miércoles, 8 de octubre de 2014

TEXTO DE LA CONFERENCIA MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA



 El pasado viernes 19 de septiembre, el sacerdote D. Antonio Guzmán Martínez, impartió la conferencia “María, Madre de la Iglesia”. A continuación traemos hoy a nuestro blog, el texto de la citada conferencia:

Comienzo la Conferencia con una oración ante el cuadro de Ntra. Sra. del Consuelo que preside este salón. Lo hago con estas décimas que compuse en honor de la Virgen del Consuelo y nos ha servido de oración en muchas de nuestras reuniones de formación.

              Madre y Virgen del Consuelo,
                     siempre te tengo a mi lado,
                     en ti me apoyo cansado
                     y contigo emprendo el vuelo
                     hacia la casa del cielo.
                     No te vayas de mi vida
                     pues siempre la quiero unida
                     al orillo de tu manto
                     donde me lleno de encanto
                     junto a ti , Madre querida.

Un saludo de entrada  al Presidente y Junta Directiva de la ilustre, humilde y fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María Santísima del Consuelo.

El mismo saludo para todos los cofrades, invitados y cuantos participáis en este acto organizado con motivo del veinticinco aniversario, Bodas de Plata, de Nuestra Señora del Consuelo.

Un año es este del 25 Aniversario para el júbilo porque estáis haciendo historia en la semana santa de Ciudad Real y sois también historia en esta Parroquia de Santo Tomás de Villanueva donde tiene la sede canónica vuestra hermandad. Todos los que os queremos nos alegramos y os animamos a seguir adelante y que sepáis estamos con vosotros como en otras ocasiones y en otras actividades que habéis organizado.

Yo estoy aquí invitado por vosotros y haciendo historia  junto con vosotros porque todo lo que con este motivo habéis organizado es parte de la historia de la Hermandad.

Hablaremos de la Virgen, la elegida por Dios, la Hija predilecta del Padre, Madre de nuestro Redentor y  Esposa siempre fiel del Espíritu Santo. No podía ser  de otra manera tratándose de un aniversario que conmemora la presencia de la Virgen del Consuelo entre nosotros.

En esta ocasión, según me habéis asignado, para hablar de Ella como MADRE DE LA IGLESIA, titulo que le dio Pablo VI al final de la tercera sesión del Concilio Vaticano II. Un título que es mas que una advocación pues engloba todo lo que es María en el misterio de Cristo y de la Iglesia. No se trata con este título de una declaración dogmática como fue en su día el Dogma de la Inmaculada en 1854 por el Beato Pío IX  o el Dogma de la Asunción de la Virgen  en 1950 por el Papa Pío XII. Aquí se trata de una proclamación pedida por los padres conciliares al tratar sobre la Virgen y que no quedando reflejada en el texto conciliar, el Papa Pablo VI, que será proclamado beato en el próximo octubre, lo hizo personalmente en el discurso de clausura de la sesión tercera del Concilio Vaticano II, pero tanto la Inmaculada, como la Asunción, como el considerar a María, Madre de la Iglesia han sido siempre vivencias del pueblo cristiano, lo que ocurre es que la historia va aclarando y enriqueciendo el depósito de la fe.


Para unir doctrina y práctica, para unir conocimientos sobre este título de María  y  provecho para nuestra vida cristina voy a dividir esta conferencia en tres partes.

1.- La proclamación de María como Madre de la Iglesia
2.- Historia de la imagen de María, Madre de la Iglesia en la Plaza de San Pedro del Vaticano
3.- Implicaciones del título de María, Madre de la Iglesia en la vida del cristiano.

Así tomamos contacto con la teología, la historia y la devoción popular.

Parte Primera.- La proclamación de María como Madre de la Iglesia.

El 21 de noviembre de 1964 Pablo Vi proclama Madre de la iglesia a María en el discurso de clausura de la tercera etapa conciliar con estas palabras:

Así, pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, Nos proclamamos a María Santísima, Madre de la Iglesia, es decir Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles  como de los pastores  que la llaman Madre amorosa y queremos que desde ahora en adelante, sea honrada e invocada  por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título.

Se trata de un título, venerables hermanos, que no es nuevo para la piedad de los cristianos, antes bien, con este nombre de Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia acostumbran a dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina de la devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la Madre del Verbo encarnado.

La divina maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su presencia en la economía de la salvación operada por Cristo y también constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia, pues ser Madre de aquel que desde el primer instante de la encarnación en su seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico, que es la Iglesia, pues como Madre de Cristo, es Madre también de los fieles  y de todos los pastores, es decir, de la  Iglesia.

