miércoles, 22 de marzo de 2023

TEXTO DEL XXVI PREGÓN DE LA COFRADÍA PRONUNCIADO EL SÁBADO 11 DE MARZO DE 2023

 

En un lugar de La Mancha, de cuyo nombre siempre me acordaré, hace 40 años que existía una cofradía de las de lanza en astillero, adarga antigua, yegua castaña y sayón flagelador.

 

En esa ciudad de La Mancha, en esos pueblos manchegos comenzaron nuestras vidas y merodean por ellos entre el sol que calienta la piel de agosto y el dulce olor de la uva en plena vendimia, entre las columnas de humo de la quema de sarmientos y el caer de las hojas del otoño, entre el frío que siega el aliento en una mañana de aceituna y el viento que pace a sus anchas por los llanos de nuestros campos. Merodean por esta primavera que ya llega, que ya nos trae el frescor de la hierba que crece y la alegría del color de las flores, merodean por esta tierra manchega que llegando estas fechas, se vuelve nerviosa, ansiosa por lo que ha de llegar. Por ello, este pregón no podría comenzar de otro modo que haciendo un homenaje a la tierra, a nuestra tierra.

La Mancha es infinita, no encuentro mejor adjetivo para definirla. Infinita por esos horizontes llanos que nunca encuentran su fin, por esos atardeceres que la cubren como una cúpula de mil colores, por esa sencillez de sus lugares y sus gentes que la hace especial y única. Y en esa infinitud hay mil puntos donde parar, donde recalar cuando hay que coger fuerzas, donde celebrar las venturas y curar las desventuras. Mil puntos... pero para mí hay tres, mi tríada manchega.

Tomelloso, llano como sus gentes y como su lugar, aquí es donde ejerzo mi labor docente tratando de inculcar la importancia del Arte y de la Historia entre mis alumnos desde hace más de quince años. Tomelloso está horadado en su interior por un enramado de cuevas y pasadizos que lo hacen único, cruzan la ciudad de punta a punta, desde la Posá de Los Portales hasta la casa de García Pavón, desde el Museo Antonio López Torres hasta la Iglesia de la Asunción. Están llenos de su sangre, que en estos lares no podía ser de otro líquido que el vino, sangre que sale de su corazón y ese corazón de Tomelloso tiene nombre y no es otro que el de su Virgen de las Viñas.

Ciudad Real, la villa de reyes que nació desde el sueño de Alfonso X El Sabio, la villa de Hernán Pérez del Pulgar, la de Luis de Mazariegos, la que dio pinceles y óleos a Carlos Vázquez, a Ángel Andrade y a Manuel López Villaseñor y la que sirvió de gubias, madera y piedra a García Coronado, a Donaire o a López Salazar. La villa que nos ha visto nacer a muchos de nosotros en el antiguo Hospital de Alarcos, tan cerca del lugar donde ahora nos encontramos. Ciudad Real, la ciudad que queriendo tener sueños de grandeza se olvidó de su pasado, de sus murallas, de muchas de sus iglesias y de casi todos sus palacios, se olvidó de tanto, pero no se olvidó de todo, ahí estaba Ella, está y estará la Virgen del Prado, la del rostro del color de la tierra de la que es emperatriz, la que recibe nuestras miradas cada vez que pasamos por la calle del Camarín y la que escucha nuestras plegarias en el interior de la Catedral.

Y mi Aldea del Rey... mi pueblo, mi referencia y mi orgullo, mi aliento, mi alma, mi principio y seguro mi final. Aldea es pequeña, pero es gigante en su esencia y honor. Para muestra está su joya más preciada, su Castillo-Convento de Calatrava la Nueva, sede durante siglos de la más poderosa orden militar española. Entre sus piedras roqueras y toscas se escribieron páginas de la historia de España, y de entre ellas surge la luz del rosetón de su iglesia, que es símbolo de toda Aldea. Orgullo y nobleza de un pueblo manchego que fue cabeza de la Clavería calatrava. Pueblo pequeño que se convierte en la Jerusalén manchega cada Semana Santa, donde sus viejas calles son recorridas por túnicas blancas y terciopelos morados, donde sus plazas y plazuelas son tomadas por un ejército de armaos en busca del Nazareno que los aguarda en espera de su Prendimiento. Aldea es pequeña, pero tiene a la manchega más grande.

