El hermano sacerdote de la Cofradía , D. Juan Alberto
Ramírez Avilés, impartió la conferencia “Advocación y Letanía Consuelo de los
Afligidos”, el pasado 23 de septiembre en el salón de actos de la Parroquia de Santo Tomás
de Villanueva. A continuación reproducimos el texto de la citada conferencia.
CONSUELO TERMINO
BÍBLICO APLICACIÓN MARIANA-ECLESIAL
El término hebreo para DAR
CONSUELO o consolación proviene de la
raíz nhm, que significa en primer lugar respirar profundamente, gemir y, en
sentido causal, “hacer respirar”, hacer recuperar el aliento en una situación
de dolor, de miedo (como en el caso de los hermanos de José, aterrorizados ante
su presencia, Gén 50,21). Consuelo es ayudar a una persona deprimida,
maltratada, rota hasta el punto de no ser capaz de recuperar el aliento, a respirar
nuevamente. La etimología hebrea hace hincapié en este aspecto
físico-psicológico de la consolación: volver a respirar, sentir alivio. Los
términos griegos parakaleo, paraklesis subrayan más bien la acepción de
alentar, exhortar, sostener, confortar a los que sufren. La animación y la
exhortación nos hacen sentir, efectivamente, la solidaridad, nos ayudan a
vencer la soledad, nos confortan, nos consuelan.
El consuelo es anunciada por los profetas como una
característica de la era mesiánica (Is 40,1) y debía ser traído por el Mesías
(Lc 2,25). Consiste esencialmente en el final de la prueba y el comienzo de una
era de paz y alegría (Is 40,1s; Mt 5,5).
Pero según el NT, el mundo nuevo
existe ya en el mundo antiguo, y el cristiano, unido a Cristo, es consolado
justamente en el momento más duro de su sufrimiento (2 Cor 1,4-7; 7,4 y Col
1,24). Este consuelo no se recibe pasivamente; es simultáneamente alivio,
animación, exhortación (conceptos expresados por una sola palabra griega,
paraklesis). La única fuente de la consolación es Dios (2 Cor 1,3.4) por medio
de Cristo (2 Cor 1,5) y de su Espíritu (He 9,31), y el cristiano debe
comunicarla (2 Cor 1,4.6; 1 Tes 4,18). Entre otras causas de consolación el NT
cita el progreso de la vida cristiana (2 Cor 7, 4.6), la conversión (2 Cor
7,13), la Escritura
(Rom 15,4). La consolación es fuente de esperanza (Rom 15,4). Los ricos tienen
su consolación en la tierra (Lc 6,24), mientras que Lázaro, el mendigo, es
consolado en el seno di Abraham (Lc 16,25).
Algunos aspectos del término bíblico Consuelo
El Paráclito Aliento como Persona
en el seno de la Trinidad.
En el Evangelio de Juan el
término “dador de consuelo ” se aplica especialmente al Espíritu Santo, llamado
“paráclito, defensor, abogado”. El término está tomado del lenguaje jurídico y
designa a alguien que se pone de parte del acusado para ayudarle a defenderse,
y ésta es sin duda una función de consolación, de apoyo (Jn 14, 16-17. 26;
15,26; 16,7). Si se piensa en las inmensas dificultades a las que debían hacer
frente los primeros discípulos al dar testimonio de Jesús en un mundo hostil
(Juan representa esa lucha con la figura de un proceso judicial), se comprende
que solamente apoyados por este “abogado” divino pudieran sobrevivir. La
asistencia del Espíritu se expresa en la comprensión de la verdad (16,13) y en
dar testimonio de Jesús (15,27). En 1 Jn 2,1 se usa, en cambio, el término
“paráclito” aplicado a Jesús.
