miércoles, 22 de julio de 2015

MI CRISTO FLAGELADO



Todo acaba de empezar, tan sólo hace unas horas repartías tu cuerpo y tu sangre entre tus hermanos, en profunda soledad y duda aceptabas el mandato del Padre en el Monte de los Olivos, apresado por un beso y maniatado como un reo era conducido a tu destino.

Castigo romano para tu cuerpo, tu carne se rompe a latigazos, látigos que producen surcos de arado en tu desnuda espalda, surcos que recogerán la semilla de nuestra fe y que con tu sangre regarás para que germine.

Manos atadas por cuerda de pecados que te aferran a una sólida columna, cuerda y columna que siguen atándonos a soledades, insatisfacciones, a tener, a poseer el momento, ójala que nos sintiéramos liberados de éstas ataduras y en la columna contigo, con tu causa, nos sintiéramos ligados.

Lirio morado del Miércoles Santo, cordero divino, faro en nuestro camino, maestro y hermano, cuando todo acaba de empezar, cuando busco con ansia el ver tu cara hermosa y en cualquier calle deseo tu encuentro para saciar mi sed. Nunca defraudas, siempre tienes la capacidad de llenar de paz y hermosura nuestra monótona vida, siempre ante tu encuentro nadie se queda igual sino que de nuestras entrañas resurgen las ganas de seguirte, de no quedarnos anclados en unas pocas exigencias. Ante cualquier travesía, tu paso, forma el madero central de la cruz, como anticipo de lo que muy pronto ha de ocurrir y tu mirada hace reflejar toda la sumisión posible, toda la aceptación de tu sacrificio, toda la bondad de tu palabra, mientras que tu cuerpo es una y otra vez flagelado, con sarna, con castigo romano. Ante tu sacrificio yo me avergüenzo del mío, de lo poco Cirineo que soy con mis hermanos, del poco apego a mi persona y ante tu presencia sólo puedo pedir perdón.

Cuando todo acaba de empezar, cuando el Domingo de Ramos se nos fue muy deprisa por la impaciencia de la espera, cuando el lunes recogimos toda la pasión del Vía Crucis, cuando el martes se hizo esclavitud y esperanza, humillación y nerviosismo, llega el Miércoles santo y te pido a ti, mi Cristo flagelado, mi Cristo de la Bondad, el de las manos a una columna atado. Señor de Ciudad Real, que sigas cada año mostrándonos tu sacrificio, para que nuestra débil carne se despegue de vanas ataduras y junto a ti nos ligues en comunión divina.

J.A. Simón (Publicado en la Memoria del Año 2000)