Hasta aquí las palabras del discurso de aquel día en el que Pablo VI  hacía resumen de los logros de aquella tercera etapa del Concilio que terminaba el 21 de noviembre de 1964.

Un discurso tras haberse aprobado en el aula conciliar la Constitución Lumen Gentium que era uno de los documentos centrales del aquella universal asamblea. Precisamente todo el capítulo VIII de esta Constitución trata de la Bienaventurada Virgen María , Madre de Dios, en el misterio de Cristo y de la Iglesia. Un capítulo que es toda una mariología.

Muchos padres habían pedido un documento exclusivo del Concilio sobre la Virgen, como si se tratase de un mariología aplicada a los tiempos nuevos, pero otros muchos padres conciliares  prefirieron hablar de María en este célebre capítulo porque así la Virgen no aparecía como algo independiente y añadido al misterio de Cristo y a la vida de la Iglesia, sino asociada  y muy unida a la Iglesia como lo quiso Dios al elegirla para el misterio de la salvación.


También muchos padres habían pedido que apareciese María en este capítulo VIII con el título de Madre de la Iglesia, cosa que no llegó a consensuarse y ello motivó a Pablo VI a hacer esta proclamación en el discurso de clausura, como hemos recordado hace unos momentos.

Que María es Madre de la Iglesia es una proclamación con palabras nuevas pero con contenido antiguo ya que así desde siempre fue considerada por los fieles porque si Adán llamó a su mujer Eva por ser la madre de todos los vivientes, María fue proclamada desde la cruz madre de todos los creyentes en la persona de Juan, el discípulo amado. Y ella desde Pentecostés, día de la Iglesia naciente, ha estado siempre con sus hijos, los seguidores de su Hijo, cabeza del Cuerpo Místico, ese cuerpo que formamos con Él todos los fieles.

Que bien expresa esta realidad el Prefacio V de Santa María Virgen que muchas veces rezamos en la Eucaristía: En Cristo nuevo Adán y en María, nueva Eva, se revela el misterio de tu Iglesia como primicia de la humanidad redimida.

 Poco después de esta proclamación Pablo VI dirigió una encíclica llamada Marialis cultus hablando de las maravilla de María y promoviendo el culto mariano en toda la cristiandad. Era en realidad esto lo que el Papa Pablo VI pretendía con aquella proclamación.

Parte Segunda.- Historia de la imagen de María, Madre de la Iglesia en la Plaza de San Pedro del Vaticano

Lo importante de la Virgen es lo que representa en la obra de la redención y en la de nuestra santificación. Lo importante no son las imágenes. Sin embargo no cabe duda que a todos nos ayudan las imágenes para acercarnos a María, son como un icono que nos habla de ella. Mucho más si esas imágenes están bien cuidadas y constituyen una obra de arte. En ese caso, como la imagen de la Virgen del Consuelo, la imagen nos invita a rezar y nos recuerda la obra de María en nuestra vida cristiana.

Cuando Pablo Vi proclama a María Madre de la Iglesia no estaba pensando en ninguna imagen. Todas las imágenes de la Virgen, también la Virgen del Consuelo, nos recuerdan ese título de la Virgen en relación con la Iglesia.

Sin embargo María, Madre de la Iglesia también tiene su representación y precisamente en la Plaza de San Pedro del Vaticano.

Todo ocurrió de esta manera según lo cuenta Javier Cotelo, arquitecto, en un artículo en primera persona en LÓSSERVATORE Romano en 2011. Allí explica la incorporación de una de las “novedades” marianas más recientes en la centenaria Plaza de San Pedro: El Mosaico de María “Madre de la Iglesia”.

Tuve el privilegio, dice, de vivir de cerca los antecedentes que precedieron a esa decisión, que pone de manifiesto los características de Juan Pablo II, hoy santo: su peculiar relación con los jóvenes y su sentido de agradecimiento a la Virgen.



“En la Semana Santa de 1980, el Papa Juan Pablo II recibió en audiencia a varios miles de jóvenes llegados a Roma para el Foro UNIV, encuentro internacional de universitarios que frecuentan los centros del Opus Dei en todo el mundo.”

Al final de la audiencia, uno de los jóvenes, llamado Julio Nieto, comentó al Santo Padre que, tras observar las imágenes de la plaza de San Pedro, había echado en falta una de la Virgen y que, por tanto, la plaza estaba incompleta. «¡Bien, muy bien! Habrá que completar la plaza», fue la respuesta de Juan Pablo II.

