Dicen que la Navidad es “una fiesta para
los niños” bueno, algo de verdad tiene ya que celebramos el nacimiento de un
Niño. Lo que sí es cierto que a todos se nos graban en la memoria y en el
corazón esas vivencias de las primeras Navidades de nuestra vida, porque sólo
con los claros ojos y el inocente corazón de niño percibimos la grandeza de ese
gran Misterio que es la Navidad; si bien, envuelto en el fascinante mundo de la
ternura, la ilusión y la fantasía propia de la infancia. Bueno es recordar lo
que nos dice el evangelio; “sino os hacéis como niños no entraréis en el Reino
de los Cielos” (Mt 18,3)
Creo que pocas cosas tan entrañables hay
en la Navidad y que se disfrute tanto como la colocación del belén en la casa.
Momento para estar juntos y, con los más pequeños, participar en cada detalle
del proceso: desde sacar cada una de las figuras hasta el verlo terminado con
su iluminación propia y la luz de la habitación apagada.
Es una experiencia que nos sirve a
todos, pequeños y grandes, para evocar los relatos evangélicos de la infancia
de Jesús narrados por san Lucas y san Mateo; y además, para hacernos partícipes
de ese hecho, de una forma tan sencilla, como es ponerle el nombre de los
miembros de familia y de algunos amigos a determinadas figuritas.
Con esta experiencia tan plástica,
hacemos realidad también la vivencia del Adviento histórico, dejando sin poner
hasta la Nochebuena la figura del Niño Dios, y en ese momento abrirnos a la
esperanza de la llegada definitiva del Señor.
Cuando san Francisco de Asís, en la
Navidad de 1223, puso el primer belén en la historia en Greccio esta fue su
pretensión: que aquellos campesinos contemplasen el gran Misterio de la primera
venida del Salvador. La historia y el arte europeos se encargarían de que esa
experiencia llegase hasta nuestros días y hasta nuestros hogares…
Al encarnarse la Palabra eterna del
Padre, Dios mis¬mo se hace visible, tangible, se hace pequeño y débil en un
niño recién nacido –un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado- (Is 9,5).
Este misterio insondable es el que representa todo belén, por más sencillo y
humilde que sea, y su presencia en casa es un medio eficaz para la oración y la
contemplación en familia.
Santiago Caballer González
Bendición
del Belén
Oh Dios, Padre nuestro, que tanto amaste
al mundo que nos has entregado a tu único Hijo Jesús, nacido de la Virgen
María, para salvarnos y llevarnos de nuevo a ti, te pedimos que con tu
bendición estas imágenes del nacimiento nos ayuden a celebrar la Navidad con alegría
y a ver a Cristo presente en todos los que necesitan nuestro amor. Te lo
pedimos en el nombre de Jesús, tu Hijo amado, que vive y reina por los siglos
de los siglos. Amén.
Bendición
de la mesa en Nochebuena
Leemos: Cuando partas
tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en
las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo
permanente, en el desierto saciará tu hambre.
Uno
(preferiblemente el más joven) dice: La Palabra se hizo carne. Aleluya.
Respondemos
todos:
Y acampó entre nosotros. Aleluya
Bendición
de la mesa en Navidad
Leemos: Los creyentes vivían
todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes, y lo
repartían entre todos, según la necesidad de cada uno. A diario acudían al
templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían
juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón.
Uno
(el más joven) dice:
La Palabra se hizo carne. Aleluya.
Respondemos
todos:
Y acampó entre nosotros. Aleluya
Revista
Diocesana “Con Vosotros”, 20-12-2015 (http://www.diocesisciudadreal.es/con_vosotros/15/cv1728-20122015.pdf)