La Parroquia de Santo Tomás de
Villanueva acogió por segundo año
consecutivo, la pronunciación del XIX Pregón de la Cofradía, que estuvo a cargo
del hermano de nuestra corporación, D. Gonzalo Garrigós Domínguez.
El mantenedor del acto fue el miembro de
la Junta de Gobierno, D. José Ignacio de la Rubia Rojas, siendo presentado el
pregonero por el Presidente Diocesano de la Adoración Nocturna, D. José Luis
Vera García. El texto integro del pregón es el siguiente:
XIX PREGÓN
HERMANDAD DE LA FLAGELACIÓN
A mis abuelos Gerardo y Matilde,
verdaderos apóstoles de Ciudad Real…
A mis manchegos, fratellis y ultrapíos,
que desde el primer momento creyeron en mí y en este pregón…
A todos los buenos cofrades que hay en
la Flagelación, que son muchos. Espero que os veáis reflejados en estas
palabras…
A mi familia y amigos que, sin ser
cofrades, aguantáis con paciencia mis locuras durante todo el año…
INTROITO
La historia de este pregón es una
historia de amor. Una historia de amor que comenzó a escribirse hace muchos
años cuando todo un Dios en su inmensa BONDAD crea al hombre para que viva
unido a Él y sea feliz junto a Él por toda la eternidad regalándole el más
precioso de los tesoros: el don de la vida y la libertad para poder entregarla
y ofrecerla.
El hombre recibe con agrado este regalo,
pero haciendo un uso inadecuado de la creación regalada por Dios y
voluntariamente, decide apartarse de la amistad con el Padre, buscando la
felicidad en cosas que cada vez le alejan más de Él y le cierran al amor y la
misericordia de Dios.
Pese a la ruptura y la separación
producida por el pecado, rompiendo esta relación de amor, este Dios no cejó en
su empeño de buscar a la más querida obra de su creación y durante siglos
estableció alianzas con él para que volvieran a encontrarse nuevamente sus
vidas hasta el punto de hacerse también criatura buscando el seno y el CONSUELO
de una Madre para entrar en nuestro mundo y arrancarnos del poder del Maligno y
llevarnos a su Reino de Amor.
Dios hecho hombre, Dios con nosotros,
Dios que sale a nuestro encuentro: ésta es la causa de que estemos hoy aquí y
es lo que con mis humildes palabras voy a intentar pregonar esta tarde: la
infinita bondad y misericordia de Nuestro Señor con cada uno de nosotros, dando
su vida en rescate por las nuestras y regalándonos el más bello de sus tesoros,
el consuelo de la Virgen María.
En un mundo lleno de ruido, de prisas,
en el que apenas tenemos tiempo de parar y hacer silencio en nuestro interior,
muchas veces quizá también por miedo a lo que nos podamos encontrar dentro, os
invito a que por unos instantes fijéis la mirada en Ellos y desde lo más
profundo de vuestro corazón dejéis que sean Ellos los que os hablen hoy y no mi
voz… Ya que Ellos, y sólo Ellos, son los auténticos protagonistas de este
pregón y los que nos han convocado para hablar de manera personal a cada uno de
nosotros.
Que estas miradas de bondad y consuelo
sean el fuego que prenda hoy este templo de Santo Tomás. Dejad que esta
historia de amor comience a andar, como tantos noviazgos inician sus primeros
pasos bajo los árboles del cercano parque de Gasset. Seamos de nuevo y por una
vez adolescentes, ilusionados con nuestra hermandad, ilusionados con nuestra
Iglesia, ilusionados con nuestro Dios y con su Santísima Madre…
Señor, Rey de la Bondad
Mi Señora del Consuelo
Vengo aquí con humildad
Con un corazón pequeño
No sé cómo pregonar…
Sólo rezar en silencio
Que mis palabras sean hoy
El más bello de los deseos:
Que los que hoy me acompañan
Sientan vuestro amor muy dentro
Pues un minuto con vos
Son como mil en el cielo
Es lo que busco yo aquí
Con mis palabras y versos
Dar la Bondad de Jesús
A esta gente que más quiero
Mi hermandad y mi familia
Toledanos y manchegos
Porque Tú rompes distancias
Eres mi Cristo viajero:
Estás en Ciudad Real
Y cuidas de mí en Toledo
Traspasando la frontera
Las distancias y los tiempos
Y qué decir de la Madre
Que tanto quiero y venero
Llenando cada rincón
De mi alma y de mi cuerpo
Dueña de mi corazón
De mi vida y de mis sueños
Reina de Santo Tomas
La Señora del Consuelo
En este 15 de marzo
Que la tarde va cayendo
Es para mí un gran orgullo
Con humildad y respeto
Estar aquí en este atril
Atril que yo no merezco
Ante Consuelo y Bondad
Siendo hoy vuestro pregonero
Señor cura párroco de esta iglesia de
Santo Tomás de Villanueva, d. Antonio
Hermano Mayor y Junta de Gobierno de la
Ilustre, Humilde y Fervorosa Hermandad y Cofradía de Nazarenos de la
Flagelación de Nuestro Padre Jesús de la Bondad y María Santísima del Consuelo
Excma. Sra. Diputada Nacional, amiga
Rocío
Sr. Concejal
Presidente diocesano de la Adoración
Nocturna y Presentador, José Luis
Hermanos Mayores, cofrades,
familia, amigos todos en el Señor
Difícilmente podría explicar con
palabras la emoción que siento en estos momentos. Emoción unida a algo de
nerviosismo y responsabilidad, por qué no decirlo… Al inicio de mis palabras os
transmitía que este pregón es una historia de amor del Señor con cada uno de
nosotros y también conmigo mismo. Estar hoy aquí es para mí un motivo de acción
de gracias ya que en este templo comienza mi camino en la vida cristiana
recibiendo la gracia del bautismo.
Por eso es para mi muy especial volver a
este templo de Santo Tomás de Villanueva, quizá no muy bello
arquitectónicamente, para qué nos vamos a engañar, pero tan estrechamente
ligado a mi familia Domínguez. Estoy seguro de que mis abuelos y don Eugenio están
hoy en primera fila en el cielo viviendo este bonito momento con nosotros. Y
por ello, y a corazón abierto, comparto con vosotros que me siento “como en
casa”.