Esta conversación llegó a oídos de Monseñor Álvaro del Portillo, sucesor de San Josemaría Escrivá al frente del Opus Dei. Por cierto nos encontramos en los días anteriores a su beatificación el próximo 27 de septiembre en Madrid. Mons. Del Portillo, movido por el deseo de poner en práctica sin demora lo que consideraba un querer del Santo Padre, pidió enseguida  a Javier que pensara un lugar y una solución para colocar en la plaza una imagen de la Virgen, añadiendo que se podría poner bajo la advocación Mater Ecclesiae. Por aquel entonces Javier trabajaba en Roma como arquitecto.

Después de varias semanas, y tras varias visitas a la plaza para encontrar alternativas, presenté a Monseñor Del Portillo una posible solución, con sus correspondientes fotomontajes y dibujos: sustituir una ventana en el chaflán del edificio que hay entre el Cortile de San Dámaso y la plaza, por un mosaico de la Virgen.

El 27 de junio de 1980, se hizo llegar al Santo Padre el proyecto: era un álbum con textos, dibujos y fotografías, y con los croquis de alzado y sección.

Como pasaron varios meses sin noticias, se volvió a enviar al Santo Padre una copia del material, a través de su secretario,  Mons. Stanislaw Dziwisz. Le gustó el proyecto y dijo entregaría a Su Santidad para su posible realización.

Meses después, Juan Pablo II recibió aquel disparo al que sobrevivió, como él mismo lo decía, gracias a la protección de María. En muestra de agradecimiento, quiso que se pusiera una imagen de la Virgen en la plaza de San Pedro. A raíz de ese encargo del Romano Pontífice, aquella propuesta de Mons. Del Portillo, fue sometida al examen de las autoridades competentes en el Vaticano y se eligió el lugar como sede de un mosaico que se colocaría en la ventana. El proyecto complació al papa, que exhortó a seguir adelante,

Después llegó la elección del mosaico: Juan Pablo II hizo saber que le gustaría mucho una representación de la Virgen como Madre de la Iglesia” porque la Virgen “siempre ha estado unida a la Iglesia” y “especialmente cercana en los momentos difíciles de su historia”.

El mosaico elegido fue inspirado en la Madonna della colonna, Virgen con el Niño que procedía de la basílica constantiniana y se encuentra en la Basílica de San Pedro.  Sirvió de modelo para el mosáico. Esta Virgen se pintó en el siglo XV y fue trasladada en 1609  a la capilla donde hoy se encuentra y coronada en 1660. Fue restaurada por Pablo VI y denominada con el titulo de  Mater Eclesiae en recuerdo del 21 de noviembre de 1964 cuando el Papa proclamó a Santa María Madre de la Iglesia. en la clausura de la tercera etapa del Concilio Vaticano II.


El mosaico recibió algunos retoques en la representación del Niño Jesús así como en el color, para que fuera más visible a larga distancia.  Mide 2´55 por 1´34 metros y en su construcción se utilizaron cincuenta mil teselas. En la base de este mosaico de la Virgen con el Niño, se representó el escudo de Juan Pablo II con su lema Totus tuus.

Fue colocado el 7 de diciembre de 1981 y, al día siguiente, en el rezo del Angelus, Juan Pablo II lo bendijo desde la ventana de su estudio diciendo sencillamente estas palabras:

“Estoy contento de inaugurar  en la Solemnidad de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen este testimonio de nuestro amor y devoción y confío en que Ella, con solicitud constante , quiera continuar cuidando de los hermanos de su Hijo, que todavía peregrinan y se hayan en peligros y ansiedades(Lumen Gentium 62) permitiendo también a nuestra generación experimentar la invencible potencia de su protección materna”

“Ahora bendeciré la imagen de la Virgen “Madre de la Iglesia”, prosiguió el Papa, manifestando el deseo de que todos los que vengan a esta plaza de San Pedro, eleven hacia Ella la mirada para dirigirle, con sentimiento de filial confianza, el propio saludo y la propia oración”

La conversación con el universitario se hacía así realidad un año y medio después, quedando completada la plaza.

Tres días más tarde, el 11 de diciembre, el Papa invitó a Monseñor Del Portillo a concelebrar la Misa en su capilla privada y a desayunar: deseaba hacerle saber la alegría que le había provocado bendecir la imagen de la plaza y agradecerle que le hubiera hecho llegar la idea para su colocación.

Además, el Santo Padre tuvo el detalle de enviarle, algunos días después, el cartón con el dibujo del mosaico, en negro, que se utilizó para la colocación de las piezas de color. Este dibujo se encuentra actualmente en la sede central de la Prelatura del Opus Dei.