Consolación - tribulación (2 Cor
1, 3-7)
Este texto nos resulta familiar
porque constituye la segunda lectura de la fiesta de la Consolata. Los
términos consolar-consuelo aparecen diez veces en cinco versículos. Pablo juega
con la oposición consuelo-tribulación (las pruebas, las persecuciones, las
tentaciones del apostolado y la tribulación son los dolores del parto, la
tribulación de la era escatológica). No hay vida cristiana y apostólica sin
sufrimiento, que es estar asociados a la pasión de Jesús. La solidaridad con la
pasión es garantía de la participación en la victoria. El apóstol puede
soportar las tribulaciones y consolar a los otros porque él es confortado, sostenido y consolado por
Cristo.
1 Tesalonicenses – carta de consolación
La primera carta a los Tesalonicenses es, cronológicamente,
la primera de las que escribió san Pablo y que han llegado hasta nosotros.
Puede ser considerada en su totalidad una carta de consuelo. Pablo tuvo que
dejar prematuramente la recién nacida comunidad de Tesalónica (He 17,1-10) y
estaba preocupado –él que se sentía madre (1,7) y padre (1,11) de aquella
comunidad– porque temía que las tribulaciones la hicieran sucumbir. Y es
entonces cuando envía desde Atenas a Timoteo a confortar (3,7) a la comunidad y
tener noticias de ella. Cuando Timoteo alcanza a Pablo en Corinto llevando
buenas noticias de la iglesia de Tesalónica, Pablo se siente aliviado (3,11).
El tema de la consolación recorre toda la carta. Pablo, preocupado, trata de
consolar y apoyar a la joven comunidad enviándoles a Timoteo. Los tesalonicenses
son motivo de consolación para Pablo por su perseverancia en la fe.
En 1 Tes 4,3-18 la catequesis
sobre la suerte de los difuntos es una consolación (4,18) que supera a la
desolación (4,13) de quien no tiene esperanza. Este es el motivo de que Pablo
pueda concluir diciendo: “consolaos
mutuamente con estas palabras”. El misionero es agente de consolación cuando
anuncia el kerigma de la fe y de la esperanza cristiana.
Bernabé, hombre de la consolación
Los apóstoles asignan un nombre
nuevo al chipriota José: “Bernabé, que significa hijo del consuelo, alguien
que infunde ánimos” (He 4,36). Aunque
esta etimología sea algo extraña e incierta, el nombre describe muy bien a este
hombre de la primera generación cristiana, según la fotografía que de él hacen
los Hechos.
Bernabé aparece en escena en el
momento de poner a disposición de la comunidad lo conseguido por la venta de un
campo (Hechos 4,36-37). Es él quien introduce a Saulo en la comunidad de
Jerusalén (9,27). Cuando inesperadamente llega a Jerusalén la noticia de que ha
nacido una comunidad cristiana en Alejandría entre los paganos, es a Bernabé a
quien se le invita a darse cuenta de lo que está sucediendo (11, 22), y él,
hombre abierto y capaz de proyectos, “anima” a la joven comunidad a proseguir y
seguidamente lleva a cabo quizá la acción más importante de su vida: va a Tarso
en busca de Saulo (que se había aislado un poco de los demás) y le acompaña a
Antioquía. En esta comunidad Saulo hará su año de preparación o “stage”
misionera antes de comenzar sus grandes viajes misioneros (11,25-26).
Compañero de Pablo en el primero
de esos viajes (He 13-14), Bernabé será testimonio con él de la fe de los
paganos en el concilio de Jerusalén (15,2.12). La última aparición de Bernabé
en los Hechos es su litigio con Pablo a
causa de Marcos (15,37-39). El hombre que anima siempre quiere dar al
joven Marcos una segunda oportunidad se juega su amistad con Pablo en defensa
de este principio-estilo de vida que le caracteriza.
Hombre capaz de desprenderse de
sus bienes, totalmente al servicio de la comunidad, atento a los demás,
especialmente los abandonados a su suerte, Bernabé sabe ver en los otros los
gérmenes del bien y animar su iniciativa. Hombre, asimismo, equilibrado y
siempre en busca del entendimiento, no retrocederá cuando se trate de ofrecer
una segunda oportunidad a Marcos. ¿Pueden todos estos detalles perfilar un
estilo de misionero de la consolación?