Esta relación de mis abuelos con la
parroquia de su barrio es uno de los motivos principales que me llevaron a
conocer a la hermandad de la Flagelación. Por eso quería que mis primeras
palabras que pronunciara hoy fueran de homenaje para ellos, modelo de matrimonio cristiano y que tanto
trabajaron durante toda su vida para transmitir el depósito de la fe no sólo a
su familia, si no a través de un fecundo apostolado en distintos ámbitos
eclesiales como el movimiento familiar cristiano o los cursillos de cristiandad
en esta su tan querida Ciudad Real.
Existe una curiosa manía en este
complejo mundo de las cofradías de que, en los casos en los que la hermandad
tiene dos Titulares, uno cristífero y una dolorosa, intentar catalogar o
clasificar a sus hermanos según le tengan más devoción a uno de Ellos y así, es
comúnmente escuchar: éste es del Cristo o fulanito es de la Virgen…
Y en nuestra hermandad con relativa
frecuencia pasa algo parecido: Es bastante probable que cuando algunos de
vosotros escucharais mi nombre unido al del pregón de la Flagelación pensarais:
vamos a escuchar un “pregón del Cristo” pues no en vano llevo por bandera el
haber podido acompañar con mi cirio durante 16 años al Cristo de la Bondad en
su procesionar por las calles de Ciudad Real y bien sabéis el amor que me mueve
a ello cada Miércoles Santo.
Pero ni mucho menos es inferior la
pasión que siento cuando en los diferentes traslados y Vía Lucis nuestro
capataz me permite cargar sobre mis hombros la bellísima imagen de nuestra
Madre del Consuelo.
Por eso cuando me puse a escribir estas
líneas, meditaba mucho cómo tratar con la categoría que se merecen a nuestros
dos Titulares, sin que se me fuera mucho el contenido del texto más hacia uno o
hacia el otro…
Y la solución a este pequeño problema me
la dio el tan venerado por todos Beato Juan Pablo II, que en poco más de un mes
será canonizado en Roma junto al Beato Juan XXIII, el Papa Bueno.
Uno de los escritos más bellos de este
gran Papa es su carta apostólica “Rosarium Virginis Marie” del año 2004. En
esta carta, los católicos podemos encontrar la clave de cómo debe ser nuestra
relación con Jesucristo y la Virgen María, ya que en ella nos invita a
profundizar en el misterio de la Redención como lo hizo Ella, nuestra Madre. O
lo que es lo mismo, mirar a Jesús con los ojos de María.
Y para ello, utiliza como poderosa arma
el rezo del rosario, como herramienta para profundizar en el conocimiento de
Jesucristo a través de la compañía de la gloriosa Virgen María. “A Cristo por
María” o “Todo a María para Jesús”. Bellos lemas que tantos y tantos santos han
experimentado y hecho realidad en su vida a lo largo de la historia.
Vamos a acercarnos a nuestro Padre Jesús
de la Bondad en el misterio de la Flagelación a través de la mano amorosa de su
Madre del Consuelo. Y para ello y siguiendo los sabios consejos del Papa Magno,
vamos a hacerlo siguiendo las cuentas del rosario.
Por ello también este pregón quiero que
sea un sentido homenaje al anteriormente nombrado Juan Pablo II ya que nuestra
hermandad dio sus primeros pasos en su pontificado y para muchos de los
presentes ha sido y siempre será
“nuestro Papa”.
Como ya conocéis, el rezo del rosario
esta dividido en 4 partes en las que se contemplan los distintos pasajes de la
vida de Jesucristo y así podemos encontrar el gozo, la luz, el dolor y la
gloria. Misterios que también son aplicables a nuestra vida de hermandad y que
nos van a ayudar a ir adentrándonos poco a poco en ella.
Comencemos…
EL
GOZO
El inicio de nuestro camino por la
oración del rosario lo encontramos en los misterios gozosos que nos narran en
sus evangelios San Lucas principalmente y San Mateo y que rezamos los lunes y
los sábados. En ellos se nos relata de forma bellísima la encarnación de
nuestro Señor de la Bondad en las entrañas virginales de María Santísima del
Consuelo con el anuncio de tan buena noticia por el arcángel Gabriel en el
pequeño pueblo de Nazaret.
Tras esta gozosa noticia, María se pone
en camino hacia Ain Karen, portando al Señor en su seno, en la primera
procesión del Corpus de la historia, a visitar a su anciana prima Isabel. Con
ella, también podemos preguntarnos: ¿Quién soy yo para que me visite la Madre
de mi Señor?
“Y cuando se cumplió el tiempo, dio a
luz a su Hijo y lo acostó en un pesebre porque no tenían sitio en la posada…”
¡¡¡ Ya estás, Señor, entre nosotros!!! La bondad de Dios hecha carne, hecha criatura mortal para que le podamos ver
y adorar. El pequeño recién nacido en condiciones de extrema pobreza y humildad
también nos da otra lección de sencillez pero sobre todo, de amor
Pasados los días de la purificación,
Jesús es presentado en el templo, conforme con las tradiciones del pueblo
judío. Simeón y Ana, movidos por el Espíritu Santo, son espectadores de tan
entrañable acto. Un instante de encuentro personal con Cristo da sentido a toda
una vida. Tomemos nota…
Años después, Jesús vuelve al templo y
tras estar tres días separado de sus padres, nos da una nueva enseñanza: ¿Por
qué me buscabais? ¿No sabíais que debo preocuparme por las cosas de mi Padre?
De nuevo, el buscar la voluntad de Dios se antepone a los intereses personales.
“Y María, guardaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón”. María,
modelo de oración y contemplación, en la prueba, en la dificultad…
Son 5 escenas de la vida de Cristo que
nos dicen mucho a los cristianos de hoy y de manera especial, a los cofrades.
Es el inicio de una misión, de una llamada. Para nosotros, la entrada en la
cofradía, es también un acontecimiento gozoso y que a buen seguro todos
vosotros recordareis con ilusión. En mi caso, mi primer contacto con la
hermandad, fue en el año 1995. Contaba apenas con 12 años y fui con expectación
a conocer una nueva hermandad que estaba dando sus primeros pasos aportando
nuevas formas al mundo cofrade ciudadrealeño.