Ver esta imagen, tan unida a los papas Pablo VI y Juan Pablo II, es un buen recordatorio para que todos los cristianos celebren a María como amorosa reina del mundo  y  como centro materno de unidad  y acudan a su protección sobre la Iglesia y todos los que somos sus miembros.

Ante esa imagen rezó muchas veces el Papa mientras caminaba por la terraza del Palacio Apostólico dirigiéndole saludos y jaculatorias. También Don Álvaro cuando pasaba por la plaza, a diario, por su trabajo en el Vaticano. Hoy también multitud de fieles, venidos de todos los rincones de la tierra, rezan ante Ella y la proclaman Madre de la Iglesia.



 Pablo VI y San Juan Pablo II han hecho posible que el título Madre de la Iglesia que se le dio a la Virgen, quede como icono visible para que todos, principalmente los que acuden al Vaticano, la sientan como Madre de esta Iglesia que continúa peregrina por el mundo  llevando el mensaje de Jesús.

Parte Tercera.- Implicaciones del título de María, Madre de la Iglesia, en la vida del cristiano.

Este título  nos recuerda una vez más que María es nuestra Madre.

El nos la entregó como la mejor de las herencias desde la cruz diciendo a Juan: He ahí a tu Madre, Y en Juan estábamos representados todos nosotros.

No podemos caer en la tentación de pensar que en la Iglesia solo Jesús nos basta. El papa Francisco a un matrimonio que le manifestó haber llegado a esa conclusión o convencimiento les dijo que María es necesaria también en la Iglesia, lo que ocurre, dice el papa Francisco en uno de sus libros de entrevistas, es que a María la podemos considerar como Madre o como suegra.

Nosotros somos de los que queremos considerar a María como Madre.

Que bonito es decir ¡MADRE! La palabra madre nos recuerda a todos a la que está dispuesta a dar la vida. Nos recuerda a nuestra madre de la tierra. Nadie como ella nos ha amado tanto. Cuantos desvelos, cuantas noches sin dormir. Siempre servicial, siempre amando en silencio, pensando siempre en nosotros, pendiente de nuestra vida, cuidando nuestro alimento, colaborando en nuestra educación.

Así es María, la Madre que ama siempre aunque nosotros no tengamos conciencia de ello.

El concepto de lo que es una madre lo tenía muy bien asimilado aquel niño que un día vio a otro niño en la puerta de su casa con los pantalones rotos y pasó inmediatamente a decirle a su mamá: Mamá, mamá sal a la calle y ayuda a un niño que no tiene mamá. Todos los niños tienen mamá, contestó desde dentro la madre. Pero el niño argumentó: este no porque tiene los pantalones rotos. No podía imaginarse el pequeño que tuviese los pantalones rotos teniendo una madre pues a él su madre le cosía los pantalones, le ayudaba en todo y le quería con gran cariño.

Elevado concepto de la madre tenía aquel adulto que iba a ver a su madre ya demente y sin conciencia, el alzheimer estaba muy  avanzado.  El rato que estaba con ella no dejaba de darle besos y más besos. Un día uno de sus hermanos le dijo: ¿Por qué besas tanto a mamá si no te conoce ni se entera? Y él contesto: tampoco me enteraba yo cuando era pequeño y sin embargo ella me besaba una y mil veces.


Amemos a María como MADRE, no como SUEGRA.

La amamos como suegra cuando se nos pasan los días sin acordarnos de ella.

No es que todos los días tengamos que acudir a visitar a una de sus imágenes, por ejemplo a la Virgen del Consuelo. Podemos también hacerlo en casa viviendo algunas de las devociones marianas que tanto han ayudado a los cristinos a través de la historia.

El rezo de las tres Ave Marías al levantarnos o al acostarnos, el Ángelus al mediodía, el rezo del santo rosario (oración tan recomendada por la Iglesia y tan agradable a la Virgen), la salve de los sábados, el rezar ante algunas de las imágenes de la Virgen que tenemos en nuestros templos y a veces en hornacinas de las calles, llevarla en nuestra cartera como los enamorados y enamoradas llevan la foto de su amor,  todo eso puede ser manifestación de amor a la Virgen, nuestra Madre.

No es que tengamos que hacer todo porque cada uno tiene sus devociones pero si hemos de manifestarle nuestro amor con nuestra oración y plegaria frecuente y sobre todo aprendiendo de ella a vivir de fe y aprender las virtudes que ella como llena de gracia ejercitó a diario en alto grado.

