Cuando
me acerco a besar
tus
llagadas manos,
eres
Tú
quien
acaricia
mis
penas y mis pesares,
mis
derroteros y andares,
Santo
Cristo de Bondad.
Te
acompaño
Miércoles
tras Miércoles Santo;
pero
eres Tú la compañía
del
solaz y del quebranto,
Tú,
Bondad de cada día.
Y
tiemblo, Señor, al pensar
qué
sería de mi vida
si
me faltara el aliento
de
tu Consuelo y Bondad.
Beso
tus sagradas manos,
me
postro ante tus pies,
renovando
compromiso
de
esperanza, amor y fe.
Es
tu rostro soberano
quien
me invita a caminar:
¡Ea!
Contigo
todo lo puedo,
Cristo
mío de Bondad.
Del libro “PASSIO”
de Joaquín Torres Campos