Tiene a la vida, a la luna,

tiene a la noche y al sol,

tiene al amor en una ermita

y al estallido de la flor.

Tiene al agua del sediento

y al pañuelo del sudor,

tiene al hambre de esperanza

y al miedo del dolor.

Tiene al aire y a la tierra,

a la dueña de su sentir,

tiene al fuego de sus venas

y a la recompensa del sufrir.

Aldea tiene a su Reina

que la reza en la mañana

y con la noche le dice adiós

Tiene a su Dama amorosa

y al Santo que un dragón mató,

tiene a su bendita Patrona,

tiene a su Virgen del Valle,

tiene a la Madre de Dios!

Señor cura párroco de Santo Tomás de Villanueva y consiliario de nuestra Hermandad.

Señor Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la Ilustre, Humilde y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María Santísima del Consuelo.

Cofrades de la Flagelación.

Familia y amigos.

Señores Concejales del Ayuntamiento de Ciudad Real.

Señor Diputado de las Cortes de Castilla-La Mancha.

Hermanos todos.

Primeramente, quisiera agradecer a toda la Junta de Gobierno de la Flagelación y en especial a su Hermano Mayor, su encargo y la confianza depositada en mí para que escribiera este pregón. Grande es el honor que recibido de vosotros y tremendo el orgullo que hoy siento al pregonar a mi queridísima Hermandad. Espero estar a la altura de mis predecesores en este atril y a la altura de nuestra Cofradía. Y cómo no, agradecer a los costaleros, a los capataces, a los nazarenos, al grupo de camarería, al Grupo Joven y a toda la Hermandad, su trabajo y sus desvelos para poner en la calle cada Miércoles Santo el milagro de la Flagelación.

He de decir que este pregón fue escrito con una dedicatoria muy distinta, iba a estar dedicado a muchas personas, a mi padre Társilo, a mi hermana María Jesús y a Ángel. A Javi, Ruth, Rosa, a mis tíos y primos, al resto de mis amigos y a la familia del García Pavón. Pero a finales del mes de enero todo cambió, por lo que todos vosotros me vais a perdonar, y me vais a comprender, que el pregón de esta noche vaya dedicado a una sola persona, a mi madre Eufemia. Porque parte de este pregón está escrito y reescrito en la habitación de un hospital durante las largas horas en las que la noche nos dejaba solos a los dos o en las horas en las que por fin, la noche acababa y la luz del día comenzaba a iluminar tus sábanas y el agradecido ruido del pasillo empezaba a darnos compañía. Está escrito junto a tu cama desde donde nos has demostrado que se puede luchar y vencer, desde nos has enseñado que se gana al dolor y al miedo con valentía y coraje infinitos. Y ya que venimos de la tierra en la que San Jorge es su Santo Patrón, nosotros también acabaremos con ese dragón que es la enfermedad con la ayuda de todos aquellos que, en forma de estampas y desde tu mesita en el hospital, velaban y siguen velando por tu salud. De entre todas las que pusimos en esa mesa, estaban junto a ti las de mi Jesús de la Bondad y mi Virgen del Consuelo, dándote fuerzas, ánimos y protección. Por darme la vida, por ser ejemplo a seguir, por ser puerto al que llegar mil veces, por haberme dado a esa abuela y su sagrado legado de Santa María Magdalena, por cuidar de mis ropas de costalero y mimar las de nazareno, pero sobre todo por ser la luchadora que nos has vuelto a demostrar que eres. ¡Va por ti ganadora, va por ti mamá! ¡Te quiero!

Mi deformación profesional en la Historia y en el Arte me obliga a llevaros al origen de la fiesta sagrada que ya empieza a asomar detrás de las esquinas de este mes de marzo. Y ahora os digo como a mis alumnos: ¿Qué?, ¿Creíais que hoy no iba a dar clase? ¡Pues os habéis equivocado!

No se puede entender lo que vamos a vivir en unos días sin recalar en la historia de la Semana Santa, en sus rituales, elementos y simbologías. Las primeras procesiones de la historia se hacían dentro de los templos y carecían de imágenes, solamente la cruz aparecía como símbolo de la Pasión de Cristo. Poco a poco comenzaron los párrocos a visitar varias iglesias en los días clave de Jueves y Viernes Santo, siendo acompañados en la calle por acólitos y ciriales.