Para la reflexión a la luz de la Escritura
- Reflexionando sobre Bernabé,
hombre del consuelo y de la animación de los demás, ¿cuáles son los aspectos
que pueden inspirar mi vida cristiana y cofrade hoy?
- Consuelo-tribulación (2 Cor
1,3-7): ¿Cuál es el fundamento del consuelo en medio de las tribulaciones de la
fidelidad hoy a la vocación cristiana como bautizados ?
- Consuelo-exhortación: ¿Estoy
convencido de que infundir ánimos y ofrecer apoyo y estima son parte importante
de mi estilo de vida con la comunidad cristiana y en la familia cofrade?
- Consuelo-evangelización: ¿Son
para mí fuente de consuelo en medio de los sufrimientos de la sociedad actual
el anuncio y el testimonio del Evangelio?
- Consuelo-abogado: En mi
compromiso de promoción de la justicia, ¿experimento la fuerza y la consolación
que provienen del Espíritu?
MARÍA EXPRESIÓN MATERNA DEL
CONSUELO DE DIOS A SU PUEBLO
María, aceptando la palabra
divina, fue hecha Madre de Jesús, y abrazando la voluntad salvífica de Dios se
consagró totalmente a sí misma, cual esclava del Señor, a la persona y a la
obra de Jesús, sirviendo al misterio de la Redención con Él y bajo Él, por la gracia de Dios
omnipotente. Los Santos Padres consideran a María en la Redención no como un
mero instrumento pasivo, sino como una cooperadora a la salvación humana por la
libre fe y obediencia (L.G. 56).
Así como María es cooperadora de
Cristo en la obra de la
Redención , también es junto con su Hijo mediadora y
consoladora. En las letanía marianas la llamamos "consuelo de los
afligidos". Dice el Concilio Vaticano II que María, una vez recibida en
los cielos, "continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión, los dones
de la eterna salvación (...) Por eso la Bienaventurada Virgen
en la Iglesia
es invocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora, lo
cual, sin embargo, se entiende de manera que nada quite, ni agregue a la
dignidad y eficacia de Cristo, único Mediador" (L.G. 62).
En varios momentos aparece María
en los Evangelios dando consuelo y esperanza a los que estaban con ella. Por
supuesto en el Nacimiento del salvador fue consuelo para su Hijo, para San José
y para todos los que se acercaron o contemplarlos y ver las circunstancias tan
precarias en las que había nacido.
Más adelante la vemos siendo
consuelo para aquellos recién casados que se les había acabado el vino (Jn 2,
1-11). En el momento de la crucifixión María fue de un gran consuelo para su
Hijo en la cruz: "Junto a la cruz estaba su madre", nos dice San Juan
(Jn 19,25).
Se condolió vehementemente con su
Hijo y se asoció con corazón maternal a su sacrificio. Pero no sólo fue
consuelo para su hijo sino para todos los que habían sufrido y estaban
desorientados con la muerte de Jesús, sobre todo para sus discípulos y por eso
estaba todos esos días orando con ellos. "Todos ellos, nos dicen los
Hechos de los Apóstoles, perseveraban en la oración con un mismo espíritu en
compañía de algunas mujeres, de María, la madre de Jesús, y de sus
hermanos" ( Hch 1,14).
Por ello invocar a María como
Consuelo es para que los hermanos practiquen la virtud del consuelo. Dar
consuelo a los hermanos que lo necesiten y a todos los afligidos y
desconsolados de nuestra sociedad que son muchos: enfermos, prisioneros,
ancianos, huérfanos, parados, difamados, matrimonios separados, inmigrantes
africanos... De esta forma, Nuestra Madre y Señora del Consuelo no será sólo
una advocación vacía de sentido sino llena de vida por las buenas obras,
haciéndonos nosotros "co-fratres " esto es "hermanos-con"
aquellos que sienten la desolación para que nuestra vivencia cristiana en su
plenitud sea consuelo identificándonos con Aquel que es consuelo del hombre por
su misión mesiánica.