Yo ya pertenecía a una hermandad
penitencial de la ciudad, la de la Santísima Virgen de la Misericordia, desde 4
años antes. Pero mi primer encuentro con la hermandad de la Flagelación me
impactó mucho. Una cofradía joven, con aires nuevos, orden y seriedad y una
nueva manera de hacer las cosas. Pasada esa Semana Santa, inicié una búsqueda:
necesitaba volver a encontrarme con Ellos, ver de nuevo sus rostros y sentir su
cercanía. A la Señora la descubrí pronto, radiante, en esta bendita iglesia
parroquial de Santo Tomás. Pero al Señor me costó mas trabajo…
No fue hasta esas navidades cuando en el
bajo de una casa de la calle Goya, en la barriada de Pío XII, volví a estar
frente a la Bondad del Señor. Esa primera casa hermandad sencilla hacía las
veces del más precioso templo para el Rey de Reyes. Algo similar al nacimiento
del Salvador producido en el pesebre de Belén. Fueron apenas unos minutos,
separados por un cristal, en los que nuestras miradas volvieron a cruzarse y en
ese momento, yo ya supe que nuestras vidas estarían ligadas para siempre.
Pero tuvieron que transcurrir dos años
hasta que una calurosa tarde de verano y animado por mi abuelo Gerardo, decido
escribir a nuestro hermano mayor, para solicitar el ingreso en la cofradía.
¡Cuanta ilusión puesta en cada una de las letras de esa carta! Pocos días
después, recibía la contestación por parte de la hermandad, aceptándome como
hermano y preguntándome con extrañeza cómo un toledano quería formar parte de
una cofradía ciudadrealeña. Porque sí,
es algo poco frecuente. Los que me conocéis sabéis lo complicado que es ser
cofrade 110 kms al norte de Ciudad Real, pues somos considerados como una
especie “rara avis”.
Al inicio de este pregón os hablaba de
una historia de amor… Y para que veáis que esto es cierto, mi entrada “oficial”
en la hermandad con la jura de reglas se produjo un 14 de febrero, fecha
marcada en rojo para las parejas de enamorados. Y desde entonces hasta hoy,
esta historia de amor ha ido creciendo, pasando por mejores o peores etapas,
pero unida siempre por un vínculo de amor, como amor fraterno fue el primer
título que tuvo nuestra hermandad allá por los años 80.
En estos primeros compases del pregón,
quiero hacer presente una de las realidades de las que puede estar más
orgullosa nuestra hermandad: nuestro Grupo Joven. ¡Cuanta gente buena ha pasado
por sus filas a lo largo de sus años de existencia! Cuantas actividades,
encuentros, convivencias… han ido forjando esta cantera de jóvenes cofrades,
alimentando las ilusiones de tantos chavales que se han acercado a la Iglesia a
través del mundo de las cofradías.
Por tanto, quiero desde aquí animar y
alentar a las nuevas generaciones de nuestra hermandad a que os ilusionéis con
la misma. A buen seguro que os vais a llevar muchos palos y algunos que otros
sinsabores… Todos los hemos recibido. Pero son también muchas las alegrías
recibidas y compartidas, ese GOZO de pertenecer a una hermandad viva.
Cuando lleguen las dificultades o las
ganas de tirar la toalla, acercaos por esta parroquia de Santo Tomas de
Villanueva y fijad vuestra mirada en Ellos por unos instantes, como hice yo
cuando era un adolescente como vosotros. En esa mirada encontraréis la
respuesta de por qué pertenecer a esta Hermandad. Vosotros sois el futuro pero
también el presente de la Flagelación: ¡Que nada ni nadie os apague la llama de
vuestra ilusión!
Voy a intentar a lo largo de estas
líneas ofreceros algunos ejemplos de personajes del Evangelio que podamos
seguir o imitar en nuestro camino a la santidad. Y en el caso de los jóvenes,
lo tenemos muy cercano, San Juan Evangelista, nuestro Patrón de la Juventud
Cofrade. Joven valiente, decidido, aventurero, pero sobre todo, fiel.
Casi contemporáneo a nosotros,
encontramos la figura de otro joven alegre, entusiasta, dispuesto: Rafael
Arnaiz. Nacido en Burgos, este muchacho buscó en todo momento seguir a Cristo,
ingresando en el monasterio de la Trapa de Dueñas con poco más de 20 años. Su
forma de afrontar su enfermedad y, sobre todo, su amor a la Virgen, pueden
aportarnos algunas pistas de cómo debemos vivir nuestra juventud en la Iglesia
y cómo debe ser nuestra relación con nuestros Titulares. Dos jóvenes separados
por casi 2000 años pero unidos por un denominador común: la alegría.
Esta alegría es la que se enciende la
mañana del Miércoles Santo en cada cofrade de la Flagelación. ¡Por fin llega el
día más esperado del año! La impaciencia aumenta según se van aproximando las 6
de la tarde, hora a la que somos convocados por nuestra vocal mayor de gobierno
para poder organizar el cortejo en el guardapasos con el orden y seriedad que
nos caracterizan. No importa lo que haya ocurrido durante los 12 meses
anteriores. Ese atardecer, el tiempo se detiene en la capital de la Mancha.
Tarde de recuerdos, de abrazos y, una vez más de miradas…
Tarde de Miércoles Santo
Nos volvemos a encontrar
En esa cochera fría
Cual si fuera catedral
Tiempo de abrazos y besos
De sentir y reflexionar
De traer a mi memoria
Lo vivido años atrás
Tras rezar ante vosotros
Vuelve la cita puntual
Y a las 7 de la tarde
Nuestra cruz comienza a andar
Los niños y los mayores
Los cofrades de verdad
Ninguno quiere perderse
Ver salir a la hermandad
Largo cortejo de cirios
Que se van alzando ya
Encendiendo tu camino
Por el que has de transitar
Aquellos que más queremos
Y que no hemos de olvidar
Caminan junto a nosotros
Bajo el blanco antifaz
Manchega calle Quevedo
Que nos debes de llevar
Con paso sereno y firme
Al centro de la ciudad
Sueltan flores tus balcones
Los aplausos suenan ya
Al canto de las saetas
Y
las primeras levantás
En
la iglesia de San Pedro
Corazón
de Ciudad Real
Nos
recibe con honores
Una
muy antigua hermandad
Cientos
son los que acuden
A
este encuentro fraternal
La
Soledad y Amargura
En
Lanza esperando están
Aquí
el gozo se hace aplauso
Alegría
y felicidad
Oración
y sacrificio
En
nuestro peregrinar
¡Te
doy gracias, Padre mío!