En los albores de la Edad Media serán los diferentes gremios los que fundarán hermandades y celebrarán la fiesta de su santo patrón con misas y funciones en las que llevarán sus símbolos en banderas y estandartes. También acompañaban al Santísimo en la procesión del Corpus Christi y visitaban los Monumentos del Jueves Santo tras los Oficios. Con los años y el desarrollo de la Iglesia aumentó el número de cofradías por ello fue necesario ampliar el número de días para realizar estas visitas a las iglesias, que en realidad eran el origen de nuestras Estaciones de Penitencia.

Pero será en el S. XVII, durante el Barroco contrarreformista, cuando se configuren las procesiones tal y como hoy las conocemos. Desde esa mezcla de las artes, tan propias de este estilo, se entiende el amasijo artístico de la Semana Santa, su escultura, policromía, su arquitectura de los canastos, sus bordados y orfebrería, su música y su cerería, sin olvidar sus arreglos florales. El Barroco es teatral y así se configura el espectáculo de la Semana Santa, donde los protagonistas son los pasos. Cada cofradía elegirá una escena de la Pasión y con ella hará catequesis en la calle. El paso, llevado a hombros, será acompañado por sus insignias y por sus cofrades haciendo penitencia, vestidos con larga túnica, rostro tapado y capirote cónico en la cabeza para garantizar así su anonimato. Y poco a poco comenzarán a ser acompañados de música sacra y fúnebre, en la búsqueda del arte total. Así desde ayer, así comienza una de nuestras más arraigadas tradiciones, así hasta el hoy, con la esperanza de que haya un mañana con tanto esplendor como el que estamos viviendo en el presente.

Y vayamos ahora al origen de nuestro pasaje de la Pasión, a la Flagelación de Cristo. Vayamos al primer Miércoles Santo de la historia. Seguro que todos conocemos qué pasó, pero no cómo pasó. Las normas para flagelar un reo según la ley judía estaban presentes en el Deuteronomio y se establecían 40 golpes como máximo, producidos por los látigos. El reo los recibía tumbado boca arriba y normalmente se daban 39, 13 en cada costado y 13 en el tórax.

Sin embargo, Nuestro Padre Jesús de la Bondad fue flagelado bajo las leyes romanas, muy diferentes a la anterior y mucho más crueles. En las normas de Roma no había límite en los azotes, el único condicionante era que el condenado no llegara a morir por los latigazos para poder así continuar la tortura con la crucifixión. El reo recibía los golpes de pie, prácticamente desnudo, con las manos atadas a una columna baja y ofreciendo su espalda como lugar del castigo... tal y como lo veis ahora a Él. Los sayones se solían elegir de entre los soldados legionarios y el personal de las cohortes más sanguinario y eran incitados para que extremaran su crueldad y se ensañaran en la aplicación de la sentencia.

Había varios tipos de instrumentos para proceder a la flagelación, pero el más temido era el flagellum, que estaba formado por varias cuerdas que acababan en unas bolas de metal, a veces con púas y alambres que cortaban y desgarraban los músculos. Con éste fue con el que azotaron a nuestro Jesús.

Jesús fue amarrado a la columna del Pretorio romano de Jerusalén con las manos hacia adelante, dejando su espalda a merced de sus verdugos. Esta posición permitía tensar más la piel aumentando el dolor por los latigazos y su rápido desangrado por los numerosos golpes, heridas y desgarros. El número de golpes recibidos por Jesús no se sabe, y la Sábana Santa nos da datos, pero no del todo, ya que está quemada en la zona de los brazos, y además los antebrazos de Jesús tapan parte de la cintura y el cabello largo parte de la espalda. Sin embargo, por los datos que se tienen debió recibir entre 100 y 120 latigazos por todo el cuerpo. El dolor de nuestro Jesús de la Bondad debió ser extenuante, indescriptible, un dolor solamente soportable por el Dios hecho carne.

Una de las reliquias más importantes de la cristiandad y de la Pasión de Cristo es sin duda la Sagrada Columna. Se conserva en Roma, en la Basílica de Santa Práxedes, llevada allí por el Cardenal Giovanni Colonna en 1223 desde la Jerusalén sitiada en época de las cruzadas, por orden del papa Honorio III.

El pasaje de la Flagelación en la Pasión de Cristo, se convirtió en uno de los más representados en la Historia del Arte y, por supuesto, en los pasos procesionales del barroco. Y así es también cómo faltando esta escena en la Pasión de nuestra Ciudad Real, inspiró la creación de una nueva cofradía allá en 1983, hace 40 años ya. Una cofradía de cuna perchelera y de juventud y madurez de Pio XII, una cofradía que a su Madre la llama Consuelo y a su Padre, Bondad.

¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
Una sombra, una ficción;
Y el mayor bien es pequeño
Que toda la vida es sueño
Y los sueños, sueños son.

¡Y vaya que los sueños, sueños son! ya lo dijo Calderón de la Barca, pero a veces se cumplen. Los sueños se persiguen, se duermen y se desesperan, se disfrutan, se trabajan y por supuesto, se viven.

La Flagelación surge de un sueño en el que todos tenemos cabida. Soñamos en 1983 y aún no hemos despertado, quedan muchas cosas por hacer para completarlo. Afortunadamente somos una Hermandad viva, que trabaja todos los días del año desde nuestra Parroquia de Santo Tomás. Que sueña nuevos Miércoles Santos llenos de proyectos que poco a poco se van completando.

Prácticamente desde la fundación de nuestra Hermandad se ha ido configurando un ajuar para nuestra Virgen de mantos y sayas bordadas, de coronas y joyas, de rosarios, mantillas y pañuelos de encaje, como aquel que mi madre te regalara hace años y que ella misma tejió enredando los hilos con sus bolillos. Se ha ido disponiendo de uno de los pasos de palio más bellos de Ciudad Real, con esos respiraderos de plata donde aparecen las escenas de la Pasión y en el frente nuestro Santo parroquial. Esa completa candelería y candelabros de cola que iluminan a la Señora como un ascua en días de fiesta. El año pasado se estrenó una nueva pincelada de lo que ha de ser un cuadro perfecto, se estrenó la delantera bordada de su palio, desde donde la torre de la Catedral y su reloj nos marcan la hora de nuestra salida en procesión y la rodean esas amapolas que le brotan desde el pecho como en el campo crece la flor. Pero quedan sueños que cumplir. Todos soñamos una tarde de primavera en la que la luz del atardecer haga brillar los bordados completos de su palio y sus destellos deslumbren a la ciudad. Me gustaría soñar que la veo caminar hacia San Pedro con un manto bordado, grana como cómo la sangre y oro como sol, arropada en él la imagino toda cuajada de salcillos de acantos y macetillas, vestida como la Reina celeste que es. Como me gustaría que su fiel compañera, la que la acompaña desde el techo del palio se viera también rodeada de caracolas bordadas, guirnaldas y conchas doradas y que ambas sean la misma visión del cielo en la tierra.

Los sueños tienen principio y con tesón y trabajo, tienen su fin. Y nosotros comenzamos otro sueño allá en el 2003, una quimera que viaja en un barco. Aquel año se estrenaba uno de los grandes deseos de nuestra Hermandad y prácticamente de toda la ciudad, Nuestro Señor de la Bondad se nos presentó aquella Semana Santa sobre su nuevo paso con la carpintería lisa y sin tallar, y por fin el año pasado pudimos verlo con todo el proceso de talla completo. Creo que todos nos quedamos con la boca abierta nada más verlo y creo que no me equivoco si automáticamente todos nos pusimos de nuevo a soñar, imaginando ese barco de oro cruzando por la ciudad. Qué maravilla será verte caminar por la calle del Prado hacia la Catedral sobre ese lingote de oro y rodeado por esos seis candelabros que iluminan tu rachear.

Y como soñar no cuesta dinero, seguimos durmiendo en nuestro delirio cofrade y nos imaginamos una capilla...

Mucho ha cambiado el actual guardapasos de la calle Quevedo desde su construcción, tanto en las instalaciones interiores como en la fachada, que se ha dignificado para que las cofradías que hacemos Estación de Penitencia desde allí lo hagamos con todos los honores, pero seguimos siendo la única cofradía de Ciudad Real que ni sale de una iglesia, ni desde su propio barrio. Por ello, dentro de los sueños de nuestra Hermandad, se inició hace años el de la construcción de una capilla guardapasos detrás de esta parroquia de Santo Tomás. Aunque sabemos que este proyecto que será largo en el tiempo, seguro nos dará más de una satisfacción.

