Concluye hoy a partir de las 18:30
horas, el Solemne Triduo de la Cofradía en honor a María Santísima del Consuelo
que al igual que estos días se inicia con el rezo de la parte del Santo Rosario
correspondiente. A continuación se hace el ejercicio del Triduo como sigue:
ORACIÓN
PREPARATORIA PARA TODOS LOS DIAS
Virgen dolorosísima, sois el Consuelo de
los cristianos: acoged la súplica de un pecador que os ama tiernamente, honra
de un modo especial, y pone en Vos la esperanza de su salvación. Yo os debo la
vida, vos me volveréis a alcanzar la gracia de vuestro hijo; sois la prenda
cierta de mi salvación. Os pido, Señora, que me libréis del pecado, disipad las
tinieblas de mi entendimiento, alejad de mi corazón los efectos terrenos,
reprimir las tentaciones de mis enemigos y dirigid mi vida conforme a la ley de
Dios, y dadme la gracia que necesito para hacer con fruto este ejercicio,
siendo para gloria tuya y provecho de mi alma. Amén.
CONSIDERACIÓN
Virgen del Consuelo: por las lágrimas
que derramaste y el dolor que sentiste cuando supiste de la injusta flagelación de Jesús, siendo la
suprema inocencia y la bondad infinita,
fue torturado y muerto con la muerte más ignominiosa; tan caro pagó nuestro
rescate por nuestros pecados; y Tú, Madre nuestra adoptiva y corredentora, le
acompañaste en todos sus sufrimientos: y ahora te quedaste sola, llena de
aflicción; concédenos a cada uno de nosotros la gracia particular que te
pedimos
(Pídase la gracia que se desea obtener
mediante este Triduo)
Para conseguir las gracias que hemos
pedido se rezará un Padrenuestro y siete Avemarías en honor de los siete
dolores de la Santísima Virgen.
ORACIÓN
FINAL PARA TODOS LOS DÍAS
Oh, Virgen del Consuelo, aurora resplandeciente
del Divino Sol de Justicia, Consuelo de los afligidos, salud de los enfermos,
vida, refugio y amor de nuestras almas. Por lo que padeció vuestro corazón de
Madre, al ver preso y flagelado como criminal a vuestro inocente y amadísimo
Jesús, y por los dolores y lágrimas que os costó nuestra Redención, comprada
con la preciosa sangre de el Hijo de Dios, que era, a la vez, vuestro hijo, os
rogamos miréis con ojos de misericordia a los que venimos a vuestros pies, para
ofreceros nuestros corazones. Acoged benigna nuestras súplicas, alcanzadnos las
virtudes que debemos tener para servir y amar Dios; bendecid nuestros campos,
nuestras casas y nuestras familias. Llenad de paz y alegría nuestras almas, y
pues sois nuestra vida, nuestra dulzura y nuestro Consuelo, haced Madre mía,
que por vuestra poderosa intercesión descansemos de los trabajos de la vida en
la patria celestial. Amén.