¡Salve, María, Esperanza y Consuelo de
los cristianos! Dígnate escuchar los ruegos de estos tus hijos que te amamos
con ternura, que te honramos particularmente y que tiene en Ti la esperanza de
su salvación. A ti te debemos la vida: por Ti hemos sido restituidos a la
gracia de vuestro Divino Hijo: Tú eres la más segura prenda de mi eterna
felicidad. Líbranos, oh Santísima Virgen del Consuelo, de caer en pecado,
disipad las tinieblas de nuestro corazón; dadnos fuerzas para vencer las
tentaciones de mis enemigos, y presidid tosas las acciones de nuestra vida,
para que con vuestro amparo y dirección podamos obtener la eterna y la gracia
particular que deseo alcanzar en este triduo. Amén.
(Dios
te Salve María…)