Sabemos que las cosas de palacio, van despacio. Y aquí estamos nosotros, sin prisa, esperando a despertar de los sueños flagelaos, esperando a que lo que soñamos se torne en realidad, mirando al reloj de la Catedral, ese que lleva nuestra Madre por delante, a que nos marque las siete de la tarde y se abra el portón de nuestra Capilla de la Flagelación y salga nuestra argenta Cruz de Guía desde este barrio de Pio XII. Aguardando a sus blancos nazarenos, con los cirios y ciriales, con palermos y estandartes. Ansiados por ver y oír el andar del costalero que nos acerca a nuestro Jesús de la Bondad en su barco de oro para navegar por la ciudad y a su bendita Madre del Consuelo, arropada en su noble manto y protegida por las bambalinas que junto a Ella parecen bailar. No me nieguen que no será bello verlos cruzar por el Parque de Gasset, buscado las calles de la antigua Villa Real. En una tarde de primavera en la que los árboles con su naciente verdor, se convertirán en un palio y el agua de las fuentes se perfumará con las nubes de incienso. En el cruzar del Parque donde se mezclará el crujío de nuestros pasos con el trinar de las golondrinas y donde las marchas procesionales se perderán entre los rosales. Y si, ahí estará la gente, la que dirá ya viene la Flagelación, la que cruza por el parque camino de la Merced. La que soñó y no despertaba y por no despertarse trazó una ilusión de bondades blancas y consuelos del corazón.

Y hablando del corazón, hablando del amor, se me vienen a la mente los inolvidables versos de Bécquer:

Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido...; desengáñate,
¡así... no te querrán!

Amores hay muchos en la Semana Santa, pero pocos amores como el del costalero a su Cristo o a su Virgen.

Con este pregón quiero honrar a los costaleros, que son uno de los pilares de nuestra Cofradía. No sólo son los pies de Cristo o María caminando por nuestras calles, son 48 corazones de bondad regados por la sangre que brota de la espalda de Jesús y cae por la columna. Son 35 sentimientos de consuelo ungidos por las lágrimas que acarician las mejillas de la Señora. Los costaleros saben de su amor infinito hacia quien llevan encima, saben que aunque ellos son una parte fundamental de la Cofradía, los verdaderos protagonistas son, sin dudarlo, Jesús de la Bondad y María Santísima del Consuelo.

Todo esto bien lo sé, porque durante siete años tuve la suerte, tuve el HONOR, con mayúsculas, de ser costalero del misterio de la Bondad.

La Semana Santa de Ciudad Real era la gran desconocida para mí. Mis Semanas Santas eran días en Aldea del Rey, eran días de armaos, Prendimientos, Nazarenos y Blanquillos. No sería hasta 1997 cuando viviera mi primera Semana Santa en Ciudad Real, de la que sólo disfruté del Vía Crucis del Lunes Santo y de las procesiones del Martes Santo. La Esperanza me impactó sobremanera, era la primera vez que veía un paso de palio andar con costaleros y creo que en ese mismo momento, algo me dijo en mi interior yo quiero ser costalero. Las Penas salían por aquel entonces de madrugada y algunos de mis compañeros de la Residencia Universitaria Santo Tomás de Villanueva y yo pedimos permiso en dirección para poder llegar más tarde de las 12 de la noche, por ver las procesiones y que los porteros nos abrieran la puerta a esas horas. La procesión de Las Penas nos gustó tanto que nos quedamos hasta casi el final. Lo mejor fue al llegar en torno a las 4 de la mañana a la Residencia... llamar al timbre y salir la portera con cara de muy pocos amigos y preguntarnos que de dónde veníamos a esas horas, nuestra respuesta no le debió convencer mucho y como aquel que contesta sabiendo que le han mentido, de manera socarrona nos soltó un si, si, de ver procesiones...y sin creernos del todo, nos abrió la puerta y pudimos pasar después de haber estado toda la noche tras el paso de Jesús de las Penas y de la Virgen del Mayor Dolor.

La Flagelación seguía siendo un misterio para mí, hasta que al año siguiente hablando con amigos de la Facultad sobre lo bonitas que eran las procesiones que había visto el año anterior, mis amigos me hablaron de la que salía el Miércoles Santo por la tarde. Te da tiempo a verla salir antes de irte a tu pueblo me dijeron, y así hice. Me fui con mis padres y mi hermana a la calle Quevedo y allí se produjo el milagro. Mis ojos se quedaron prendados de ese paso caoba y plata, con cuatro faroles que alumbraban a un Jesús amarrado a la columna. El paso se acercaba y el rostro de ese Jesús me transmitió una ternura inconmensurable. Tiene cara de bueno, pensé, sin saber que su nombre era Bondad. Se produjo algo dentro de mi tan difícil de explicar que por más que he tratado de ponerle palabras, me ha sido imposible, pues no sé cómo explicar que acababa de ver el verdadero rostro de Dios. Mi fe creció en Él, por Él y para Él. Y cuando aún no me había repuesto, vi llegar aquel palio que guardaba a una Virgen con cara de ángel y rocío en los ojos. Cómo se movía aquel paso en el que parecía que la propia Virgen venía andando.