Un himno litúrgico se dirige a María diciendo: Muéstrate como Madre.

Eso es lo que os digo a todos vosotros devotos de la Virgen que celebráis el 25 aniversario de esta imagen de la Virgen del Consuelo titular de vuestra hermandad y a todos los feligreses de la Parroquia de Santo Tomás donde la imagen recibe su culto, y en general a todos los devotos de María, que lo hemos de ser todos los cristianos: Mostraos como hijos, que Ella no deja de mostrarse como Madre.

La mejor forma de mostrarse como Hijo de María es esforzarse por vivir como cristiano las veinticuatro horas del día, sencillamente, sin hacer cosas raras, pero viviendo intensamente la fe y si no lo hacemos, rectificar y empezar de nuevo a intentarlo, porque fuera de María, en la economía de nuestra fe, no hay salvación.

La advocación nos dice que es Madre pero también Madre de la Iglesia.

María es Madre de la Iglesia porque al ser Madre de Cristo, es extensivamente Madre del Cuerpo Místico que es la Iglesia. Por lo tanto, es Madre de todo el Pueblo de Dios, de todos los fieles bautizados que la llamamos “Madre amorosa”.

Somos hijos de María en el orden de la gracia.

Este título de María nos invita a sentirnos cada uno de nosotros miembros de Cristo, miembros de ese Cuerpo Místico del que Cristo es la cabeza y nosotros los miembros, miembros del pueblo de Dios. Es en este sentido significativo que el Concilio en la Constitución Lumen Gentium hablase de María, pero también del Papa, de los Obispos y sacerdotes, de los religiosos y de los fieles, de todos los que formamos el pueblo de Dios. Todos formamos el pueblo de Dios que peregrina en la tierra hacia el encuentro con el  Padre. Todos estamos en el mismo camino de la santidad.


Ser iglesia es comulgar con la misión que cada uno ha recibido, enriquecida con la de los otros miembros que también forman parte de ella. Es desarrollar cada uno el papel que le corresponde en esta obra de Dios, bajo la guía de nuestros pastores.

Todos caminamos en la misma dirección y hemos de evitar choques. Estamos en la Iglesia para ser uno. Unidos al Papa y unidos a los obispos, unidos a los sacerdotes y unidos a los fieles en especial dentro de la parroquia y dentro de la Hermandad que son los sitios concretos de nuestra existencia.

Todo esto no podemos vivirlo sin llevar una vida espiritual.

Cuando no hay vida espiritual, cuando no se asiste a la Eucaristía, cuando no se reciben los sacramentos, cuando falta formación entonces todo se hace tinieblas.

Sin vida espiritual lo más importante termina siendo lo material y entonces nos dedicamos a lo exterior y damos mas importancia a la procesión que a la oración y los sacramentos, nos interesa más el adorno de las imágenes que la formación y la vida espiritual de los cofrades o de los feligreses. Cuando falta vida espiritual olvidamos que tenemos que estar dispuestos a ayudar a los hermanos, incluso en las cosas materiales que necesitan. cuando falta vida espiritual pensamos que todo esto es nuestro, que son nuestros pareceres los que valen y nos olvidamos que la Iglesia es comunión, que no podemos caminar independientes de la jerarquía y mucho menos enfrentados a ella.

Sin vida espiritual todo se oscurece y falsificamos incluso las cosas más bonitas y sagradas y nos hacemos independientes y caminamos solos sin pensar que formamos un cuerpo.

La vida espiritual en último término es hacer lo que quiere María y lo que quiere la Virgen es que hagamos lo que Él nos diga como dijo en las bodas.

Aprovechemos este veinticinco aniversario de la Imagen de la Virgen del Consuelo entre nosotros para celebrarlo con todos los actos organizados pero sobre todo para intentar promover, primero en nuestra vida y después en la vida de todos los cofrades la verdadera devoción a María la Virgen y a intentar estar cada día más unidos a la Iglesia en primer lugar a la persona del párroco, que en esta ocasión es también vuestro consiliario y capellán y sobre todo a la persona del Obispo que es el que hace de cabeza como sucesor de los Apóstoles, de esta porción del pueblo de Dios que es la Iglesia en Ciudad real. Sus planes han de ser nuestros planes.

Viviendo así os garantizo que quizá vosotros o vuestros sucesores celebrareis los cincuenta años e incluso muchos centenarios. Es lo que deseo para vuestra hermandad y para bien de la Iglesia.

 Santísima Virgen del Consuelo, Madre de la Iglesia.  Ruega por nosotros.