La Virgen
de las Lágrimas vestida de Inmaculada en nuestra Casa de Hermandad
Oh María, Madre nuestra,
hoy el pueblo de Dio en fiesta
te venera Inmaculada,
preservada desde siempre del contagio
del pecado.
Acoge el homenaje que te ofrezco en
nombre de la Iglesia que está en Roma y en todo el mundo.
Saber que Tú, que eres nuestra Madre,
estás totalmente libre del pecado nos da gran consuelo.
Saber que sobre ti el mal no tiene
poder, nos llena de esperanza y de fortaleza en la lucha cotidiana que nosotros
debemos mantener contra las amenazas del maligno.
Pero en esta lucha no estamos solos, no
somos huérfanos, porque Jesús, antes de morir en la cruz, te entregó a nosotros
como Madre.
Nosotros, por lo tanto, incluso siendo
pecadores, somos tus hijos, hijos de la Inmaculada, llamados a esa santidad que
resplandece en Ti por gracia de Dios desde el inicio.
Animados por esta esperanza, hoy
invocamos tu maternal protección para nosotros, para nuestras familias, para
esta ciudad, para todo el mundo.
Que el poder del amor de Dios, que te
preservó del pecado original, por tu intercesión libre a la humanidad de toda
esclavitud espiritual y material, y haga vencer, en los corazones y en los
acontecimientos, el designio de salvación de Dios.
Haz que también en nosotros, tus hijos,
la gracia prevalezca sobre el orgullo y podamos llegar a ser misericordiosos
como es misericordioso nuestro Padre celestial.
En este tiempo que nos conduce a la
fiesta del Nacimiento de Jesús, enséñanos a ir a contracorriente: a
despojarnos, a abajarnos, a donarnos, a escuchar, a hacer silencio, a
descentrarnos de nosotros mismos, para dejar espacio a la belleza de Dios,
fuente de la verdadera alegría.
Oh Madre nuestra Inmaculada, ¡ruega por
nosotros!