con el reconocimiento del
cristianismo en el tejido social del Imperio Romano, cuando la fiesta de
Navidad se fija el 25 de diciembre.
En los albores del cristianismo, la
fiesta más querida para los fieles no era tanto la Navidad, sino la Pascua. La
fecha más importante de la vida de Cristo, y también de los santos y mártires,
no era la del nacimiento sino la de la muerte, es decir el “nacimiento al
cielo”.
En todo caso, ya en los dos primeros
siglos de la era cristiana, la Navidad se celebraba tanto en Oriente como en
Occidente, aunque no en todas partes y en un día que variaba notablemente según
los lugares, en un periodo de tiempo que iba del 28 de marzo al 18- 25 de
abril, del 20 o 29 de mayo al 24 de junio y al 17 de noviembre.
En Occidente, la concordancia en la
fecha se realizó en el siglo IV, con la inserción del cristianismo en el tejido
social del Imperio Romano, primero como religión “permitida” (edicto de
Milán, de Constantino, año 313) y después, como religión del Estado (Edicto de
Tesalónica, de Teodosio, año 380).
La fuente más antigua que habla de la
celebración de la Navidad el 25 de diciembre de la que se dispone es Hipólito
Romano (170 ca.-235), quien, en el año 204, contaba cómo en Roma se celebraba
justo en esa fecha.
También en un primer intento de
calendario litúrgico, en la Depositio Martyrum del año 336, se afirma que en
Roma la fiesta de la Navidad se celebraba el 25 de diciembre. El mismo dato se
encuentra en el Cronógrafo del año 354, un almanaque ilustrado compuesto por un
rico cristiano en el que figuran dos listas de celebraciones de la vida
eclesial: una que recoge los obispos de Roma no mártires, y otra que recuerda a
los mártires de los que se hacía memoria en la Iglesia romana, indicando su
fecha de muerte y lugar de sepultura. En esta segunda lista se lee: “VIII kal.
Ian. (Die Octavo ante Kalendas Ianuarias) natus Christus in Betleem Iudeae”, es
decir, en el octavo día anterior a las calendas de enero nació Cristo en Belén
de Judea”. Como, según el uso latino, se contaban el primer y el último
elemento de una serie, el octavo día antes del 1 de enero era justo el 25 de
diciembre.
En el 425, el emperador Teodosio
codificó los ritos de la fiesta, que en el 506 se convirtieron en preceptivas,
y en el 529 en fiesta civil. Las Iglesias ortodoxas que adoptaron el calendario
juliano, con un retraso de 13 días según el gregoriano, celebran la Navidad el
7 de enero.
2. Según una de las hipótesis más acreditadas, la
Iglesia habría escogido el 25 de diciembre para cristianizar la fiesta pagana
de Sol Invictus celebrada en esta fecha.
¿Por qué se eligió el 25 de diciembre
para celebrar el nacimiento de Jesús? La respuesta no es unívoca, y en el
transcurso del tiempo han aparecido varias hipótesis al respecto.
Una de los más acreditadas es que la
Iglesia eligió esta fecha para dar una impronta cristiana al difundido
sentimiento religioso que deriva de la celebración de la fiesta pagana del Sol
Invictus, el “Sol Victorioso”, al que el emperador Aureliano había dedicado un
templo en el año 274 el mismo 25 de diciembre. En aquel día, según los
conocimientos astronómicos de la época, los romanos creían que se producía el
solsticio de invierno -que hoy , sin embargo, sabemos que es el 21-, que ponía
fin al día de menor luz, indicando el principio del periodo en el que el sol
comenzaba a estar más presente.
El Sol Invictus recordaba al dios
indo-iraní Mitra, cuyo culto, originario de Oriente, estaba difundido sobre
todo en los ámbitos militares. La adoración del sol había tenido gran éxito
entre el pueblo. Su culto había sustituido entre los romanos a los Saturnales,
festividades en honor al dios Saturno que duraban del 19 al 25 de diciembre y
en las que se intercambiaban regalos para desear la paz y la prosperidad, y la
autoridad imperial lo aprovechó convirtiéndolo en devoción al emperador.
La Iglesia, por tanto, decidió entrar en
este contexto también gracias al apoyo de algunos pasajes bíblicos ya
interpretados en sentido cristológico, como la profecía sobre el “sol de
justicia” que habría brillado “con la salud en sus rayos” (Malaquías 3,20). El
mismo Jesús, por lo demás, había dicho: “Yo soy la luz del mundo” (Jn 8,12). En
un mosaico de los siglos II-III, conservado en la necrópolis vaticana, se
encuentra una imagen de Cristo representado como un sol en un carro triunfal.