Esta cofradía me enamoró y quise saberlo todo de ella, busqué fotografías, artículos en periódicos, me enteré de dónde estaban aquellas sagradas imágenes durante todo el año para irlas a visitar. Mi vida cofrade había cambiado y sin saberlo, ya había elegido cuál sería mi Hermandad de Ciudad Real. A partir de estos años, ya no faltaría ningún Miércoles Santo más. Os veía salir del Guardapasos y en el saludo de la puerta de la Umbría de San Pedro, cómo me impresionaba ver esa manera de llegar los pasos, revirar hacia la puerta y hacer el saludo a la Cofradía de la Soledad.

Y por fin llegó aquella tarde de primavera de 2002, habíamos quedado los amigos de la facultad, entre ellos Ruth Romero y Javi Bolaños, hermanos de la Flagelación. Javi era costalero del paso del Cristo y, sabiendo lo que me gustaba la Semana Santa y la Flagelación, me comentó que por qué no iba el domingo al guardapasos a ver si podía entrar en el paso de misterio. Yo le comenté que la Semana Santa estaba muy cerca, que apenas quedarían ensayos y que jamás me había metido bajo un paso, además de no tener ni faja ni costal. Recuerdo que me dijo que no pasaba nada, que en su casa habría más costales de él o de su hermano que me servirían. Pues bien, así lo hice, me presenté en el último ensayo. Javi me llevó un costal y una faja, me midieron y di altura para ser fijador en la segunda trabajadera. Me tuvieron que explicar absolutamente todo en el rato en el que se terminaba de hacer la igualá del resto de los palos. Cómo se hacía el costal, para qué servía la morcilla, cómo había que fajarse y lo más delicao, cómo se hacen las levantás! Si a eso le unimos el aprender en 10 minutos lo que era un paso racheao, un sobre los pies, un de costero a costero, o la diferencia entre una levantá a pulso y otra a pulso aliviao. Se pueden imaginar ustedes el lío que llevaba en la cabeza. Los compañeros de la segunda me ayudaron muchísimo para que fuera capaz de seguir los cambios de paso sin problema y así sucedió.

Y el Miércoles Santo llegó a su cita como siempre, puntual. Poco antes de iniciarse la procesión los nervios cortaban la respiración y tocó meterse bajo aquel paso caoba y plata, donde encima sólo iba un romano, un sayón y Él, el Cristo de cara buena de Ciudad Real. Aquel paso lo recuerdo como una capilla, donde el interior estaba forrado de mil estampas de Vírgenes, Santos y Cristos de toda España, sagrado collage al que era tan fácil rezarle. Aquella procesión la tengo grabada en mi memoria y en mi alma... recuerdo la salida, el saludo de San Pedro, recuerdo la emoción máxima de hacer el Pasaje de la Merced, pero sobre todo recuerdo la entrada, donde se mezclaba el cansancio y el deseo de que aquello no acabara, se estaba cumpliendo uno de mis sueños, ser costalero de Dios.

Así pasaron los años y en 2009, por cuestiones de salud, ya no pude salir de costalero. La tristeza y el vacío eran grandes, hasta que una llamada de Chefo ofreciéndome ser contraguía del paso, hizo que de nuevo el Miércoles Santo tomara otro color. No estaría debajo de Él, pero iría tras de Él.

Tomando ahora prestados los inmortales versos de Don Antonio Machado, los cambiaría para decir:

Nazareno, son tus huellas
el camino y nada más;
Nazareno, no hay camino,
se hace camino al andar.