¡¡¡Te
doy gracias de verdad!!!
Pues
tenemos en la calle
Tu
Consuelo y tu Bondad
LA LUZ
Siguiendo nuestro camino en la oración
del rosario y tras haber contemplado las escenas de la encarnación y nacimiento
del Hijo de Dios, hacemos parada en los misterios luminosos, magistralmente
introducidos como novedad por Juan Pablo II en la carta apostólica que nos
sirve como base de estas líneas.
En esta última parte incorporada al rezo
del rosario y que meditamos los jueves, acompañamos a Cristo en su recorrido
desde el comienzo de su vida pública hasta las puertas de su Pasión.
El primer misterio es el Bautismo del
Señor de la Bondad en el Jordán. Manifestación trinitaria del Padre y el
Espíritu Santo junto al Hijo mientras Juan derrama sobre su cabeza las aguas
del río principal del pueblo judío.
A continuación, nos desplazamos al
norte, a la pequeña población Galilea de Caná, donde Jesús realiza el primero
de sus milagros en aquella boda a la que es invitado con su Madre y sus
discípulos. María del Consuelo nos enseña el camino que debemos seguir hacia la
santidad: Haced lo que Él os diga.
El tercer misterio encierra la clave de
la venida de Jesucristo a la tierra: el anuncio del Reino de Dios y la llamada
a la conversión de los pecadores. Un reino de amor y un mensaje de amor, como
ese corazón que conforma el escudo de nuestra cofradía y que representa el
corazón palpitante del Señor que no ha venido a buscar a los justos, si no a
los pecadores
En el Monte Tabor Cristo se transfigura
junto a Moisés y Elías frente a sus apóstoles predilectos, Pedro, Santiago y
Juan. Nosotros también estamos representados en ellos y algún día seremos
partícipes de esta gloria celestial.
Y finalmente y antes de adentrarse en su pasión, el Señor
de la Bondad comparte su última cena con sus discípulos y se nos ofrece como
alimento, quedándose junto a nosotros bajo las apariencias de pan y vino y
otorgándonos el principal de los mandamientos: Amaos unos a otros como yo os he
amado. Y de nuevo, el amor… También hace una súplica al Padre, previniendo los
acontecimientos que estaban por ocurrir: que todos sean uno, como Tú y Yo somos
uno… Amor y unidad, dos piezas claves que deben ser las columnas en las que se
sostenga nuestra cofradía, columnas que han de servir como preciosas peanas a
nuestros Titulares a los que tanto queremos.
Y si estamos hablando de Luz, creo que
es justo reconocer la presencia de tantos y tantos hermanos nazarenos que integran
de forma anónima las filas de nuestro cortejo procesional. Hermanos que de
forma silenciosa van llegando al guardapasos tras haber realizado el
tradicional ritual de vestir el hábito nazareno en un ceremonial cofrade íntimo
pero lleno de sentimientos. Recorren el trayecto desde su domicilio con el
rostro tapado, apretando en sus manos la papeleta de sitio que les designa el
lugar a ocupar en la procesión.
Pero no sólo quería recordar a estos
nazarenos “de túnica”, hay también otros muchos nazarenos “de calle” en la
hermandad, gente corriente, sencilla, que no deja pasar muchas jornadas sin
rendir su visita a nuestros Titulares en sus altares de la parroquia. Personas
que cuando abren su bolso o su cartera lo primero que encuentran es esa estampa
del Señor o de la Señora que mantiene viva la llama de su fe. Y de estos
hombres y mujeres os aseguro que hay muchos en esta hermandad. Y esos
precisamente son los que hacen grande a la Flagelación. A todos vosotros que
vivís desde lo oculto pero también desde la fidelidad vuestra pertenencia a la
hermandad, ¡gracias!
El personaje de la pasión que creo que
mejor refleja a estos hermanos es una mujer de pueblo anónima, tan anónima que
ni siquiera aparece en los evangelios y solamente la conocemos por la tradición
y los relatos apócrifos. Su nombre es Verónica. Ella es una más entre la
multitud que acompaña al Nazareno camino del Calvario pero no duda en dar un
paso valiente para manifestar su fe y aportar un poco de luz al sangriento
rostro de Jesús que cae bajo el peso de la cruz una y otra vez.
Este gesto callado alivia por unos
segundos el sufrimiento y dolor del Señor, labor por la que ofreció su vida
otra mujer más reciente y cercana a nosotros. Albanesa de nacimiento, Teresa
fue un punto de luz en medio de la pobreza extrema de las calles de Calcuta. Y
no porque ejerciera la caridad entre los más necesitados, que también, si no
porque llevó el mensaje de amor y esperanza que nos transmitió el Señor en su
evangelio, respondiendo a la llamada de Cristo: Ven, sé mi luz… La bondad y el
consuelo de esta sencilla religiosa en medio de un mundo que necesita con
urgencia la luz del amor de Dios.
Volviendo a nuestra querida Ciudad Real,
si tuviera que quedarme con algún momento anual en que nuestra cofradía es
realmente luz, elegiría dos instantes estrechamente relacionados con el entorno
urbano en el que nos encontramos: el Vía Lucis de la Señora por las calles del
barrio y los traslados de los Titulares, con el parque Gasset como
protagonista.
El Vía Lucis de Nuestra Señora del
Consuelo el día de su festividad es un baño de luz para toda su barriada de Pío
XII. Los últimos rayos solares del atardecer estival acompañan el transitar de
nuestra Virgen por las calles de la feligresía de Santo Tomás en una ocasión
preciosa de estar y sentirse muy cerca de Ella y poder experimentar muy dentro
ese Consuelo que tantas veces le pedimos. Lástima que haya aún muchos que no
presencien este bello encuentro, algunos quizá por desconocimiento, otros puede
que por comodidad.
