miércoles, 23 de diciembre de 2015

EL BELÉN EN CASA







































Dicen que la Navidad es “una fiesta para los niños” bueno, algo de verdad tiene ya que celebramos el nacimiento de un Niño. Lo que sí es cierto que a todos se nos graban en la memoria y en el corazón esas vivencias de las primeras Navidades de nuestra vida, porque sólo con los claros ojos y el inocente corazón de niño percibimos la grandeza de ese gran Misterio que es la Navidad; si bien, envuelto en el fascinante mundo de la ternura, la ilusión y la fantasía propia de la infancia. Bueno es recordar lo que nos dice el evangelio; “sino os hacéis como niños no entraréis en el Reino de los Cielos” (Mt 18,3)

Creo que pocas cosas tan entrañables hay en la Navidad y que se disfrute tanto como la colocación del belén en la casa. Momento para estar juntos y, con los más pequeños, participar en cada detalle del proceso: desde sacar cada una de las figuras hasta el verlo terminado con su iluminación propia y la luz de la habitación apagada.

Es una experiencia que nos sirve a todos, pequeños y grandes, para evocar los relatos evangélicos de la infancia de Jesús narrados por san Lucas y san Mateo; y además, para hacernos partícipes de ese hecho, de una forma tan sencilla, como es ponerle el nombre de los miembros de familia y de algunos amigos a determinadas figuritas.

Con esta experiencia tan plástica, hacemos realidad también la vivencia del Adviento histórico, dejando sin poner hasta la Nochebuena la figura del Niño Dios, y en ese momento abrirnos a la esperanza de la llegada definitiva del Señor.

Cuando san Francisco de Asís, en la Navidad de 1223, puso el primer belén en la historia en Greccio esta fue su pretensión: que aquellos campesinos contemplasen el gran Misterio de la primera venida del Salvador. La historia y el arte europeos se encargarían de que esa experiencia llegase hasta nuestros días y hasta nuestros hogares…

Al encarnarse la Palabra eterna del Padre, Dios mis¬mo se hace visible, tangible, se hace pequeño y débil en un niño recién nacido –un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado- (Is 9,5). Este misterio insondable es el que representa todo belén, por más sencillo y humilde que sea, y su presencia en casa es un medio eficaz para la oración y la contemplación en familia.

Santiago Caballer González

Bendición del Belén

Oh Dios, Padre nuestro, que tanto amaste al mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen María, para salvarnos y llevarnos de nuevo a ti, te pedimos que con tu bendición estas imágenes del nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría y a ver a Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor. Te lo pedimos en el nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amén.

Bendición de la mesa en Nochebuena

Leemos: Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre.
Uno (preferiblemente el más joven) dice: La Palabra se hizo carne. Aleluya.
Respondemos todos: Y acampó entre nosotros. Aleluya

Bendición de la mesa en Navidad

Leemos: Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón.
Uno (el más joven) dice: La Palabra se hizo carne. Aleluya.
Respondemos todos: Y acampó entre nosotros. Aleluya

Revista Diocesana “Con Vosotros”, 20-12-2015 (http://www.diocesisciudadreal.es/con_vosotros/15/cv1728-20122015.pdf)