En
noviembre de 2008 el Ayuntamiento de Oxford, en Inglaterra, decidió abolir en
esta célebre ciudad universitaria toda referencia a la Navidad, al tiempo que
establecía que las fiestas navideñas pasarían a llamarse “Festividades de la
luz invernal”. La iniciativa no tuvo el éxito que los responsables municipales
esperaban, pero sí se consideró un síntoma de un cierto ateísmo militante que
quiere borrar de Europa el nombre de Dios, desdibujando su identidad histórica,
propagando la indiferencia religiosa y propiciando una especie de
desertización espiritual, una amnesia profunda de la historia europea, de
nuestras raíces cristianas y el abandono del tesoro de la fe recibido, que ha
sido el alma de Europa, y que ha producido una cultura exuberante, la cultura
cristiana. La jerarquía católica inglesa reaccionó con serena contundencia
denunciando este atropello. También reaccionó el presidente del Consejo
Musulmán de Oxford, Sabir Hussain Mirzaha, afirmando en declaraciones a la
prensa británica: “Estoy realmente disgustado por esto. Cristianos,
musulmanes, y otras religiones esperamos con emoción la Navidad”. El arzobispo
Gianfranco Ravasi, presidente del Consejo Pontificio para la Cultura, declaró
que las autoridades de Oxford en vez de servir al bien común, tratan de
difuminar el verdadero rostro de la ciudad, la grandeza de su pasado y su
historia cristiana, algo que pertenece a su identidad más genuina. Entre
nosotros tal vez no lleguemos a tanto, pero no faltarán los interesados en
vaciar de contenido religioso los días santos que se acercan, convirtiéndolos
en las vacaciones blancas, en la celebración del solsticio de invierno y, en
todo caso, en las fiestas del consumismo y el derroche. La secularización de la
Navidad tiene múltiples manifestaciones. En la ambientación navideña de
nuestras ciudades y de nuestros hogares se prescinde del misterio que en estos
días celebramos. Se sustituye el Belén por el árbol de Navidad, los Reyes Magos
por un Papá Noël sin referencias religiosas, y hasta las entrañables tarjetas
navideñas se han convertido en felicitaciones laicas portadoras de etéreos
deseos de paz y de felicidad inconsistente, porque se olvida al verdadero
protagonista de la Navidad, Jesucristo, Príncipe de la paz y punto de
partida de nuestra alegría en estos días. Por ello, cuando faltan pocos días
para la Nochebuena, os invito a fortalecer el sentido cristiano de la
Navidad. No os pido grandes gestos. Sólo que seáis muchos los que tratéis de
vivir la Navidad con hondura, autenticidad y verdad. El Dios que se hace niño
lo es todo para nosotros. Por ello, hemos de compartirlo con nuestros
conciudadanos, pues Él nos trae la paz, la alegría, la esperanza y el
sentido para nuestra vida, el futuro y la esperanza también para el mundo.
El
día de Nochebuena del año pasado sugerí al Consejo de Hermandades de la ciudad
de Sevilla que encargaran y difundieran en nuestra ciudad y en la Archidiócesis
unas banderolas para colocar en ventanas y balcones de nuestros hogares con el
siguiente texto: “Jesús ha nacido. Feliz Navidad”. El Consejo ha cumplido con
creces la sugerencia del arzobispo. Mi gratitud más sincera. Es una forma
magnífica de dar testimonio del misterio que celebramos. Dios quiera que sean
muchas las familias que secunden esta campaña que podría tener como lema
“Anuncia la Navidad desde tu balcón”.
Permitidme
que os aconseje que viváis la Navidad en el hogar. Pocas ocasiones unen más a
las familias que estos días entrañables. No olvidéis poner el Belén familiar
por sencillo que sea. Ayudad a vuestros hijos a instalarlo, al mismo tiempo que
les explicáis el sentido de los misterios de la encarnación, nacimiento y
manifestación del Señor. No os olvidéis de los villancicos en vuestras
reuniones familiares. Iniciadlas con una oración, previamente preparada, al
hilo de los misterios que celebramos, y procurad acudir en familia a la Misa
del Gallo. Será muy bueno que en estos días finales de Adviento todos nos
preparemos para acoger al Señor en nuestros corazones recibiendo el sacramento
de la penitencia, sacramento del perdón y de la misericordia de Dios.
Huid
del derroche y del consumismo que solapan el misterio y son una afrenta para
los pobres. No os pleguéis sin más a los reclamos publicitarios. Vivid unas Navidades austeras, pues la
alegría auténtica no es fruto de las grandes cenas ni de los regalos
ostentosos. Nace del corazón, de la conciencia pura y de la amistad con el
Señor. Vivid también unas Navidades solidarias y fraternas. Prescindid incluso
de algo necesario para compartirlo con quienes nada tienen. Procurad buscar
algunos momentos en estos días para estar con el Señor, para visitar enfermos,
ancianos o necesitados. En ellos está el Señor, que nacerá en nuestros
corazones y en nuestras vidas si lo acogemos en los pobres.
Termino
deseando a todos los cristianos de la Archidiócesis una Navidad, gozosa, honda
y auténtica. Mis mejores deseos también para aquellos que no creen en el
misterio que celebramos, para los que también nace el Señor.
Para
todos, queridos hermanos y hermanas, ¡Feliz y santa Navidad!
Juan José Asenjo
Pelegrina
Arzobispo de
Sevilla