Y la otra ocasión en la que la luz
traspasa estos muros parroquiales es el traslado que muy pronto viviremos con
motivo de la inminente salida procesional. Nuestro parque comienza a revestirse
de sus ropajes primaverales de los que se despojó en el invierno, sirviendo de
majestuoso entorno para el paso de nuestra hermandad que sueña algún día poder
realizar este mismo camino no ya en un traslado, si no en una estación
penitencial.
Recorrido serio, marcado por la austeridad
propia de la cuaresma que se tornará en alegría cuando semanas después y ya en
tiempo pascual, nuestro Cristo y nuestra Virgen vuelvan de nuevo a su casa. Son
estampas inolvidables, de sentir la cercanía de la hermandad: contemplar
detalladamente la llagada espalda del Señor de la Bondad y casi poder acariciar
esas manos atadas a la columna… O disfrutar del elegante andar de la Reina del
consuelo bajo un palio de estrellas mientras los pinos y olmos del parque
sirven de escoltas en su camino…
No quisiera tampoco dejar pasar la
ocasión para reconocer y aplaudir la labor de otro colectivo de personas
relacionadas con la luz, ya que ellos son imagineros de la luz. Se trata de ese
grupo de fotógrafos capillitas que dedican gran parte de su tiempo no sólo a
plasmar detalles cofrades de la semana de pasión si no también a recorrer los
templos de la ciudad durante los cultos de las hermandades o cuando hay cambios
de vestimenta en las Dolorosas de la ciudad. Cámara y trípode al hombro, nadie
como ellos son capaces de captar esa esencia y esa luz que muchas veces se
escapa al ojo común. Pocas veces desde un atril se acuerdan de vosotros. Hoy,
queridos amigos, sabéis que estáis aquí conmigo también.
Al finalizar las maniobras de saludo y
homenaje a la hermandad de la Soledad en la puerta de la Umbría de San Pedro,
la cofradía continúa su peregrinar hacia el centro neurálgico de la ciudad
bajando por la calle Carlos Vázquez hasta llegar a su plaza mayor. Un lugar muy
especial para nosotros, ya que en uno de los laterales de la plaza se erige
nuestra casa hermandad, centro de operaciones de la cofradía y de la que
hablaré más adelante.
Tras recorrer este punto central de
nuestra procesión y tras tener un breve pero coqueto callejeo por María
Cristina y Feria, llegamos al que para muchos es uno de los momentos más
importantes de nuestra procesión: el encuentro con nuestra Patrona en el
principal templo ciudadrealeño, la catedral prioral. Es la casa de nuestra
Madre, la Señora del Prado, la Reina de los corazones de sus hijos manchegos.
Esa Virgen del Prado que también da
nombre al acompañamiento musical que, si Dios quiere, volveremos a tener
nuevamente este año y que, respetando las opiniones de todo el mundo, creo que
es el mejor que puede tener nuestro Cristo.
En un mismo instante, María tendrá
frente a sí a su Hijo hecho Niño en poderosa sedente posición y este mismo Hijo
amarrado a una columna flagelado y torturado por dos sayones. El Pequeño que
jugueteó en el Prado se encuentra ahora preso por nuestro pecado, y busca la
amorosa mirada de su Madre que desde su camarín le anima y le alienta: vamos,
Hijo mío, levántate de nuevo. Hazlo por estos que te llevan y acompañan en tu
sufrimiento y tu dolor. Hazlo por tantos que aun no te conocen, quizá te miran pasar
como un simple espectáculo. Y el Señor, flagelado, continúa su caminar de
Bondad…
Con
el final de la tarde
Y
el ocaso de su azul
Seguiremos
hoy tus pasos
El
sendero que abres Tú
Atrás
dejaste la plaza
Entre
bulla y multitud
Ahora
queda el silencio
De
la noche y su quietud
Vas
buscando la caricia
Envuelta
en raso y tul
De
la Morena del Prado
Que
dice: mi Buen Jesús
No
tengas miedo al Calvario
No
tengas miedo a la cruz
Yo
soy Estrella en la noche
Soy
Consuelo y también Luz
Y
el Niño que antes jugaba
Entre
los campos del Prado
Camina
hoy entre azotes
A
la columna amarrado
Que
se callen las cornetas
Que
venga andando despacio
Que
su Madre le susurra
Entre
el consuelo y su llanto
Ven
junto a mí, Hijo mío
Bajo
el filo de mi manto
Que
pueda yo consolarte
Tu
dolor y desencanto
Y
Cristo mira hacia arriba
Y
se siente reflejado
En
ese pequeño Niño
Refugiado
en los brazos
De
esa amorosa Mujer
Que
nos cuida desde lo alto
Y
con mano poderosa
Nos
levanta del pecado
Reina
de Ciudad Real
Madre
de niños y ancianos
Del
Señor de la Bondad
Que
azotado presentamos
Sube a Cristo junto a Ti
A
ese cuerpo desgarrado
Y
con mimos y ternura
Acúnale
en tu regazo
Que
la noche cae encima
Se
tiñe de grana y blanco
Con
la luna y las estrellas
Sobre
el rachear de esparto
Ya
estas en tu camarín
Con
la Señora del Prado
Que
Ella sea tu Consuelo
Noche
de Miércoles Santo
EL DOLOR
La tercera parte de la oración del
rosario es probablemente la que más nos llegue a los cofrades ya que en ella
meditamos los pasajes de la pasión y muerte del Señor de la Bondad. Estos
misterios que contemplamos los martes y los viernes nos ayudan a descubrir el
amor extremo de Dios que no sólo se hace carne, si no que da su vida por
nosotros, entregando hasta su última gota de sangre. Es la culminación de la
redención del género humano, la mayor prueba de amor de la historia.