Al año siguiente decidí que mi lugar estaba entre los nazarenos. Ya con mi túnica blanca y fajín grana, volví a sentir la ilusión de ver a nuestros titulares engalanados de flores y cirios, volví al anonimato de una tarde de penitencia y oración para ofrecerla por tantas y tantas cosas que les pido a lo largo del año. Me hice nazareno, orgulloso nazareno de la Flagelación. Y todos los años la misma liturgia: sacar la túnica, mi madre cosiendo el escudo en el capillo, ver que todo está impoluto, ir a por la papeleta de sitio, comprar dulces para aguantar las horas de la procesión, preparar la medalla, vestirme en casa de Mari y cruzar por Santiago, que es el camino más corto y en silencio hasta el guardapasos y la oración frente a Ellos. Tradiciones y costumbres que se tornan en un ritual sagrado que se repite año tras año.

Complicado elegir cuando eres nazareno en qué tramo de la procesión ir. Seguro que a todos nosotros nos han hecho de pequeños alguna vez la pregunta de ¿A quién quieres más a tu padre o a tu madre?, pues bien... a nosotros los cofrades nos preguntan ¿Y tú eres más del Cristo o de la Virgen? Difícil respuesta tienen ambas preguntas. Nuestra Madre del Consuelo es lo más precioso que hay y la amo con locura, pero aquí sí que me mojo y he de reconocer que tengo absoluta debilidad por el Cristo. Mi primera procesión como nazareno fue en su tramo, con cirio color tiniebla por aquel entonces, que a granate pasó después, y ahora blanco inmaculado. Y aunque alterno un año el tramo del Cristo y otro año el de la Virgen, he decir que mi corazón es de un nazareno de la Bondad. El de un nazareno que disfruta en el Pasaje y en los saludos y un nazareno que vuelve a revivir los nervios y la tristeza cuando la lluvia cae sobre nuestra Flagelación.

Y ahora es el momento en el que, desde este Pregón, me gustaría homenajear y reivindicar la importancia crucial de la figura del nazareno. El sentir del nazareno en la procesión es muy diferente al del costalero, ni mayor ni menor, ni mejor ni peor. Su sentir es más sobrio, más callado, más hacia dentro, son horas de silencio, de meditación y de mucha oración. Son horas de pie, horas de sandalia o de piel descalza caminando por las calles de Ciudad Real. Son cirios al cuadril, rosarios de nácar, son miradas hacia atrás apretándose el capillo al rostro para tratar de buscar el paso del Cristo o el palio de primer Sagrario de la historia.

Los nazarenos. Qué importantes son y no nos damos ni cuenta, a veces no caemos ni en su existencia. Tenemos ese cierto complejo de inferioridad frente a otros compañeros de Estación de Penitencia, que debemos ir abandonando ya. Sin mantos bordados la procesión sale, sin romanos a caballo también, sin ciriales la procesión sale, sin candelabros de cola también, sin rosas en los pasos la procesión sale y sin velas rizás también, sin tambores la procesión sale y sin saetas también. Sin costaleros la procesión sale, pero sin nosotros los nazarenos... no. Una procesión sin nazarenos no es procesión, por eso otro de nuestros sueños flagelaos sería ver ríos y ríos de túnicas blancas que alzan sus cirios cuando los pasos comienzan a andar, con nutridos tramos de penitentes. Quizá en ese sentido somos afortunados y tenemos una de las Estaciones de Penitencia de la capital que más nazarenos saca a la calle y para ello es fundamental tener cantera porque hay que seguir creciendo y ampliando nuestra procesión. Por todo ello, ¿qué sería de nuestro mañana sin el Grupo Joven de nuestra Hermandad? Grupo que se caracteriza por el buen trabajo, la ilusión y las ganas de estar ahí construyendo Flagelación con los más jóvenes, asegurando el futuro del misterio del Cordero de Dios atado a la Columna y el de su Bendita Madre. Ellos son el garante de nuestra cofradía y de nuestra Semana Santa.

Seguro que si Espronceda hubiera vivido un Miércoles Santo en el Pasaje de la Merced, su Canción del Pirata hubiera comenzado así:

Con dos ciriales por banda,
viento en popa a toda vela
no corta el Pasaje, sino vuela
mi barco de Bondad.