Según otros expertos, la fecha del 25 de
diciembre fue tomada partiendo de la fecha de la muerte de Cristo, fijada el 25
de marzo; suponiendo que esta cayese exactamente 33 años después de su
encarnación, fijada también el 25 de marzo, el nacimiento debió tener lugar
nueve meses después: el 25 de diciembre.
3. Pero... investigaciones realizadas a partir del
Evangelio de Lucas demuestran con gran probabilidad que Jesús realmente pudo
haber nacido el 25 de diciembre.
¿Pero Jesús nació verdaderamente el 25
de diciembre? Una respuesta afirmativa es aquella a la que se puede llegar a
través de los estudios del profesor Shemarjahu Talmon, de la Universidad Hebrea
de Jerusalén. El docente partió del pasaje del Evangelio de San Lucas (1, 5-13)
en el que se cuenta que en la época en la que Herodes era rey de Judea, había
un sacerdote llamado Zacarías, de la clase de Abías, marido de Isabel.
Lucas dice que “mientras Zacarías
oficiaba ante el Señor, en el turno de su clase, según la usanza del servicio
sacerdotal, le tocó a suertes entrar en el templo para hacer la ofrenda del
incienso” y en ese momento se le apareció un ángel que le predijo el nacimiento
de un hijo, que habría de llamar Juan (el Bautista).
Se sabe que, en el antiguo Israel, los
que pertenecían a la casta sacerdotal se dividían en 24 clases, que se
organizaban en un orden inmutable y que debían prestar servicio litúrgico en el
templo durante una semana, de sábado a sábado, dos veces al año. La clase de
Zacarías, la de Abías, era la octava en el orden oficial.
Con la ayuda del calendario de la
comunidad esenia de Qumrân, el profesor Talmon reconstruyó los turnos, el
segundo de los cuales caía en septiembre. Las antiguas Iglesias de Oriente
celebran, de hecho, la concepción de Juan entre el 23 y el 25 de septiembre.
El evangelista Lucas dice que la
anunciación del ángel Gabriel a María sucedió seis meses después de la
concepción de Juan (Lc, 1, 26). Las liturgias orientales y occidentales
concuerdan en la identificación de esta fecha con el 31 del mes de Adar, que
corresponde a nuestro 25 de marzo, fecha en la que la Iglesia celebra el
anuncio del ángel y la concepción de Jesús. La fecha del nacimiento, por tanto,
debería ser colocada 9 meses después, es decir el 25 de diciembre.
Los estudios del profesor Talmon, sin
embargo, no han callado las voces que apoyan la falta de fundamento de esta
fecha, considerada contraria al relato evangélico de Lucas, ya que este habla
de pastores que pasan la noche al raso, evocando un contexto más primaveral que
invernal.
Con respecto a esto, se evocan las
normas de pureza típicas del judaísmo, recordando antiguos tratados en los que
los rebaños se diferenciaban en tres tipos: los compuestos sólo de ovejas de
lana blanca, consideradas puras y que después de pastar volvían a entrar en el
redil en el centro de las poblaciones; las compuestas por ovejas de lana en
parte blanca y en parte negra, que por la tarde entraban en rediles dispuestos
a las afueras de las poblaciones; y las ovejas de lana negra, consideradas
impuras, que no podían entrar ni en las ciudades ni en los rediles, debiendo
permanecer a la intemperie con sus pastores en cualquier periodo del año. El
Evangelio, recuerda, además, que los pastores hacían turnos de guardia, lo que
indicaría una noche larga y fría, apropiado al contexto invernal.
Es la noche la que acoge la Misa más
tradicional de Navidad, la de medianoche, que recuerda cómo el papa de Roma
solía celebrar tres Eucaristías en esa festividad, la primera de las cuales
comenzaba alrededor de la medianoche y se celebraba en la Basílica de Santa
María la Mayor, donde según la tradición, se encuentran las reliquias del
pesebre en el que fue depositado el Niño Jesús. El Pontífice celebraba, además,
la misa para la comunidad griega de Roma en la iglesia de Santa Anastasia,
quizás en recuerdo de la anastasis, la resurrección; era la celebración que hoy
en el Misal figura como la Misa de la Aurora. La tercera misa era, finalmente,
la que nosotros llamamos “diurna” que el Papa celebraba en San Pedro, que se
encontraba fuera de las murallas romanas, para quien vivía a las afueras,
esencialmente la población rural.