El punto de partida es el huerto de
Getsemaní: Cristo comienza su pasión orando al Padre, confiando su vida a Él
visualizando todo lo que iba a padecer. Que no se haga mi voluntad, si no la
tuya… Una vez más, otro ejemplo de abandono en los brazos de Dios. La hora de
angustia de Cristo entre los olivos no nos puede dejar indiferentes, ese dolor
y esas gotas de sangre que caían de su frente eran por ti y por mí, por
nuestros pecados.
La siguiente estación en este camino de
dolor la conocemos muy bien: Nuestro Padre Jesús de la Bondad es atado a una
columna y brutalmente flagelado. Creo que en estos momentos sobran mis
palabras, debería callar e invitaros a que miréis el rostro del Señor; sus
manos, su espalda… Pero sobre todo, su mirada de amor y bondad. Es un momento
de especial violencia, uno de los más cruentos de la vida de Jesús. Y sin
embargo, Él calla. Es más, en sus labios entreabiertos casi podemos intuir una
suave oración perdonando e intercediendo por aquellos que le maltratan.
Sin tiempo para recuperar fuerzas,
Cristo es coronado de espinas y ultrajado por los soldados romanos. El Rey de
reyes, el Señor de la creación y del universo mofado y burlado por el
populacho.
Y cargando con su cruz, salió hacia el
punto llamado Gólgota Jesús Nazareno, Señor de las Penas, déjame acompañarte en
tu camino. Soy yo el que debería cargar esa pesada cruz, no Tú. Que no
permanezcamos indiferentes ante tu pasión.
Las 7 palabras de Cristo en la cruz son
el resumen de una vida de amor, perdón y entrega por nosotros. Cristo clavado
en la cruz. Cristo muerto en la cruz. Por ti. Por mí.
Y muy cerca de Cristo en su dolorosa
pasión, su Santísima Madre. Ella, junto a su Hijo, sufre, padece cada golpe,
cada burla, cada insulto. Pero como Él, lo ofrece, lo guarda en su Corazón y
pide por aquellos que no entienden la preciosa ofrenda de su Hijo.
Dichosos los que sufren, dichosos los
perseguidos, dichosos los que lloran… El misterio del dolor, la enfermedad y la
muerte es algo que muchas veces se escapa a la razón humana. Es muy difícil
aceptar estas situaciones y ver cómo se pueden apagar jóvenes sueños. Sueños
que también volaban cada miércoles santo envueltos en consuelo, en este caso no
de María, si no de Cristo. Porque ya estás junto a Él, este pregón también va
por ti.
Este dolor que rompe el Corazón del
Señor de la Bondad y de la Virgen del Consuelo no es por algo ocurrido en
Jerusalén hace 2000 años. Son unas heridas abiertas hoy en día: son tantas
personas que mueren en el mundo víctimas del odio y la violencia, tantos niños
asesinados en los vientres de sus madres, tantas familias destrozadas y
enfrentadas entre sí, tanta gente sin trabajo, que no encuentra sentido a su
vida, que se pierden en el alcohol y las drogas… y, sobre todo, no conocen el
amor de Dios.
Cada una de estas situaciones son un
nuevo latigazo en la llagada espalda del Señor de la Bondad y una lágrima más
en el rostro de la Señora del Consuelo. Me podréis decir que qué podemos hacer
nosotros, que no está en nuestras manos solucionar el hambre en el mundo, o las
guerras o el paro. Pero sí podemos ayudar a que tenemos a nuestro lado, al
hermano que sufre, al vecino necesitado. En una situación muy delicada en
nuestro país y en nuestra sociedad debemos preguntarnos como cristianos y como
cofrades qué hacemos por los demás. Muchos de vosotros ya colaboráis con
cáritas y con proyectos de solidaridad pero, ¿hacemos lo suficiente?
Aunque el fin principal de una cofradía
es dar culto a nuestras veneradas Imágenes, estas campañas en favor de los más
necesitados deben ocupar un lugar preferente en las hermandades. A lo largo de
sus años de existencia, nuestra cofradía ha realizado importantes obras
sociales para la gente más pobre, tanto de Ciudad Real como de países
subdesarrollados. Que no nos olvidemos de ellos, podríamos nosotros estar en
esa misma situación y por pura misericordia de Dios, no lo estamos.
El Papa Francisco, de rabiosa
actualidad, incide especialmente en este tema de la caridad. Pero no es sólo
una caridad material o económica. Es también una caridad espiritual. La
mentira, el insulto, la envidia, la crítica, la codicia, el orgullo, la
soberbia… son también heridas en el precioso cuerpo de Nuestro Señor. Y ahí no
podemos mirar a otro lado porque sí tenemos una responsabilidad personal.
Cristo de la Bondad, Madre del Consuelo, que todos los que hoy estamos junto a
vosotros salgamos con el firme propósito de no dañaros más y de intentar reparar
y curar todas esas ofensas que entristecen vuestros rostros.
Una de las situaciones que mayor dolor
produce en la vida de un cofrade es la imposibilidad de poder salir a la calle
el día procesional por motivos meteorológicos. Y esto mismo aconteció el pasado
Miércoles Santo, cuando por primera vez en la historia de nuestra joven
cofradía nuestros Titulares no pudieron lucir sus mejores galas y tuvimos que
quedarnos refugiados del fuerte aguacero bajo el techo del guardapasos. Las
cosas no suceden porque sí y a buen seguro que ese dolor y esas lágrimas
ofrecidas consolaron a nuestros Titulares tanto como si hubiésemos podido salir
a las calles y plazas de Ciudad Real a realizar manifestación pública de
nuestra fe.
De este tema de la cruz saben mucho un
grupo muy importante de nuestra hermandad: son nuestros hermanos costaleros.
Ellos cargan sobre sus espaldas el dolor y la pena de Jesús y de María. Los
costaleros también sufren con el paso de las horas de la procesión y ofrecen
este sufrimiento al Señor o la Señora que llevan sobre ellos. Por ello, va por
vosotros mi admiración y reconocimiento.
Y, como no podía ser de otra manera, el
personaje de la pasión que mejor nos puede ayudar a comprender el misterio del
dolor es Simón de Cirene. Es también un hombre sencillo, de campo, alguien que
pasaba por allí y que era ajeno a toda esa historia en torno a Jesús de
Nazaret. Incluso es obligado a portar la cruz del Nazareno por los soldados
romanos. Pero basta solamente un cruce de miradas con aquel rostro desfigurado
y lleno de sangre para entender el amor al cargar con esa cruz.