Momentos y lugares en nuestra Estación de Penitencia hay muchos, pero me quedo con dos. La entrada es uno de ellos, es este uno de los momentos que más vivimos los tramos de nazarenos y la razón es sencilla: es en la entrada donde podemos disfrutar por fin para nosotros y entre nosotros, de nuestro Jesús de la Bondad y de nuestra María Santísima del Consuelo. Tened en cuenta que el nazareno nunca está cerca de Ellos en la procesión, los del tramo del Cristo nunca ven el paso de palio, y los del tramo de la Virgen nunca ven al paso de misterio. Los del tramo del Cristo sólo ven a Jesús y a la Virgen al salir del guardapasos en procesión, pero los nazarenos del palio ya no ven el misterio de la Bondad, que ha hecho su salida minutos antes que ellos. Sin embargo el costalero sale del paso en los relevos y disfruta de él y tiene la oportunidad de marchar a ver el palio o el misterio, y las presidencias y acólitos van justo delante de los pasos. Pero el nazareno no, por eso la entrada es nuestro momento junto a Ellos.

Y el segundo lugar es, sin duda, el Pasaje de la Merced, porque el Pasaje, es el Pasaje. Esa calle es donde habitan los sueños, esa calle que se agita nerviosa cuando nuestra Cruz de Guía anuncia que la imperiosa Gloria está por llegar. Calle en la que los nazarenos marchan como ángeles en revuelo y marcan con sus gotas de cera el lugar donde han de caer las gotas de sangre del Flagelado y las gotas de lágrimas de su Consuelo. Esa calle donde el pueblo se extasía ante la visión de Dios que se abre paso entre nubes de incienso, una visión que Él fue el primero en originar, ya que fue el primer paso en procesionar por esta calle. El Pasaje es el imperio de nuestro Cristo, allí es donde se demuestra la solemnidad y el buen hacer costalero, es allí donde el antiguo convento de los mercedarios parece besar los bordes de su canastilla. Y es allí donde después de ver la gloria de la Bondad nos espera vivir el embeleso del Consuelo. Tras largas filas de niños y su corte de nazarenos blancos, al final despacio y con suave cadencia viene la visión del rostro divino de María repartiendo merced, amor, vida y alegría cuando cruza ante la cofradía de las Angustias.

El Miércoles por la tarde tiene por color el blanco y grana y en la noche, en el Pasaje, tiene por sonido una marcha que en mis oídos resuena a Alma de Dios. Siempre he pensado que si pudiéramos tener una visión del cielo en la tierra, sin lugar a dudas, esa sería la del Pasaje de la Merced al paso de la Flagelación.

Y ya que es momento de ir acabando y este pregón va de recogía y ya que el Miércoles Santo se empieza a atisbar en los horizontes finales de la Cuaresma... os voy a pedir la venia, os la pido a vosotros los nazarenos y a vosotros los costaleros, pido la venia a Ciudad Real y a vosotros los hermanos de la Flagelación para empezar a preparar nuestra procesión.

Que llegue ya el Miércoles Santo,

que la Cuaresma vaya tocando a su fin,

que el día más bello del año

tengo ya ganas de vivir.

Con papeleta de sitio en la mano

y nervios en el corazón,

vestido de blanco impoluto

con mi túnica de la Flagelación.

Que llegue pronto el Miércoles Santo,

con mi medalla al cuello 

y en los dedos un rosario para rezar,

con mis pies descalzos que besan

a la noble Ciudad Real.

Cuántas lágrimas derramadas

bajo el capillo brotarán,

cuántos pensamientos y gracias dadas

y cuanta salud se pedirá.

Que llegue el Miércoles Santo,

para poderos pedir

en el silencio del guardapasos

nuevos ruegos que llenen

y protejan nuestro porvenir.

Os pido paz entre los hombres,

esa que hoy nos falta ya.

Os pido honradez y prudencia,

sensatez y humanidad.

Pido trabajo para la buena gente

que su vida quiere afanar,

y llenarla de grandes ilusiones

para llevarlas a su hogar.

Pero la gran petición de este año

es que nos concedáis mucha salud,

salud que venga con ansias

y que nos llene la vida de luz.

Que acabéis con la enfermedad,

que terminéis con el dolor

y que nos deis muchas fuerzas

para luchar contra el temor.

Que ya tengo lista mi túnica,

que ya tengo listo el corazón,

el alma y mis deseos

de esta Semana de Pasión.

Que ya tengo listos mis ojos

para poder verlos reinar

por las callejas viejas

de nuestra regia ciudad.

Que ya tengo listos mis pies

para irlos acompañando,

y mientras llega el momento

y el éxtasis del encanto,

aquí junto a mi Bondad,

aquí junto a mi Consuelo

metido bajo su manto,

aquí me quedo esperando

la Gloria del Miércoles Santo!

HE DICHO.

Társilo Coello Barba