Dicen que las flores
buscan la luz del sol, elevando sus tallos para sentir su cálida presencia. Por
eso la rosa siente el frío del flagelo y huye de la bondad que le atraía. No
puede soportar exornar algo que acabará en la muerte. Es corta de miras para
esperar el tercer día. No tiene consuelo, aunque ni siquiera le atenazan las
espinas.
El dolor de la rosa,
bello y efímero como su vida, le hace huir. Quiere dejar el paso, abandonarlo y
alejarse sin saber que el reo de muerte engendrará una nueva aurora
resplandeciente. Y es que el llanto de la rosa, frágil e irresistible, será
rocío fresco en la aurora del domingo.
Porque dicen que las
flores, a pesar de todo, cada mañana… buscan la luz del sol.