El Cirineo se convierte en el primer
costalero de la historia y ese encuentro con Cristo le cambia la vida. Yo
también quiero ser hoy tu costalero y ayudarte a llevar el dolor que te produce
el pecado y la indiferencia de los hombres.
Y otro claro ejemplo de actualización
del sacrificio del Señor lo hallamos muy cerca en el espacio y casi en el
tiempo: son los Beatos Narciso Esténaga, obispo, y su secretario, el joven
sacerdote Beato Julio Melgar. Asesinados ambos en la persecución religiosa en
España del año 36.
Ellos también experimentaron en su
cuerpo las marcas y el dolor de la Pasión de Cristo, entregando sus vidas por
amor a Dios. Su sangre derramada en esta tierra manchega es, junto a la de
Cristo, semilla de nuevos cristianos y testimonio de fidelidad total, incluso
llegando a la muerte. No mueren por ideologías políticas, a estos beatos les
movía otro ideal: ¡Por Ti, Rey mío, la sangre dar!
También muy próxima a nosotros, tenemos
la figura de una gran santa, pequeña por su tamaño, pero enorme en sus
virtudes: Santa Ángela de la Cruz o Madre Angelita, fundadora de las Hermanas
de la Cruz, cuya casa en nuestra ciudad se encuentra en la perchelera plaza de
Santiago.
Estos ángeles de la caridad han captado
muy bien el misterio del dolor y de la Pasión de Jesucristo y sus vidas
ofrecidas son para nosotros otro claro ejemplo de que en pleno siglo XXI se
puede dar la vida por el evangelio y por los hermanos, como nos alentaba el
Papa Juan Pablo II a los jóvenes en Cuatro Vientos.
La historia de este pregón está
estrechamente unida a sor Ángela de la Cruz, ya que recibí la llamada de
nuestro hermano mayor proponiéndome como pregonero el 5 de noviembre, día de la
festividad de la santa sevillana. Y la aceptación de esta propuesta fue el día
siguiente, memoria litúrgica de los mártires españoles de la persecución del
siglo XX, entre otros, nuestros beatos Narciso y Julio. Como veis, un pregón marcado
por la cruz. Y es que para Dios, no existen las casualidades.
Este paso por la plaza de Santiago marca
ya uno de los puntos finales de nuestra salida procesional. Es un lugar muy
íntimo, muy de hermandad. Las llamas de los cirios y la candelería del palio
han menguado, indicando que el final del Miércoles Santo está cercano. Pero
antes de que termine la jornada, queda pendiente nuestro paso por ese
rinconcito de gloria en el núcleo del barrio perchelero.
Entramos en el Perchel
Y en él, a su corazón
Por la plaza de Santiago
Llega la Flagelación
Frente a la gótica iglesia
Hacemos nuestra estación
En las monjas de la Cruz
Las del hábito marrón
En este trozo de cielo
Que es su casa de oración
Ha llegado el flagelado
Y en su puerta se paró
La gente junto al convento
Pide callar al tambor
El aroma se respira
Con el incienso y su olor
Un canto se eleva al cielo
A Jesús el Redentor
Son voces angelicales
La plegaria hecha canción
Nadie aplaude tras el rezo
De estas monjas a su Dios
Pues aún siendo sevillanas
Son manchegas de adopción
El silencio es la respuesta
Y el homenaje mayor
A estas hijas de Angelita
Que desprenden tanto amor
Y tras el divino rezo
A Cristo nuestro Señor
Llega en su palio granate
Madre de Consolación
Ella al igual que sus monjas
Sabe ofrecer el dolor
Ya que vive unida a Cristo
En su entrega y su pasión
Virgen Madre del Consuelo
Quiero sentir tu calor
Llévame Tú de la mano
A Jesús el Salvador
Plaza santa de este barrio
No hay otro camino mejor
Para llegar a lo eterno
Que este convento de amor
Tras este precioso instante
De tan cofrade sabor
Vayamos, pues ¡A la gloria!
Tramo final del pregón
LA GLORIA
La gloria es la parte principal de la
vida de Cristo y de todo cristiano. Pues el Señor de la Bondad no sólo se ha
encarnado, nos ha transmitido el mensaje de su evangelio, ha padecido su
dolorosa pasión y ha muerto en la cruz. Jesús también es glorificado,
resucitando de entre los muertos y ascendiendo a la derecha del Padre para
prepararnos un sitio junto a Él en el cielo. Es la mayor alegría para los
cristianos. La resurrección de Jesucristo y su promesa de llevarnos con Él a
esta gloria eterna es la culminación de esta historia de amor que comenzó con
su Encarnación en el vientre virginal de María en Nazaret.
Para esta misión Jesús no nos deja
solos, nos envía al Espíritu Santo derramado como llamaradas de fuego sobre
María Santísima y los apóstoles el día de Pentecostés. También nos regala su
Iglesia, ese cuerpo de Cristo que integramos todos los bautizados que caminamos
juntos hacia la casa del Padre. Tenemos la gracia de los sacramentos, que
recibimos cada vez que nos acercamos a confesar o comulgar. Y, por supuesto,
tenemos la ayuda e intercesión de la Virgen María, nuestra Madre del Consuelo,
elevada a los cielos en cuerpo y alma y coronada como Reina y Señora de todo el
universo.
Estos misterios gloriosos los contemplamos los domingos pero también los miércoles, día de nuestra salida procesional. Y es que verdaderamente, poder acompañar a Jesús y a María por las calles de Ciudad Real es un anticipo de la gloria celestial,
Y hablando de gloria, quiero recordar a nuestros equipos de priostía y camarería de la hermandad que con tanto mimo cuidan a nuestros Titulares y con tanto gusto nos los presentan en sus altares todo el año y, de manera especial, en sus cultos y el día de la procesión. Es una gozada venir en cualquier época del año a rezar a la parroquia y encontrarles siempre radiantes, esperando la visita de sus hijos.
