Señor Jesús:
pedazo de humanidad profanada,
en ti se revela el carácter sagrado del
hombre.
A tu condena inicua se añade el ultraje
de la flagelación.
Entregado en manos de los hombres
tu cuerpo es desfigurado.
Aquel cuerpo nacido de la Virgen María,
qué hizo de ti el más bello de los hijos
de Adán,
qué dispensó la unción de la Palabra
ahora es golpeado cruelmente por el
látigo.
Tu rostro transfigurado en el Tabor
es desfigurado en el pretorio:
rostro de quién, insultado, no responde;
de quién, golpeado, perdona;
de quién, hecho esclavo sin nombre,
libera a cuantos sufren la esclavitud.
Perdona nuestra incoherencia:
Tú llevaste nuestros sufrimientos,
cargaste con nuestros dolores,
fuiste aplastado por nuestras
iniquidades.
Con tus heridas,
cura las heridas de nuestros pecados.
Concede a los que son despreciados
injustamente o marginados,
a cuantos han sido desfigurados por la
tortura o la enfermedad,
comprender que, crucificados al mundo
contigo y como tú,
lloramos tu dolor,
y perjudicamos a los demás para hacer
prevalecer nuestro egoísmo.
Sé para nosotros, extraviados, un guía
seguro;
para nosotros, débiles, fortaleza en la
prueba,
para nosotros, volubles, firmeza en el
seguimiento.
Haz que la violencia de los hombres
sea vencida por tu mansedumbre
y que el sufrimiento incomprensible,
amparado en la fe,
se convierta en instrumento de paz y
salvación.
A ti, Señor Jesús,
todo honor y gloria,
con el Padre y el Espíritu,
en el tiempo efímero y en el día sin
fin.
Amén.
Por
Antonio DÍAZ TORTAJADA
Párroco
de Santa María del Mar – Grao - Valencia