¡Y qué decir cuando son presentados en este
mismo templo para el triduo y el quinario! En la hermandad estamos muy
orgullosos de vuestro trabajo e invito desde aquí a todos a que participéis
activamente en los cultos internos de la cofradía: jura de reglas, función
principal de instituto, besamanos… La parroquia es el auténtico corazón de la
hermandad, lugar donde cargamos las pilas y nos llenamos de la gracia y el amor
de Dios. Ese amor que intentamos repartir cada tarde de miércoles santo
revestido de bondad y consuelo.
Y si hablamos de la parroquia, tenemos
que hablar de sus sacerdotes, que tanto nos orientan y ayudan en nuestra vida
cristiana. D. Eugenio, d. Tirso, d. Fabián, d. Vicente… Sacerdotes ejemplares y
que nos han ido mostrando el amor de Dios y la belleza de ser seguidor de
Cristo. Pero quiero destacar el trabajo y dedicación de nuestro consiliario
actual, d. Antonio. Un hombre de Dios. Sencillo, cercano. Un pastor con olor a
oveja, como pide nuestro Papa Francisco. Gracias por su generosa labor con
nuestra cofradía, sus charlas de formación y su disponibilidad siempre. Que
Dios le bendiga y le mantenga entre nosotros muchos años.
Hablaba de la parroquia como corazón de
la cofradía. Pero a parte de corazón, también tenemos un pulmón que respira
ambiente cofrade durante los 365 días del año. Y no es otro que nuestra casa
hermandad, lugar de encuentro, de convivencia, de compartir esos momentos
cofrades que tanto nos gustan a estos frikis de la semana santa. No podemos
vivir sin este corazón y este pulmón, no podemos ser hermanos de cuota o de un
día al año. Tenemos que ser capillitas de los buenos, ilusionados con nuestra
hermandad y, sobre todo, con nuestro Cristo y nuestra Virgen.
Nuestro modelo a imitar en la pasión
debe ser María Magdalena, triste por los acontecimientos sucedidos la tarde del
viernes santo, pero que tras el encuentro con Cristo la gloriosa mañana de
Pascua, corre gozosa al encuentro de los apóstoles y las otras mujeres para
anunciar la Buena Nueva con alegría. ¡Cristo vive, Cristo ha resucitado!
Estampa
con las manos de Nuestro Padre Jesús de la Bondad publicada por el pregonero
como recuerdo del mismo, y entregada a la finalización del acto
Y, cómo no, no podía terminar mis
palabras sin volver a traer a nuestra memoria al glorioso Juan Pablo II. Nadie
como él ha experimentado en su vida el gozo, la luz, el dolor y la gloria,
siendo todo este pregón un humilde acto de homenaje y una profunda acción de
gracias a Dios por el regalo de su pontificado.
Quizá algunos se extrañen que a estas
alturas de mis palabras no haya aparecido aún ese tramo que separa la calle
Caballeros de la calle Toledo de nuestra ciudad. Ese estrecho pasaje flanqueado
por la casa de las hijas de María Inmaculada, el antiguo convento de
mercedarios con la actual parroquia de Santa María del Prado y la Diputación
Provincial. Aunque habíamos finalizado nuestro peregrinar por la perchelera
plaza de Santiago camino ya del final de nuestra salida procesional, volvamos
atrás en el tiempo y situemos nuestra cruz de guía cerca de nuestro obispado
diocesano ya que en este punto, comienzan los 200 metros más importantes y, por
qué no decirlo, llenos de gloria, para todo cofrade de la Flagelación.
Tras la lluvia del año 2013, este año,
el pasaje, nuestro pasaje, lucirá sus mejores galas y la hermandad de las
Angustias volverá a recibirnos a las puertas de su iglesia…
Terminamos el camino
Que fuimos a recorrer
El gozo, luz y dolor
San Pedro, Prado y Perchel
Y tras dos años de ausencia
(Dios quiera no sean tres…)
Nuestra amada Cofradía
Al Pasaje va a volver
Un callejón con historia
Cargado de amor y fe
Alma de Ciudad Real
Hoy nueva Jerusalén
Pues aquí cobran ya vida
Piedras del hoy y el ayer
Nuestros pasos caminantes
En la infancia y la vejez
¿Quién pudiera, Cristo mío,
Señor de morena tez
Iluminar tu sendero
Para que pisen tus pies?
Que hoy mi Cristo flagelado
Aquél que nació en Belén
Camina con elegancia
Para de nuevo Rey ser
Y con Cristo bondadoso
Su Madre viene tras Él
¡Qué hermosura tu consuelo,
Doncella de Nazaret!
Estampa
con las manos de María Santísima del Consuelo publicada por el pregonero como
recuerdo del mismo, y entregada a la finalización del acto
¡Capataz, detén su paso!
Que no debiera correr
Aquí en las puertas del cielo
En esta angosta estrechez
Hoy sí cae desde lo alto
Lo que tiene que llover
La lluvia más amorosa
Hecha de incienso y clavel
Costalero, ve con mimo
Sea tu andar un mecer
Que lo que vives tú ahora
No lo olvidarás después
Cuando llegáis ya a la plaza
Todo el mundo ha de saber
Que la Reina del Consuelo
Las almas quiere encender
Finalizo mis palabras
Espero haberlo hecho bien
Me despido de vosotros
Nos volveremos a ver
Pues aun siendo forastero
(Yo nací en Zocodover…)
Corre la sangre manchega
Por los poros de mi piel
En mi último pensamiento
Sólo puedo agradecer
Al Señor de la Bondad
Y a Aquélla que Consuelo es
¡Casi os vemos en la calle!
Cuando pase un día y un mes
En ese tramo de gloria…
¡¡¡Pasaje de la Merced!!!
HE DICHO
Este
pregón se comenzó a escribir en Toledo el 9 de diciembre de 2013, solemnidad de
su Patrona Santa Leocadia, y se finalizó el 6 de enero de 2014, solemnidad de
la Epifanía
Al término del pregón, el Concejal Portavoz del Equipo
de Gobierno de nuestro Ayuntamiento, D. Pedro Martín Camacho y el Hermano Mayor
de la Cofradía, D. Emilio Martín Aguirre, le hicieron entrega de una metopa
como recuerdo por la pronunciación del XIX Pregón de la Hermandad.